Salud
"La gente simplemente no quiere hablar": los padres que quieren terminar con el tabú de perder un bebé
Padres que perdieron a sus bebés poco antes o después del parto cuentan su historia a la BBC y piden que se ponga fin a los tabús sobre esta dolorosa experiencia. "Es como si pensaran que debía darme vergüenza", le dijo a la BBC una de las mujeres.
Redacción
BBC Mundo
El parlamento británico va a debatir sobre la pérdida de bebés.
La pérdida de un hijo poco antes o después del parto es siempre una dura experiencia para los padres.
En Reino Unido nacen muertos 3.500 bebés cada año, lo que se conoce en inglés como stillbirths y se define como nacer sin signos vitales tras al menos 24 semanas de gestación.
En todo el mundo son 2,6 millones al año, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El problema de la pérdida en el segundo trimestre de gestación, el nacimiento de un bebé muerto o el fallecimiento durante los primeros 28 días de vida (muerte neonatal) se debatió esta semana en el parlamento británico.
Allí, algunas parlamentarias describieron el dolor "devastador" de perder a un hijo.
La BBC habló con varias parejas que pasaron por estas dolorosas experiencias.
Estas son algunas de sus historias.
"La gente simplemente no quiere hablar cuando se trata de un bebé"
Chloe Nicholson y su hija Phoebe-Quinn en el Hospital Royal Derby
"No sabes nada del tema hasta que te obligan a verlo y observas las estadísticas", explica Chloe Nicholson, que vivió esta tragedia hace menos de dos meses.
El embarazo de esta mujer de 26 años, el pasado enero, fue una gran sorpresa, pero una sorpresa feliz.
Chloe, de Ilkeston (norte de Inglaterra) dijo que su embarazo fue considerado de "bajo riesgo" y a pesar de que experimentó vómitos severos, conocidos como hiperémesis gravídica, y dolor pélvico, solo era ella la que sufría y el bebé estaba bien.
Pero el 8 de septiembre, de pronto, dejó de sentir movimientos.
"Fui al hospital solo para un chequeo", dice Chloe. "Pensé que iría bien y que si algo iba mal, probablemente daría a luz ese día".
Pero cuando las enfermeras no pudieron sentir los latidos del bebé, le hicieron un escáner. Menos de 24 horas después, Phoebe-Quinn nació muerta.
"Al principio estaba enfadada", dice ella. "No entendía qué había pasado. Es aterrador".
Y cuando quiso hablar de ello en Facebook, perdió 26 amigos.
"No querían oírlo", afirma. "Es como si pensaran que debía darme vergüenza. La gente simplemente no quiere hablar cuando se trata de un bebé".
Felicidad y culpa
Tras un año intentando tener un hijo, Luke y Emma Block estaban entusiasmados al enterarse de que esperaban mellizos.
Luke y Emma Block con sus mellizos recién nacidos, Ethan y Abigail, poco antes de la muerte de su hija.
Pero la pareja descubrió pronto que había problemas, que finalmente llevarían a la muerte de su hija, Abigail.
"Era nuestro primero escáner", relata Luke, de 40 años. "Vieron que había un problema con el crecimiento de uno de los mellizos y que podíamos perder a uno. Ahí empezó todo".
Luego hubo esperanza cuando Abigail logró llegar a las 36 semanas, nacida con solo 620 gramos, mientras que su hermano Ethan era un niño sano.
Pero tras cinco semanas en cuidados intensivos, llegó el momento de decir adiós a la niña.
"Nos sentimos afortunados por haber pasado tiempo con ella", dice Luke. "A algunos padres no les pasa pero con ella, sus ojos estaban abiertos, pudimos cambiarle el pañal y participar en sus cuidados".
Y también tenían que ocuparse del recién nacido Ethan.
"El dolor de perder un hijo es intenso y todavía más cuando tienes un bebé sano al que cuidar y del que recibes tanta felicidad", explica. "Por momentos incluso nos sentimos culpables por sentir felicidad".
"Falta una pieza de nuestros corazones"
Aimee y Michael Tulloch perdieron tres bebés al poco de nacer.
