18 de octubre de 2016, 5:38 AM

¿Por qué nos cuesta tanto desprendernos un poquito de lo que tenemos para compartirlo con las personas que menos tienen?

La solidaridad es un valor en desuso que, afortunadamente, aún hay gente que lo practica y vive con pasión y generosidad. 

Pienso en mi mamá y en mi abuela, mujeres de Tilarán que llegaron a San José muy limitadas económicamente y encontraron personas de buen corazón que les tendieron varias manos.

Y mi familia hizo lo mismo, incluso, con una familia judía recién llegada al país. Me acuerdo cuando era niño, mi mamá pasaba a la tienda de ropa de doña María y don Jacobo y ellos le prodigaban mucho cariño a mi mamá.

Mi mamá y abuela siempre nos decían: manos que dan nunca estarán vacías.

Cada vez que hacían prestiños, arepas, arroces dulces o salados, mieles, bizcochos, budines, pancitos dulces o queques, ambas pensaban en mis vecinos, en los que menos tenían y en los que más tenían.

Y mi hermana y yo hemos tratado de replicar y vivir este valor de la solidaridad.

Por ejemplo, en mi casa hay unos árboles de naranja, higo, manga y cas. Y cada vez que hay frutos los repartimos entre mis vecinos. Y cuando ellos preparan algún platillo especial nos regalan un platico.

Lo mejor de todo es que los árboles son tan agradecidos que no han dejado de dar frutos, incluso, fuera de época de cosecha. 

Les puse un ejemplo de solidaridad con cosas materiales, pero también usted puede dar un abrazo, una sonrisa, un consejo, una palmadita en el hombro a quien lo necesita.

Seamos más solidarios y veremos cómo haremos una mejor sociedad.