Por Adrián Z Rivero |12 de octubre de 2023, 11:05 AM

El 7 de octubre a las 6:30 a.m. comenzaron las 14 horas más largas en la vida de dos hermanas costarricenses que viven desde hace dos años en Israel.

A esa hora, Sara y Ana, cuyos nombres verdaderos no se revelan por motivos de seguridad, despertaron “con misiles volando por los cielos y alarmas que no paraban de sonar”, según cuenta la primera.

Ese fue el inicio de un oscuro episodio donde miles de proyectiles lanzados por el grupo terrorista Hamás descendieron como cruda lluvia en el país de Medio Oriente.

“Salí corriendo a buscar a mi hermana, ya que mi cuarto es un búnker que nos protege de los misiles. Vimos que un amigo estaba afuera y lo llamamos para que viniera al búnker con nosotros. En ese momento pensé que iba a ser algo de unos minutos, que ya pronto íbamos a poder salir a vivir nuestro día como normalmente lo hacemos”, narró Sara a Teletica.com en el quinto día consecutivo de enfrentamientos entre Hamás e Israel.

Las costarricenses viven en un kibutz (asentamiento comunal israelí), llamado Nir Yitzhak, que está ubicado a tres kilómetros de la frontera con Gaza, en el sur de Israel.

Tras el abrupto amanecer que padecieron, el verdadero terror comenzó cuando se enteraron que los terroristas de Hamás habían penetrado en su kibutz: “Nadie estaba preparado para esto, ni sabía qué hacer. Apagamos las luces, apagamos el aire acondicionado y estuvimos en silencio durante 14 horas, los tres encerrados en el cuarto”, agregó Sara, de 21 años de edad.

Durante todo ese tiempo, los tres amigos pasaron sin agua ni comida, encerrados en el búnker, pero con una angustia que aniquilaba esas necesidades, marcada por una situación en la que “cada sonido” generaba una sensación inexplicable: “Tenemos un nudo en la garganta cada vez que pensamos en ese momento”.

“En toda mi vida nunca pensé que iba a decir esto, pero cada segundo que pasaba era una incertidumbre de si iban a entrar terroristas a mi casa para secuestrarme o asesinarme. Durante las 14 horas que estuvimos encerrados, escuchamos sonidos de explosiones, algunas cerca y algunas más lejos; cada una de esas nos quitaba un poco la esperanza de poder seguir con vida”, confesó la joven.

Sara aseguró que siempre ha tenido conocimiento de los riesgos que implica vivir en Israel, incluidos los continuos ataques terroristas y con misiles. Aun así, lo vivido por las hermanas ha sido una catástrofe impredecible: “Nunca me imaginé que una masacre así pudiera llegar a pasar, fue algo irreal”, añadió.

Durante el encierro, las costarricenses recibieron reportes de lo que pasaba en su kibutz, donde los terroristas dejaban tras de sí un rastro inhumano de destrucción y pavor.

“Nuestra familia adoptiva nos contó que tuvieron que sostener la manija de la puerta del búnker porque los mejablim (terroristas) intentaban entrar. Ellos rompieron cosas en las casas y robaron autos, bicicletas, computadoras. Nosotros seguíamos callados sin poder salir, muertos de miedo”, contó la nacional.

Según cuenta la tica, en medio de la sofocante espera, se les hizo el anuncio de que soldados irían a revisar las casas y asegurarse de que no había más terroristas: “Nunca llegaron; los esperamos más de seis horas”.

Sara, Ana y su amigo lograron salir a salvo hacia otro búnker resguardado por la milicia israelí, sin embargo, en su kibutz varias personas fueron secuestradas y asesinadas por Hamás: “Personalmente, una amiga muy cercana estuvo desaparecida por horas; luego de dos días me enteré que fue asesinada en manos del grupo terrorista Hamás”, lamentó la joven.

En medio de todo, explicó que una de las cosas que más le duele es ver la gran cantidad de “información tergiversada y errónea que se esparce y hace crecer el antisemitismo aún más”.

Además, rescató que también los palestinos sufren a manos de Hamás: “Varios de los ataques aéreos de este grupo terrorista caen dentro de su propio territorio, poniendo en riesgo y asesinando a niños, mujeres y familias palestinas”.

Para las hermanas, los últimos días “han sido muy duros, llenos de miedo, incertidumbre y angustia”, enmarcados en la dificultad de procesar todos los sentimientos que crecen, no solo en los ciudadanos y soldados israelíes, sino alrededor del globo. 

Hoy, Sara resiente que las historias que se cuentan sobre Israel estén entintadas por el derramamiento de sangre inocente que ese país adolece desde lo insondable: “Quisiera mostrarles el campo hermoso de flores que tiene mi kibutz en el desierto, pero hoy tengo que contarles de los destrozos y las barbaridades que sufre mi nueva casa”.

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