POR | 11 de septiembre de 2023, 8:04 AM

Dr. Alexander López / Académico de la Universidad Nacional de Costa Rica. 

El mes anterior tuvo lugar uno de los eventos que no pueden pasar desapercibidos por el potencial impacto geopolítico y geoeconómico que puede tener, y este fue la XV Cumbre de Jefes de Estado y Gobierno de los BRICS, que tuvo lugar en Johannesburgo, Sudáfrica.

En los últimos meses, este bloque ha sido foco de atención, ya que alberga Estados, algunos de los cuales en estos momentos tienen una agenda desafiante al dominio occidental del sistema internacional. Los cinco miembros tradicionales o fundadores representan el 41% de la población mundial, el 30% del territorio mundial, el 31,5% del Producto Interno Bruto Mundial y el 16% del Comercio Mundial (fuente Lucas de la Cal, 2023).

La cumbre contó con la presencia de los líderes del bloque: Xi Jinping, Nerendra Modi, Cyril Ramaphosa y Lula Da Silva, con la única excepción de Vladímir Putin, quien tiene una orden de arresto por parte de la Corte Penal Internacional (CPI) –de la cual es miembro Sudáfrica– y estaría obligada a arrestarlo por haber firmado el Estatuto de Roma. Es significativo el hecho de que tuvieron presencia 34 países, la mayoría aspirantes a ser miembros oficiales del bloque, además de dirigentes internacionales, entre los que destacan el secretario general de la ONU, António Guterres, todo lo cual, hizo de la misma un encuentro de alcance global.

Lo que realmente captó la atención fue la expansión del grupo al aceptar nuevos miembros: Argentina, Egipto, Etiopia, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, lo cual plantea dos preguntas interesantes: ¿cuáles son las motivaciones de tal expansión?, y ¿cuáles son los posibles impactos?

La versión que podría denominarse oficial señala que la expansión es para atender las necesidades y preocupaciones de los pueblos del Sur global que se han visto relegados. Además, esto les permitirá promover reformas al sistema multilateral. Las palabras del líder chino Xi Jinping apuntan en esa dirección: “La gente quiere y necesita un nuevo mundo, abierto e inclusivo”.

El punto medular es que pareciera que la expansión del grupo no está basada en un criterio económico o comercial, sino en uno de carácter geopolítico. Es decir, en el fondo la intensión es generar un contrapeso a la influencia de Occidente, ganar identidad traducida en poder y capacidad decisoria en las arenas del sistema internacional. De lo anterior se desprende que el bloque en expansión no solo desea ser un contrapeso para occidente, especialmente para Estados Unidos, sino que, tiene el objetivo de rediseñar el status quo y hacer de este el marco de referencia para los Estados del sistema internacional.

Una de las líneas de acción sin duda será el de la desdolarización comercial, cambio que no es fácil y que requerirá bastante tiempo, pero ciertamente la cumbre representó una primera acción en esa dirección. Los miembros de este bloque ven al dólar como una herramienta política de occidente y su objetivo es disminuir la dependencia sobre esta divisa. La solución que ofrecen es crear una nueva moneda de referencia que les permita realizar todas las transferencias necesarias. Tal como lo señaló el presidente Lula Da Silva de Brasil: ¿por qué no podríamos hacer comercio basado en nuestras propias monedas?”, “¿quién decidió que el dólar debería ser la moneda de referencia después de la eliminación del patrón oro?

Igualmente, con la inclusión de Egipto, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos e Irán, hay una clara tendencia hacia un mayor protagonismo de los poderes del Medio Oriente y del Golfo Pérsico, quizás el país que más pueda redituar de ello es Irán, ya que su inclusión puede significar la posibilidad de evadir las sanciones y el aislamiento a que ha estado sometido. 

En el caso de África llama la atención la no inclusión de Nigeria, la economía más grande del continente, juntamente con Sudáfrica, pero ello refuerza la tesis de que la ampliación no obedece a una razón comercial, sino geopolítica, ya que Nigeria ha tenido en los últimos años un comportamiento prooccidental, y a que Etiopía es la sede de la Unión Africana, la principal instancia de integración regional en África.

Una mirada hacia adelante nos permite percibir que los BRICS+ enfrentan varios desafíos que podrían influir en su futuro entre ellos: las diferencias de objetivos, pues cada miembro tiene sus propias prioridades y enfoques geopolíticos, lo que podría dificultar la coordinación en cuestiones clave. 

En segundo lugar, la competencia interna, ello en la medida que algunos miembros buscan expandir su influencia global, podrían surgir tensiones en áreas donde sus intereses chocan, como en la esfera comercial o de inversión. Tercero, los desafíos regionales, es decir, los problemas en las regiones de origen de los miembros de los BRICS, como conflictos o inestabilidad política, podrían afectar sus capacidades y prioridades y finalmente y no menos importante en mantener la cooperación entre naciones con sistemas políticos, culturas y agendas económicas distintas puede ser complicado.

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