Aimee y Michael Tulloch, de Birmingham, han tenido que soportar la pérdida de tres bebés.
Tras dos rondas de inseminación artificial, Aimee se quedó embarazada en 2013. Pero una infección a las 23 semanas hizo que Eli solo viviera durante cuatro días y muriera en los brazos de su madre.
"Esa tarde, Michael y yo dejamos el hospital sin nuestro bebé", explica Aimee, que tiene 37 años. "Nos fuimos sin una parte de nuestro corazón".
En octubre de 2014, tras otro intento de inseminación artificial Aimee quedó embarazada de mellizos.
Pero justo antes del umbral de las 25 semanas, entró en el hospital con contracciones preparto, empezó a romper aguas y empezaron las contracciones reales del parto.
Su hija, Storm, vivió solo durante 17 minutos, mientras que el bebé Isaiah vivió durante 11 horas.
"Perder a un hijo es una experiencia muy solitaria", explica Aimee. "Siempre serán mis hijos; siempre seré su madre y quiero hablar de ellos".
"Tuve mucha suerte con amigos y familia, aunque perdí a una amiga de la infancia, porque no sabía cómo hablar de ello".
"Sentí que era yo la que tenía que manejar sus sentimientos. Esto que la gente se sienta incómoda y acabe diciendo estupideces como 'Puedes tener otro".
"No hice nada malo"
Leanne Louch y su pareja Paul Seaman perdieron a sus gemelos Thomas y Jack a las 21 semanas.
Leanne Louch y su pareja Paul Seaman se sorprendieron mucho cuando supieron que esperaban gemelos idénticos.
Pero la pareja se quedó con el corazón roto cuando Thomas y Jack murieron a las 21 semanas de gestación.
"Me dijeron que había riesgos añadidos pero nadie entró en profundidad a explicármelos", dijo Leanne, de 30 años. "Me hicieron escáneres cada dos semanas y claro que escuchas cosas, pero nadie habla de ello".
Pero un fin de semana a finales de junio, empezó a sentir dolores y en la mañana de lunes rompió una de las dos sacos amnióticos.
"Me dijeron que si podía esperar hasta las 24 semanas, podían poner inyecciones de esteroides para ayudar al desarrollo pulmonar", explica.
Pero el miércoles, el segundo saco se rompió. El jueves, los médicos dieron a la pareja las noticias de que ambos habían muerto. Ella parió a los gemelos el viernes.
"Cuando fui a recoger los resultados de la autopsia, me dijeron que podía ir por la puerta de atrás que atravesar la clínica prenatal con todo el mundo haciéndose sus escáneres", dice Leanne.
"Pero yo dije que no, atravesé esa habitación con mi cabeza bien alta. No hice nada malo".
"Pensamos que se habían equivocado"
Zoe Burdaky y su pareja Kyle Woollacott esperan su segundo hijo, tras perder a su primero a las 37 semanas.
Zoe Burdaky y su pareja, Kyle Woollacott, están a pocas semanas de dar la bienvenida al mundo a su hijo. Pero hace menos de un año sufrieron el drama de perder a una hija a las 37 semanas.
"Fue un embarazo muy normal", dice Zoe, de 24 años. "No había factores de riesgo".
Pero semanas antes de la fecha prevista para el parto, dejó de sentir movimientos.
"Pensamos que estábamos siendo exagerados", explica Kyle, que también tiene 24 años. "Pensamos que nos dirían que todo estaba bien".
Pero en su lugar, las enfermeras dijeron que no podían sentir los latidos y que había habido un coágulo. La bebé Lily nació muerta al día siguiente.
"Fue como un sueño", afirma Kyle. "Incluso cuando estaba saliendo pensamos que se habían equivocado".
Su segundo embarazo lo ha vivido con ansiedad.
"Lo más difícil es cuando la gente me pregunta si es el primero", dice Zoe. "No quiero poner a la gente en esa situación cuando simplemente están siendo educados, pero también quiero reconocer a Lily".
"Estamos entusiasmados pero también nos da miedo, y estamos haciendo escáneres cada semana".