16 de septiembre de 2024, 12:56 PM

Dr. Alexander López / Académico de la Universidad Nacional de Costa Rica.​

La política exterior raramente tiene un gran peso en las elecciones en Estados Unidos, esto ha sido la norma; sin embargo, en el contexto actual donde hay signos evidentes de un desafío a la hegemonía global estadounidense, las menciones a China en el recién finalizado debate entre Kamala Harris y Donald Trump son entendibles. China, representa el principal desafío para la hegemonía económica estadounidense, en especial en el campo de la inteligencia artificial, la infraestructura 5G, el internet de las cosas, etcétera.

Cabe recordar que, uno de los factores de mayor competencia y disputa entre China y Estados Unidos, es en el ámbito de la generación de nuevas tecnologías, la innovación y el desarrollo, es decir, la concentración del talento y el desarrollo de ecosistemas digitales que generen respuestas a diversidad de industrias o a las necesidades individuales.

Podría argumentarse que el año 2015, marcó el punto de partida en la creciente ofensiva tecnológica de China, ese año el presidente chino Xi Jinping, anunció el proyecto Made in China 2025, un ambicioso plan elaborado por el Ministerio de Industria y Tecnologías de Información, que aspira, a la modernización de la estructura productiva de la nación asiática. 

Tal como es mencionado por Balderrama (2018), la visión del gobierno asiático es posicionarse como un ecosistema de inversión, de emprendimiento y desarrollo tecnológico. La iniciativa Made in China 2025, busca incrementar la innovación a nivel local y generar industrias estratégicas emergentes, representando el punto de partida, para empezar a exportar diseños y soluciones a problemáticas globales. 

Sin embargo, esta estrategia encuentra detractores, especialmente en los países occidentales, ya que, mientras se fomenta la innovación a nivel interno, paralelamente, se han desarrollado transacciones internacionales para la adquisición de compañías y, por lo tanto, de tecnologías por medio de empresas subsidiadas por el gobierno chino o parte de grandes conglomerados que también reciben incentivos del Gobierno, esta es una estrategia altamente criticada y cuestionada, especialmente por los Estados Unidos.

El bloqueo a las empresas estadounidenses en China es una práctica bastante generalizada y, se conoce como la Gran Muralla Digital, que limita el acceso de empresas como Google, Facebook y X (Twitter) al mercado asiático, que, a pesar de usarse en el resto del mundo, no pueden ofrecer sus servicios en territorio chino. 

Esto significa tener cerrado un mercado amplio, y el problema que encuentran los gobiernos occidentales con este bloqueo, es que esta no es una práctica recíproca, dado que, cada vez más las grandes empresas tecnológicas de capital chino se posicionan en mercados occidentales, por ejemplo, el conglomerado de telecomunicaciones Tencent, al que pertenece el servicio de mensajería WeChat, cuenta con una amplia participación en grandes empresas de Estados Unidos y Europa.

Tal como lo señala Stephen Olson (2019):​ ​Lo que se tiene en frente es la fricción entre la economía tradicional de libre mercado, guiada por los principios del consenso de Washington, versus —por primera vez— una enorme economía centralizada y tecnológica sofisticada, que está utilizando unas reglas de juego completamente distintas. 

El apogeo de las compañías chinas, apoyadas por el gobierno del partido comunista y, con acceso a datos e información de ciudadanos occidentales, ha supuesto un espacio de conflicto en los últimos dos años, especialmente, debido a que compañías chinas como Huawei, han sido capaces de desarrollar la tecnología 5G de forma más barata y accesible, en cuyo caso, los competidores americanos han generado alarmas acerca de un posible riesgo, para filtrar información, al gobierno chino.

Al igual que las revoluciones industriales anteriores, las disrupciones tecnológicas tienen un gran valor geoeconómico y geopolítico, al ser una fuente de poder que permite dar forma a las relaciones económicas globales. Si el ferrocarril y el motor a vapor facilitaron el control del mundo físico a los países europeos en el siglo XIX y XX, en esta ocasión, las tecnologías como las redes 5G, el Internet de las Cosas, la Inteligencia Artificial y otros avances de la digitalización, conforman el nuevo horizonte para las relaciones de poder en el mundo.

En conclusión, la mención a China en el reciente debate tanto por Harris como por Trump demuestra que el tema “China”, es el principal de la agenda de política exterior de los Estados Unidos

Lo anterior es entendible, toda vez que queda por demostrado; por un lado, el interés de los Estados Unidos de mantener su rol hegemónico y, por otro lado, el interés de China de incrementar su influencia global. Sin embargo, a diferencia del pasado reciente (Guerra Fría), esta rivalidad y competencia parece que no puede separar, completamente, a ambos Estados, debido a la alta y compleja interdependencia económica y tecnológica entre ellos.

Por lo anterior, el escenario deseable para estos países y para el mundo es una mayor y mejor cooperación, entre ambos, que permita reducir esas vulnerabilidades globales y aumentar la gobernabilidad del sistema internacional.

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