El instinto de supervivencia: La trampa propulsora de las adicciones
Los enamoramientos, las drogas, el trabajo y hasta el pollo frito pueden generar poderosas adicciones a partir de un autoengaño ante el que el cerebro sucumbe. Esta es la explicación.
Por naturaleza, el ser humano genera adicciones, a través de un complicado proceso relacionado al placer y a la supervivencia.
Actividades como alimentarse, las relaciones sexuales o el ejercicio físico producen una sensación de placer; la forma en que nuestro cerebro reconoce que son necesarias para sobrevivir, explican expertos consultados por Teletica.com.
“El placer es genéticamente diseñado; todos los animales tienen placer y se relaciona con la supervivencia. Entonces, por ejemplo, comer le da placer, tener relaciones sexuales da placer, eyacular le da placer. Y todo el placer, al final, se relaciona con la supervivencia de la especie”, señaló el psiquiatra Rolando Angulo.
Todo esto, se basa en un “mecanismo de recompensa”, según el neuropsicólogo y científico cognitivo Luis Piedra, en el que intervienen varias partes del cerebro, entre ellas, con mayor relevancia, el núcleo accumbens y el lóbulo frontal.
“El núcleo accumbens es un sector donde hay muchas neuronas que están especializadas en hacer sentimos bien, en la felicidad, en reforzar aquello que nos gusta, en decirnos, de alguna forma, «esto está buenísimo, sigámoslo haciendo»”, anotó el neuropsicólogo.
Allí, agrega el experto, interviene un neurotransmisor protagonista: la dopamina, también conocida como la “hormona del placer”. Esta sustancia es liberada por las neuronas cuando hay algo que nos gusta, ya sea el consumo de un alimento, una droga o interactuar con alguien de quien estamos enamorados.
Piedra indicó que, el proceso inicia cuando las neuronas lanzan el “potencial de acción”, que es como una “corriente eléctrica” y pasa de la terminal nerviosa de una neurona a otra. En un pequeño espacio, entre las terminales, llamado “espacio intersináptico” se libera la dopamina, que activa la terminal receptora y pasa como “de una mano a la otra”.
El especialista apuntó que este proceso se repite las veces que sean necesarias y, si se repite muchas veces, el mensaje es “esto está bueno, voy a seguir haciéndolo”.
“El cerebro lo vive como una explosión de neurotransmisores, entre más grande la explosión de neurotransmisores, más adictiva es la sustancia o la conducta. […] Es una explosión de dopamina y es algo muy placentero para el cerebro. Como una explosión de energía. Dura segundos”, describió Angulo del proceso.
El psiquiatra aseguró que el cerebro se acostumbra a la exposición de esas situaciones placenteras, creando “tolerancia” hacia estas, lo que hace que cada vez se necesite más para sentir el efecto y que, cuando no se consume, se genere el síndrome de abstinencia.
“Llega un momento en que no es saludable, se vuelve una de sus prioridades porque el cerebro lo toma como si fuera supervivencia”, acotó el experto.
Ahí es cuando se empieza a materializar el engaño al sistema cerebral y, con esto, la adicción.
En el núcleo accumbens, encargado de recordar las cosas que nos causan placer, quedan las neuronas con dopamina y salen hacia el lóbulo frontal, donde el cerebro toma las decisiones, explicó Piedra, también docente en la Universidad de Costa Rica (UCR).
“Se te despertó el gusto desde el núcleo accumbens; el deseo de llegar a eso y eso aplica para el sexo, para la comida, para todo lo que te cause placer y que es necesario para la vida”, dijo el científico cognitivo.
Sin embargo, este proceso, fundamental para la supervivencia humana, es burlado por algunas sustancias o situaciones, que se vuelven adictivas, haciendo creer al cerebro que las necesitamos para poder mantenernos con vida.
Las drogas, por ejemplo, bloquean los receptores entre neuronas para que no se vaya la dopamina y se mantenga el efecto placentero, es decir, “se disfraza la droga de dopamina y tapa ahí”.
“La otra parte —la otra mano— no se entera de que no es exactamente dopamina, sino que es la droga que está tapando el canal y se mantiene la felicidad. Después de que se haga varias veces eso, tu cerebro lo que experimenta es una euforia porque hay demasiada dopamina saturando el sistema”, detalló el especialista.
Entonces, el engaño al cerebro se consolida y este reconoce a la sustancia como necesaria para sobrevivir, priorizándola sobre otras cosas que sí lo son.
“Usted dice, «prefiero la droga» pero usted no ha comido. Por eso es que, cuando estamos adictos, dejamos lo importante a un lado; porque nuestro cerebro nos engaña y nos está diciendo lo que usted ocupa para sobrevivir no es a su compañera, no es a su familia, no es dormir, es el placer de estar drogado”.
Lo anterior, se conoce como “mecanismo de adicción por el desorden neurológico de la afectación de la recompensa”, según Piedra.
Síndrome de abstinencia
Angulo explicó que, como el cerebro cree que necesita lo que le generó la adicción, entonces sufre cuando se intenta dejar.
Entre los síntomas, las personas experimentan consecuencias a nivel físico, como taquicardia, falta de aire, temblores, angustia y mucho más.
“El cerebro controla todo: el intestino, el estómago, la respiración, los pulmones, el corazón. Él lo controla todo, entonces, cuando él necesita algo, usted se entera”, explicó el psiquiatra.
Piedra agregó que, por estas razones, se habla de que las adicciones son una enfermedad, ya que se requiere de ayuda, como psicológica o fármacos para que al núcleo accumbens “se le olvide que eso era tan placentero”.
“No sirve sentarse a razonar, es un mecanismo que la mayoría de la gente utiliza. Echan un sermón a la persona para que dejen las drogas. No funciona, tal vez cuando la adicción está comenzando, pero, por lo común, no sirve porque la persona escucha eso como que fuera un eco largo, viejo y lo que está interesado es en algo que sobrepasa su voluntad, o sea, le cambió algo en el cerebro”, aseveró el docente.
Cuando el cerebro pasa por la crisis de abstinencia, expone el neuropsicólogo, comunica que “se va a morir” y los efectos solo se quitan “volviendo a consumir”.
Entonces, los expertos recetan medicamentos que se asemejan a la droga, pero con menos poder y que poco a poco se van reduciendo: “Te dan recompensas, pero menos fuertes. Tu cerebro está siendo engañado, pero esta vez para salir de esa adicción”, comentó el experto.
Entre los casos que ambos especialistas han conocido se encuentran adicciones las comunes adicciones a las drogas, pero también a conductas compulsivas, como al trabajo, a la puntualidad, al orden, a arrancarse el cabello, a cortarse la piel, algunas de tipo sexual, entre otras. El neuropsicólogo Piedra resaltó que, inclusive, atendió una adicción al pollo frito.
De hecho, una de las conductas adictivas más fuertes, según Piedra, son los enamoramientos. Entre las drogas químicas, las benzodiacepinas o las derivadas de la morfina, aseguran los expertos.
Angulo destacó que las adicciones tienen una característica adicional y es que debe tener implicaciones negativas: “Debe tener consecuencias negativas, si no hay consecuencias personales, laborales, familiares, no hay adicción”.
Por ejemplo, en una droga química es fácil reconocer las consecuencias negativas, pero una conducta, como el enamoramiento, no necesariamente es una adicción, sino solo cuando existen efectos negativos y la dificultad para terminar con la situación.