Internacional

Por qué el Líbano es un Estado débil

El Gobierno libanés prácticamente no tiene influencia en el conflicto que se desarrolla actualmente en su territorio. El papel del ejército también refleja la debilidad crónica del Estado libanés.

Por Deutsche Welle |30 de septiembre de 2024, 19:40 PM

Israel está librando una "guerra sucia" contra el Líbano, declaró su primer ministro Najib Mikati, durante la reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU en Nueva York.

Mikati responsabilizó a Israel por una escalada sin precedentes en el Líbano y por haber matado a cientos de civiles en pocos días, "incluidos jóvenes, mujeres y niños". Por eso, dijo que esperaba un comunicado conjunto de Francia y EE. UU., que contara con el apoyo internacional y pusiera fin a la "guerra". Israel rechazó el plan.

El discurso de Mikati muestra que el Gobierno libanés se ve, en gran medida, impotente ante el conflicto. No tiene ninguna influencia significativa sobre las acciones de Israel o Hezbolá. Una vez más, y de manera particularmente dramática, la debilidad crónica del Gobierno y del Estado libanés es evidente en estos días.

Larga historia

Esta debilidad tiene una larga historia. "El Líbano fue fundado a principios del siglo XX como un Estado de cristianos maronitas en alianza con la potencia protectora francesa", afirma Markus Schneider, director del proyecto regional para la paz y la seguridad en Oriente Medio de la Fundación Friedrich Ebert, cercana al partido socialdemócrata alemán, en Beirut.

"El defecto de nacimiento fue que desde el principio abarcaba grandes áreas con sectores de población no maronitas. El confesionalismo fue, en última instancia, un compromiso para integrar a los otros sectores de la población. Pero luego impidió el desarrollo de un Estado nacional fuerte", explica.

Esta estructura confesional se vio reforzada por la guerra civil libanesa que estalló en 1975, en la que se enfrentaron las tres confesiones más importantes del país: chiítas, sunitas y cristianos maronitas. Después del final de la guerra en 1990, se implementó un sistema confesional balanceado, que tenía como objetivo equilibrar los intereses de los distintos grupos de población.

"Pero este sistema ha llevado a estos grupos a intentar repetidamente hacer valer sus propios intereses a expensas de otros grupos", afirma Marcus Schneider. "Esto sigue debilitando al Estado. Y se refleja en el hecho de que el país no ha podido ponerse de acuerdo sobre un presidente desde 2022".

La corrupción rampante también está relacionada con esta discordia. "Si no hay un Estado fuerte que actúe contra las fuerzas centrífugas del país y sus instituciones, fácilmente puede surgir un sistema oligárquico en el que cada uno se sirve a sí mismo", afirma Schneider.

"Rehén" de Hezbolá

El país también sufre la influencia de la organización chiíta Hezbolá, clasificada como terrorista por Estados Unidos, Alemania y varios Estados árabes suníes. Creada en 1982 durante la guerra civil libanesa, recibió desde el principio un apoyo masivo de Irán, incluso y sobre todo militarmente. En 2022, el Wilson Center, con sede en Washington, calificó al brazo armado de Hezbolá como "el actor militar no estatal más poderoso del Medio Oriente y posiblemente del mundo".

También fue Hezbolá quien bombardeó a Israel tras el comienzo de la guerra de Gaza el otoño pasado, sin consultar al resto de la población del Líbano. "Básicamente, Hezbolá ha tomado como rehén a la política del Líbano", dice la experta en Oriente Medio Kelly Petillo, del think tank Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, describiendo el enfoque de la milicia chiita.

Ejército débil

La debilidad del Estado también se refleja en la pasividad de las Fuerzas Armadas libanesas. Especialmente en el sur del Líbano, se encuentran en un dilema. Sobre la base de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, el Ejército libanés trabaja allí con la fuerza de paz de la ONU (Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en el Líbano, UNFIL). Ambas tropas estaban compuestas por 15.000 soldados cada una.

La presencia de tropas está relacionada con la guerra del Líbano de 2006: en aquel momento, Israel ocupó posiciones en el sur del Líbano. Si un día se retira, las dos fuerzas armadas deberían trabajar juntas para garantizar que ninguna milicia libanesa armada entre en esas posiciones. Allí sólo deberían estar presentes las tropas autorizadas por el Gobierno libanés. Hasta ahora, Hezbolá ha hecho caso omiso de este acuerdo y sigue teniendo presencia en la zona.

Desde el punto de vista militar, el ejército libanés es relativamente impotente: en el ránking del Índice Global de Potencia de Fuego, que compara la fuerza de los ejércitos nacionales en todo el mundo, el ejército libanés ocupa el puesto 118 de un total de 145 lugares. No podría ofrecer ninguna resistencia seria al ejército israelí, que ocupa el puesto 17 en el índice. Tampoco podría contener militarmente a Hezbolá. "Esto podría arrastrar al Líbano a una guerra civil", afirma Marcus Schneider.

El mayor problema que enfrenta el ejército libanés es y sigue siendo político. Al no estar en manos de un solo grupo religioso, es considerado en general una de las pocas instituciones no confesionales del país, afirma Schneider. "Pero, por supuesto, el ejército también está debilitado por la crisis del Estado y la crisis económica. Por eso recibe apoyo financiero, por ejemplo, en materia de salarios. La preocupación subyacente es que, si el ejército colapsa, el propio Estado libanés también podría caer. Pero, naturalmente, el ejército no puede resolver los problemas políticos del Estado."

(rml/ers)