Internacional

El reto de enseñar la historia del apartheid en la Sudáfrica actual

Veinticinco años después de la elección de un presidente negro, Sudáfrica está lejos de ser la 'nación arco iris' soñada por Nelson Mandela

Por AFP Agencia |25 de abril de 2019, 3:12 AM

Las imágenes en blanco y negro se suceden, de fondo suena música góspel. Manifestantes enfurecidos, policías aporreando a la muchedumbre, cadáveres en la carretera, decenas de ataúdes alineados... Los alumnos de un colegio sudafricano descubren los horrores del apartheid.

Son del 21 de marzo de 1960 en Sharpeville. La población negra comenzaba a rebelarse contra el régimen blanco del apartheid, que las estudiantes del colegio privado para niñas de Herschel, en Ciudad del Cabo (sudoeste), no han conocido.

Su profesora de historia Leah Nasson invita a una veintena de ellas, todas blancas salvo una, a sumergirse en el polémico pasado de su país.

Sabe por experiencia que esta lección será delicada. Un cuarto de siglo después del advenimiento de la democracia en Sudáfrica enseñar historia del apartheid sigue siendo un desafío pedagógico y emocional.

Leah Nasson apostó por "la emoción y la empatía" porque -dice- "facilita la comprensión".

Durante diez minutos, las imágenes de la matanza que ensangrentó la barriada de Sharpeville - 69 negros abatidos por la policía- conmueven a las adolescentes.

"Me ha horrorizado un poco que algo así pueda ocurrir", reaccionó Louisa Siebel, de 16 años.

Vestida con uniforme azul grisáceo, la adolescente blanca se siente abrumada. "No he hecho nada directamente pero algo ha degenerado en nuestro país, en nuestro pueblo, y me siento culpable".

'Alumbra el presente'

"Antes de mi generación, algunas personas de mi color y raza sufrieron esto. De cada vez se me parte el corazón", declara su compañera mestiza Carly Carter, de 15 años.

"Pero sé que es importante preocuparse hoy de lo que sucedió ayer", añade.

Al final de la proyección de diapositivas la profesora añade fotos recientes de la barriada pobre de Langa, la más antigua de Ciudad del Cabo.

Barracas de chapa, basura, calles sin pavimentar... El recuerdo de que Sudáfrica sigue siendo, pese a la democracia, uno de los países con más desigualdades del planeta.

"Conocer el pasado debe alumbrar el presente", afirma Leah Nasson, "ayudarles a comprender por qué estamos donde estamos, a qué se deben todas estas fracturas, y a oponerse a los comportamientos racistas".

La enseñanza de historia no es obligatoria en los centros de secundaria sudafricanos.

El gobierno quiere imponerla y revisar el contenido que, según la ministra de Educación Angie Motshekga, "perpetúa una visión colonial u occidental". Su reforma suscita una gran controversia política.

Desde 2003 la oenegé Shikaya ayuda a los profesores a abordar el tema.

Con este tipo de clases "cada año miles de profesores negros reviven un trauma, por eso quieren quitárselo de encima cuanto antes", afirma su fundador, Dylan Wray, "y muchos profesores blancos (...) prefieren centrarse en el futuro".

Prejuicios

La formación y las precauciones no impiden la controversia.

Leah Nasson lo vivió en otro colegio. "Había mucho racismo, entonces impartí una clase sobre los prejuicios", afirma. "Me acusaron de hacer política (...), las cosas cambian pero sigue habiendo mucha resistencia".

Lejos de los barrios acomodados de Ciudad del Cabo, su colega Milton Changwa tampoco lo tiene fácil. Enseña historia en un barrio de mayoría negra de Worcester, a un centenar de kilómetros de allí, en un centro sin césped cuidado ni ordenadores modernos.

Este profesor del centro Vusisizwe pidió a sus 29 alumnos que describieran la diferencia entre negros y blancos. Sus respuestas son impactantes. Para los estudiantes el negro es "inferior", "violento", "pobre" y se distingue por su "cultura" y su "físico". El blanco es "limpio", "rico", "inteligente", "civilizado", "respetuoso" y "de cabello rubio".

Herencia

El profesor no parece sorprendido: "Es nuestra herencia".

Durante una hora, Milton Changwa detallará a su auditorio el día a día del apartheid. El que él conoció. La segregación, el miedo a la policía...

En el aula las reacciones abundan. "Odio a los blancos que nos trataron como pobres diablos", afirma un alumno. "Revancha", clama otro.

Luego, más tranquilos, comparan su situación con la de sus padres.

"Sigue habiendo racismo pero menos pronunciado", afirma uno de ellos, Xabiso Dyantyi, de 17 años. 

Veinticinco años después de la elección de un presidente negro, posible gracias a la abolición de las leyes del apartheid, Sudáfrica está lejos de ser la "nación arco iris" soñada por Nelson Mandela.