17 de enero de 2017, 5:58 AM

Hoy venía para el trabajo de lo más contento -como suelo hacerlo- cuando, en el semáforo que se ubica a un costado de la embajada de Estados Unidos en Pavas, el conductor de un carro liviano cuya placa comienza con BDB bajó la ventana y tiró un empaque de un chicle.

El sujeto empezó a masticar con tan displicencia y desentimiento digno de enojo y frustración. Intenté que el taxista lo alcanzara pero no se pudo, porque mi intención era hacerle ver su falta de educación y buenas costumbres.

Posiblemente, creo yo, de haberlo logrado me habría expuesto a un insulto, un mal gesto o, quizás y dándole el beneficio de la duda, el conductor habría reconocido su error.

Esta escena nuevamente me hace reflexionar sobre lo mucho que nos falta como sociedad evitar que estas escenas se repitan con una facilidad pasmosa.

De hecho, la foto que acompaña estas líneas fue enviada por una persona a MiReporte de Teletica.com que denuncia cómo gente cochina y sin conciencia lanzan basura de todo tipo al lado de una calle.

Y aunque las cuadrillas municipales limpian el sector, los desechos reaparecen sin el menor empacho ni sonrojo. Y esta escena se repite en muchísimas localidades del país que se vende internacionalmente como un paraíso ecológico y de la conciencia ambiental.

Mi esperanza es que este 2017 sirva para que muchas personas que suelen lanzar basura en la calle dejen de serlo, por convicción o por sanción moral de alguien más que se los hace ver.

Lastimosamente tiendo a pensar que en muchos hogares no hay un interés real por enseñarle a sus hijos sobre el valor y la importancia de ser educados con el ambiente, de mostrar respeto por el derecho ajeno a vivir en un país limpio.

Y creo que el sistema educativo puede ser mucho más férreo en inculcar una mayor conciencia ambiental, y lograr que el país tenga mejores ciudadanos.