Eduardo López: Toda una vida detrás de un proyector de cine
Este santacruceño es la leyenda viviente del Cine Magaly, edificio que él mismo ayudó a construir hasta convertirse en el proyeccionista por los últimos 30 años.
Con sus manos ayudó a construir el Cine Magaly hace 45 años. Lugar emblemático del cine costarricense, pero que él llama sencillamente su segunda casa.
Su nombre es Eduardo López, pasó de ayudar a construir el edificio en 1978, luego trabajó en todos los puestos habidos hasta que un día preguntó que quería aprender “de esa vara” y así surgió lo que sería su pasión por más de 30 años como proyeccionista de una de las salas más icónicas del país.
“Negrito”, como le dicen algunos sus compañeros, lleva ocultos muchos años detrás de un proyector y es quien se encarga de que todo salga bien cada vez que usted se sienta a observar una película.
Ha visto reír, llorar, besar y abrazar al público gracias a su trabajo, aunque una vez casi prende fuego la sala y tuvo que evacuar todo el mundo.
En el marco de los 45 años de historia del Magaly y durante la inauguración del Festival de Cine Europeo de este 2023, este santacruceño, de 66 años, amante de la pintura, pero sobre todo del baile, recibió un gran homenaje por parte de la administración.
¿Qué significa el Cine Magaly para usted?
-Imaginate, es mi segunda casa, la verdad paso más tiempo acá que en mi casa. Mi familia sabe que es mi vida y no me regañan (risas), le tengo mucho cariño y en el 2019 me pensioné, hablé con la administración y les ofrecí seguir un rato más y acá sigo cuatro años después.
¿Tengo entendido que usted hasta ayudó a construirlo cuando era joven, su historia de alguna forma está ligada al Magaly?
-Yo me vine de Guanacaste como casi dos años antes de comenzar a construirse el cine y tenía un tío que trabajaba acá de carpintero y me ofreció a ayudar en el proyecto. Yo estaba acostumbrado a trabajar duro y me vine aquí a andar con un carretillo a jalar piedra hasta a instalar el primer proyector.
¿Cómo dio el salto como proyeccionista y qué lo motivó a trabajar en este campo?
-Ya cuando estaba en los últimos detalles en este cine, me recomendaron al gerente, así que vinieron y me preguntaron si me gustaría seguir con el cine y yo dije: “¡Claro!”.
Ni siquiera hice un currículum. Me llamaron, anotaron los datos y arranqué. Comencé únicamente con labores de aseo, poco a poco me fui metiendo en otras áreas.
Fui acomodador, que eran las personas que alumbraban a la gente con un foco cuando llegaban tarde a la función, portero en el lobby, en confitería, estuve en la boletería y de último, la proyección.
¿Recuerda su primera película proyectada? ¿Cuál fue?
-Se llamaba Momento de Decisión (The Turning Point en inglés) fue en la inauguración. Era sobre el ballet clásico.
¿Cómo ha cambiado la tecnología de proyección de cine a lo largo de los años?
-Ahora todo es digital, es más sencillo que antes. A veces la película de 35 mm traía un anuncio que había que pegar y era una carrera, pues aparecía un punto en la pantalla y ahí de una vez había que pegar el nuevo carrete, no como ahora que jala el archivo y listo.
Cuando este cine comenzó era monofónico, ya luego estéreo con tres canales y luego el surround que dá sonido por toda la sala. Y en cuanto a imagen empecé con bulbo y llegué hasta conocer la proyección por carbones, aunque nunca la usé.
Ahora llevo más de un año trabajando con láser, una tecnología de mucha más definición y más calidad de imagen.
¿Quién fue su maestro en esto?
-Un señor que se llama Jorge Bogantes quien fue el primer operador y una vez le dije: “cuando me enseña esa vara para aprender, no le voy a quitar el brete”. Y después se hizo de un taxi y no quiso trabajar más en el lugar y se fue y yo le cumplí porque no tomé su lugar, pues, vinieron dos muchachos más y al final me tocó a mí.
¿Cuáles fueron las principales diferencias que le trajo proyectar películas en celuloide y en formatos digitales?
-Acá tengo dos salas, una es manual, la grande que hay que hacerlo uno. Apagar las luces al final y poner a proyectar la película. En cambio, la salita es automatizada, es mucho más fácil, pues, uno solo la programa.
A veces yo me pongo a recordar y le cuento a la gente que era bonito cuando había funciones simultáneas en película de una misma copia, entonces había que estar partiendo la película, llevándola a la otra sala (en este caso otro cine que tenía la compañía muy cercana) y trayéndola, era un vacilón.
