"Tierrosos" y "tierrosas"
El simple silencio me hacía parte de una tendencia que crece con fuerza en nuestro país: descalificar a otra persona con un epíteto, una palabra tan antojadiza y subjetiva como denigrante.

Lo confieso y con mucha pena: al principio no desaprobé cuando alguien se refería a otra persona con el adjetivo de "tierrosa" o "tierroso".
"Ay, es que fulanito tiene una pinta de tierroso", "es que esa muchacha es una tierrosa, se le ve en la cara"... son algunas de las frases que escuché una y otra vez de parte de gente allegada y no allegada.
El simple silencio me hacía parte de una tendencia que crece con fuerza en nuestro país: descalificar a otra persona con un epíteto, una palabra tan antojadiza y subjetiva como denigrante.
¿Por qué antojadiza y subjetiva? Porque si fulanito o zutanita no "tienen" clase, sin donaire, tienen gustos diferentes (musicales y con su ropa) y hasta hablan "polo" y, para rematar, se desempeñan en campos laborales que no tienen bachilleratos, licenciaturas o maestrías entonces son tierrosos o tierrosas. Lo diferente no es "bien visto" y, por lo tanto, es digno de descalificar.
Para otros y otras una persona "tierrosa" es alguien que, sin mayor definición del término, es "tierrosa" porque sí y punto.
Pero desde hace un tiempo para acá arrugo la cara al escuchar el término. No me gusta cuando alguien quiere bajarle el piso a otra diciéndole "tierroso" o "tierrosa", aunque sea en "broma" o en "plan de compas". Porque tengo claro que el respeto lo merecemos todas las personas sin importar su procedencia, estatus social, profesión o gusto por la música.
¿A usted le gustaría que lo rechazaran porque es blanco, trigueño o moreno? ¿Se sentiría a gusto si le excluyen porque vive en un barrio que no tiene aguja en la entrada y guachimán las 24 horas?
¿Cómo reaccionaría si a un hermano o hermana, familiar o amigo muy cercano lo descalifican por su forma de ser, de actuar, de pensar, de vestir y hasta de comer? ¡Qué gacho -dicen en la calle-!
A mi me pasó en mis primeros dos años de universidad, porque no vestía a la moda -el presupuesto familiar era muy ajustado- y venía de un colegio público con un nombre poco sexy y una promoción en bachillerato del 20% (de casi 90 estudiantes) y únicamente 5 personas entramos a la UCR. ¿Será que en aquel entonces yo era tierroso? Me pregunto...
Mi mamá -que en paz descanse- siempre nos decía: si ustedes señalan a alguien con el dedo índice tres dedos los señalan a ustedes y uno a Dios.
Los invito para que echemos para nuestro saco. Evitemos descalificar lo diferente o lo que no encaja en nuestra escala de ideas o preceptos; seamos respetuosos y tolerantes. Al final, todos seremos cenizas y/o polvo, ya sea en una urna, una bóveda o bajo tierra.