Por José Fernando Araya |20 de agosto de 2023, 11:26 AM

En el reino de Andrés Iniesta o Sergio Ramos, las Aitana Bonmatí o Salma Paralluelo han escrito también historia con letras de oro: España, que conquistó este domingo el Mundial femenino por primera vez, ha edificado su gesta con base a varios factores, entre ellos las inversiones realizadas los últimos años por clubes como el Barcelona.

El Barça como estandarte.

El fútbol femenino español ha logrado un doblete inédito al conquistar en el mismo año el Mundial y la Liga de Campeones por el Barcelona.

El equipo catalán, también campeón en 2021, ilustra el apogeo reciente de un campeonato español que discute el dominio de inglesas, francesas o alemanas.

Los dieciséis equipos de primera división pasaron al estatus de profesionales el año pasado, un avance destinado a mejorar la visibilidad y la rentabilidad de un deporte históricamente protagonizado por los hombres.

La sección femenina del club catalán, que se había profesionalizado en 2015, abrió el camino con un nuevo recinto (estadio Johan-Cruyff, compartido con el filial masculino).

En un Barça-Real Madrid se congregaron más de 91.000 espectadores en el Camp Nou en marzo de 2022 con ocasión de un partido de Liga de Campeones.

Y los difusores han visto el filón de audiencia: los derechos de televisión para el periodo 2022-2027, adquiridos por la plataforma DAZN por 35 millones de euros (38 millones de dólares), según la prensa, han marcado un nuevo récord.

A ello se añaden varios millones de euros en subvenciones públicas destinadas al campeonato y a los clubes pequeños para que puedan adecuar sus estructuras a los nuevos estándares.

Esta remodelación permitió a los principales clubes conservar a sus internacionales españolas (la mayoría juegan en el Barça) y atraer a otras estrellas, como la internacional australiana Hayley Raso, que ha brillado en el Mundial, recién fichada por el Real Madrid.

De la Masía a la Roja.

España se alzó al techo del mundo con uno de los grupos más jóvenes del torneo. Pero esas nuevas generaciones sabían ya de las exigencias de la competición al más alto nivel.

La Roja conquistó por primera vez el Mundial Sub-20 en 2022, cuatro años después de haber perdido la final contra Japón. También ha ganado cuatro de las cinco últimas Eurocopas Sub-19, dos de ellas en 2022 y 2023. A ello se añaden dos Mundiales Sub-17 conquistados en 2018 y 2022.

Varias de las jugadoras proclamadas campeonas en Sídney ya se habían colgado el oro en categorías inferiores, como la delantera Salma Paralluelo, la defensa Ona Batlle, o la centrocampista Aitana Bonmatí.

Ahí también el Barcelona sentó parte de las bases del éxito de la selección española, que extrapola a su sección femenina su tradicional gusto por el fútbol de ataque y de posesión.

El centro de formación del Barça, la Masía, que formó a leyendas como Leo Messi y Andrés Iniesta, abrió sus puertas a las chicas en 2021, más de cuatro décadas después de su creación, en 1979.

La presencia de mujeres en el fútbol español no cesa de crecer. El número de licencias casi se ha duplicado desde 2011, pasando de 36.200 (4,3% del total de licencias en España) a 77.400 en 2020 (7,2% del total), según el ministerio de Deportes.

La jugadora culé Alexia Putellas conquistó los dos últimos Balones de Oro (el galardón fue instaurado para las mujeres en 2018).

Pese a las turbulencias.

El título mundial de la selección absoluta ha puesta la guinda a todos los años de preparación. El combinado español no disputó su primer Mundial hasta 2015, muestra de su evolución más lenta respecto a las pioneras escandinavas, alemanas o neerlandesas. Entre 1984 y 2013 sólo disputó en una ocasión la Eurocopa (en 1997, semifinales).

Las españolas ganaron su primer partido en un Mundial en 2019, contra Sudáfrica. Aquel año perdieron en un duelo muy disputado en octavos ante las futuras campeonas estadounidenses (2-1).

Hasta la final ganada en Sídney su progresión ha sido excelsa, pero los resultados enmascaran las tensiones internas en torno a los métodos del seleccionador Jorge Vilda, en el puesto desde 2015.

La crisis estalló el pasado mes de septiembre cuando quince internacionales renunciaron a ser convocadas como protesta. El técnico, respaldado por su federación, tiró de la reserva de talentos para superar un conflicto desconocido al más alto nivel.


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