Costa Rica, Tailandia y Bután: cuando el turismo destructivo se vuelve sostenible
¿Podrá restablecerse el equilibrio reduciendo el número de visitantes y a través de prácticas sostenibles?
A medida que las aerolíneas y los hoteles compiten entre sí por los precios, el número de turistas en la pospandemia está batiendo récords: en el verano boreal de 2022 llegaron a Grecia un millón de personas por semana, a pesar de la alta inflación, de la crisis energética impulsada por la guerra en Ucrania, y de los intensos incendios forestales vinculados con el cambio climático.
El impacto ecológico y climático del sobreturismo está forzando a esa industria a actuar en consecuencia y a seguir medidas iniciadas por pioneros del turismo sostenible.
Playa de la Bahía de Maya, en Tailandia, cerró por restauración
La idílica playa de Maya Bay, en la isla tailandesa inhabitada de Ko Phi Phi Leh, se volvió famosa por la filmación de la película "The Beach”, de 2000, protagonizada por Leonardo DiCaprio.
Flanqueada por vastos acantilados de piedra caliza, la apartada cala de arena blanca y aguas turquesa se llenó de flotillas de barcos y cruceros, mientras miles de turistas acudían diariamente durante casi dos años. El tráfico turístico produjo contaminación por la basura desechada en la playa, y daños a la vegetación costera. Pero el principal problema eran los botes que arrojaban sus anclas en los arrecifes de coral. Cuando esa playa se cerró al público, en 2018, solo había un 8 por ciento de la cobertura de coral en la bahía, en comparación con el 70 por ciento de unos 30 años antes.
Un equipo replantó el coral destruido para rehabilitar el arrecife en un lapso de cinco a 10 años. Los botes tuvieron que anclar en un nuevo puerto, en lugar de hacerlo en la playa. Está prohibido nadar, y los nuevos paseos marítimos impiden que los visitantes pisoteen el delicado ecosistema costero. Cuando reabrió la playa, en 2022, se redujo la cantidad de turistas de unos 7.000 a solo 400 por día.
Bután se adapta al cambio climático con tarifa al turismo
El pequeño Estado de Bután, en el Himalaya, conocido por su filosofía de promover "la gran felicidad nacional", introdujo hace unos 30 años una Tarifa de Desarrollo Sostenible de cerca de 65 dólares, para limitar el turismo en el país montañoso. Las recaudaciones se han invertido en la conservación y sostenibilidad plantando árboles, limpiando y manteniendo caminos y electrificando el transporte.
La tarifa ayudó a Bután a convertirse en el único país del sur de Asia con emisiones negativas de carbono, ya que sus bosques protegidos continúan almacenando más carbono del que emite el país. En 2022, el Gobierno de Bután aumentó la tarifa diaria a 200 dólares por persona cuando reabrió tras la pandemia, pero eso afectó el turismo y provocó pérdidas en el sector. Bután la redujo entonces a 100 dólares para equilibrar la protección del clima y la economía local.
Costa Rica combate la deforestación con ecoturismo
En 1997, Costa Rica implementó una Certificación de Turismo Sostenible que fue modelo pionero para una industria turística respetuosa del medioambiente. Estaba en línea con un intento de revertir décadas de deforestación, ya que alrededor de la mitad del bosque que alguna vez cubrió el 75 por ciento de Costa Rica se perdió entre los años 1940 y 1980.
Los pequeños empresarios del ecoturismo pronto crearon complejos turísticos y albergues ecológicos de bajo impacto. Entretanto, más del 98 por ciento de la energía del país latinoamericano proviene de fuentes renovables. Como parte de su estricta certificación de ecoturismo, Costa Rica sigue probando que algunos pagarían más por una experiencia de viaje realmente sostenible.
Mallorca: impuesto a la sostenibilidad
Durante la temporada alta, un avión aterriza en la isla balear cada 90 segundos. "Hay pocos lugares en el mundo que contribuyan tanto al calentamiento global como Mallorca”, dijo a DW Jaume Adrover, portavoz de la organización medioambiental Terraferida, en 2022. "Y eso se debe a una sola actividad: el turismo". Durante su pico de 2019, 12 millones de visitantes llegaron a una isla cuya población es de poco más de 900.000 personas. El gran peso de las cifras ha obligado al Gobierno a limitar el impacto ecológico y climático de la industria.
Una nueva ley de turismo de 2022 señala que los hoteles deben eliminar las calderas de fueloil o diésel, para reducir las emisiones de CO2, y también instalar dispositivos de ahorro de agua y prohibir los plásticos de un solo uso. Una moratoria sobre cualquier nuevo alojamiento turístico hasta 2026 tiene el objetivo de reducir el alto número de turistas.
El impuesto diario al ecoturismo, de 4 euros por día, se ha reinvertido en sostenibilidad, como la restauración de las praderas de Posidonia, una planta que habita en el fondo del mar y es clave para su ecosistema. Se la llama "los pulmones del Mediterráneo", ya que produce oxígeno, absorbe CO2, provee hábitat y refugio a una gran variedad de peces, pero ha disminuido debido a la polución y al anclaje de barcos.
Sin embargo, de no reducirse significativamente la cantidad de turistas, y, por ende, de vuelos, ecologistas como Jaume Adrover temen que nada de esto sea suficiente para transformar a Mallorca en un modelo de sostenibilidad.