El cine tiene gran parte de romanticismo. ¿Qué se pierde con la proyección digital?
-Sí, pareciera que sí. Ahora hay muchas películas que las hacen digitales, incluso usted lo ve hasta en la elaboración, pues, ya ni son actores, como que pierde la gracia.
¿Qué desafíos encontró al adaptarse a las nuevas tecnologías?
-Pues sí es fácil cuando ya lo sabes, pero uno como yo, que todo lo de computación lo aprendí aquí fue más difícil. Yo aprendí la parte digital cuando cerraron el cine en el 2011 y me fui a Mall San Pedro, ahí ya tenía las dos salas en digital y ahí fui poco a poco aprendiendo.
¿Cómo fue para usted ese tiempo en el que cerró el Magaly en el 2011?
-Para mí fue bastante duro. Primero por la incertidumbre de qué iba a pasar conmigo y el cine, luego me hablaron de que iba para San Pedro y luego que estaban construyendo el Lincoln y acordaron mandarme a Moravia. Pero luego lo volvieron a abrir y me llamaron, aunque lo pensé por la incertidumbre, pero en diciembre del 2012 me decidí y hablé con don Luis para recuperar mi trabajo.
¿Cuál es la anécdota que más recuerda en casi sus 30 años proyectando películas en el cine?
-Un día que me llevé un susto. Estábamos bajo la empresa CCM todavía y empezando la tanda de 9 p. m., como al segundo o tercer avance, iba caminando hacia al fondo de la sala cuando sonó algo extraño y salió un humarascal del proyector. Explotó el bulbo y tuvimos que cerrar el cine, despachar a todos y devolverles el dinero. Tremendo susto y obviamente la gente enfadada. El bulbo se cambió hasta el otro día, pues es muy peligroso.
¿Cuáles proyecciones de películas o eventos especiales recuerda más?
-Con más cariño, pues, la película Cinema Paradiso por el tema que trata. Es como un homenaje a los proyeccionistas y la he pasado en otras actividades en el Cine Club los sábados. Es muy linda, me vi reflejado, por esa pasión que tienen los protagonistas por el cine, incluso una vez me la regalaron tras proyectarla y la tengo de recuerdo en mi casa.
¿Cuál cree usted que es la magia de una sala de cine para mantenerse en una era de centros comerciales y el streaming?
-Aquí en el Magaly comparado con los centros comerciales tenemos clientes que son frecuentes y ya los conocemos, es como un club de amigos y tal vez detestan a las grandes aglomeraciones de los malls y hacer fila por todo. Además, se dan buenas películas y eso es un sello.
¿Qué aspectos de su trabajo le ha brindado la mayor satisfacción a lo largo de los años?
-El ser un detallista, que todo lo que hago salga perfecto en la pantalla. En los festivales hay que estar muy alerta, hay que tener todo listo y pausarlo cuando van a hablar o explicar algún elemento, entonces tengo que estar muy atento.
Ya hablamos de lo duro que fue el 2011 con el cierre, pero ¿cómo lo afectó la pandemia cuando cerraron todas las salas de golpe?
-Otra incertidumbre, pues no sabíamos qué iba a pasar, solo somos dos proyeccionistas, el que me hace libre y yo. Cada dos días venía uno a calentar los equipos y a prender la película y así por horas para que no dañara.
¿Le dolió ver la sala vacía?
-Sí claro, era triste y la incertidumbre de qué iba a pasar y llegamos a creer que lo iban a cerrar. Luego se abrió poco a poco y fuimos entrando en esa etapa que queríamos abrir con las restricciones.
¿Cuáles serían esos consejos que daría a las generaciones más jóvenes interesadas en seguir su camino como proyeccionista de cine?
-Que le ponga amor a lo que hace, si no le gusta lo que hace está difícil. Yo he tenido que dormir aquí cuando ha habido funciones tarde y al otro día comenzar muy temprano. En mi caso siempre le he puesto ganas y a veces me toca entrar antes, soy muy detallista. El cine tiene eso, creo que el detalle es vital y acá es igual.
¿Qué le ha dejado el cine y sobre todo esta sala?
-La mayor enseñanza. Aquí prácticamente me dio para sacar adelante a mis hijos y a mi familia. Para mí es todo, toda mi historia y mi vida es esto.
Mientras tenga salud seguiré. Cuando no tenga la salud, no lo sé, será una decisión difícil.
Acá he dejado mi vida y por eso fue muy bonito el gesto que tuvieron en junio cuando me hicieron un homenaje, una plaquita, por mis años de carrera. Me agarraron “fuera de base”, no estaba preparado y debo admitir que me sentí a gusto, todos me aplaudieron y hasta se me nublaron los ojos.