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Tras casi dos años de pandemia, el próximo 17 de febrero regresarán a las aulas la totalidad de los estudiantes costarricenses.
Sin embargo, lo harán en el peor momento educativo de la historia de Costa Rica debido al apagón educativo. El inicio a clases se dará después de cuatro años en los que los estudiantes recibieron clases de manera intermitente, primero por las huelgas y luego por el COVID-19.
Para los expertos, este ciclo 2022 es una oportunidad para hacer una corrida hacia la educación del siglo XXI.
Teletica.com conversó con la coordinadora del Estado de la Educación, Isabel Román, para ahondar un poco más en el panorama, los desafíos y las acciones que prevé el Ministerio de Educación Pública (MEP) de cara a este nuevo arranque.
¿Cuál es el panorama al que se enfrenta el MEP en este momento, antes del arranque del curso lectivo 2022?
Este ciclo lectivo es muy importante porque es el primero donde vamos a tener, después de dos años de una educación remota y semipresencial, el regreso presencial del 100% de los estudiantes a las aulas, lo cual es una muy buena noticia para el país.
Con la pandemia, tuvimos una crisis silenciosa, que fue la de la educación. Ya teníamos problemas desde antes de la pandemia y con el COVID-19 se profundizaron. El tema del apagón educativo que el Estado de la Educación ha revelado que existe en el país hay que atenderlo, tiene que ver con elementos como la interrupción de clases durante los últimos cuatro años, desde el 2018 con las huelgas, luego con la pandemia y después con la vacunación de docentes, todo esto ha implicado una contracción del aprendizaje de los estudiantes. En materias como Español o Matemáticas recibieron menos del 50% de los aprendizajes esperados, y también había un importante número de estudiantes, cerca de un 40% (unos 500.000 menores) totalmente desconectados. Sin lugar a dudas, este 2022 es una muy buena noticia que ya vayamos a tener a todos los estudiantes en las aulas. El gran reto es que podamos hacer un esfuerzo extraordinario por recuperar esos aprendizajes perdidos y nivelar a esos estudiantes.
¿Qué es lo más grave de todo el escenario?
Tenemos un escenario donde vamos a tener estudiantes con muchos desniveles y diferencias de aprendizaje. Unos estuvieron más conectados, otros menos y otros no estuvieron conectados del todo y ahí ya existe una diversidad frente a la cual el docente se deberá enfrentar. Eso implica un tratamiento pedagógico cuidadoso para atender esas diferencias en los aprendizajes. No podríamos pensar que tenemos que tratarlos a todos por igual, sino que tenemos que hacer trajes a la medida en función de esas distintas capacidades y habilidades que muestran los estudiantes en un aula.
Además, tenemos el desafío de que seguimos sin una muy buena conectividad en las aulas y hogares, de tal manera que si se presentara alguna interrupción de nuevo por la pandemia, y tuviésemos que volver a clases remotas, ahí volveríamos a tener problemas porque todavía no está resulto el tema de la conectividad.
También hay un porcentaje importante de estudiantes que no va a poder regresar a las aulas, me refiero a los 874 centros educativos que tienen una orden sanitaria y a los que asiste el 20% de los estudiantes matriculados. Es decir, 1 de cada 5 estudiantes no va a poder volver a las aulas porque su centro educativo está cerrado.
Cada día que pase en el que algún estudiante no esté recibiendo su derecho a la educación como debe, es un día más en el que se profundizan las desigualdades.
Miles de estudiantes no pudieron conectarse remotamente.
¿Se sabe qué tan severo es el rezago?
En términos del tiempo perdido, para América Latina se ha calculado que hay al rededor de un año de rezago en los estudiantes. Costa Rica, en comparación con los países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), los estudiantes muestran al menos dos años de rezago en matemáticas. Sí tenemos estudiantes en Español y Matemática, que son materias fundamentales para las bases de una trayectoria educativa exitosa, en los cuales en ambas materias solo se impartió el 50% del currículum esperado. Hay otros casos particulares como la escritura, lectura, estadísticas, en fin, una serie de temas que no se vieron y que hoy han provocado que haya estudiantes en cuarto o quinto grado sin saber leer bien ni comprender un texto.
¿Cuáles son los principales retos que tiene el MEP para este año?
Los planes de nivelación que se desarrollen deben de atender problemas específicos claros, no podemos quedarnos con las generalidades. Un problema específico claro es la pérdida de conocimientos y habilidades de Español y Matemática y ahí hay que poner especial atención. Para eso se necesita evaluar qué es lo que saben y qué es lo que no, para poderles dar seguimiento.
Un segundo problema tiene que ver con los riesgos de la exclusión educativa, eso significa que hay una cantidad importante de estudiantes que aun cuando siguen matriculados, tienen un alto riesgo de salirse del sistema porque tienen rezagos más profundos o no cuentan con una conectividad. Ellos necesitan apoyos y horas extras, necesitan becas, recursos educativos y atención emocional.
Eso último es el tercer componente que hay que atender, la situación emocional de los niños. Durante los dos últimos años, los niños y adolescentes han perdido rutinas, se han sentido ansiosos y estresados y hay todo un componente emocional que es fundamental trabajar para que los estudiantes se vuelvan a sentir a gusto en el centro educativo.
¿Cuál es el riesgo más inmediato de estos?
El saber qué saben y qué no saben los estudiantes. Usar esa información que se tiene sobre la evaluación que se hizo el año pasado en las aulas para ver en qué nivel están, ya sea principiante, intermedio o avanzado. Esa es una tarea de primer orden. Sabiendo ya eso, se sabrían las estrategias pedagógicas para la atención de ese estudiante de tal manera que cada uno sea atendido según su nivel de habilidades y conocimientos.
Esto es un gran reto porque tenemos un sistema educativo que tiende a homogeneizar cuando sabemos que hay grandes diferencias.
Si queremos recuperar las habilidades de escritura y lectura, si no hay libros en las escuelas no lo vamos a lograr. La infraestructura también es muy importante.
¿Cuál es el papel que juegan los padres en esta crisis?
Esta es una crisis que no la vamos a resolver en un año, nos va a tomar unos cinco o 10 años. Entonces, el primer desafío que tenemos en este año, pero también en los ciclos lectivos siguientes, es asegurarnos que los daños temporales que ha ocasionado el apagón educativo no se conviertan en daños permanentes para toda una generación. Es muy valioso que aprendamos de las lecciones de la pandemia en términos de que el trabajo tiene que ser en equipo, con una colaboración robusta entre docentes, estudiantes y familias; no podemos separar esa tríada. Los padres deben estar apoyando con ahínco a sus hijos y a los profesores, confiando en ellos y exigiéndoles la atención que merecen los niños.
La educación del futuro es una educación colaborativa y más personalizada. El tema de la tecnología llegó para quedarse, tiene que ser un instrumento para seguir mejorando esa comunicación entre los padres y los docentes.
Salud espera que la mayoría de estudiantes estén vacunados contra el COVID-19 para la entrada a clases.
¿Qué pasa si el escenario de la pandemia empeora e impide que los estudiantes estén en las aulas?
De volver a tener una nueva interrupción del ciclo lectivo sin haber resuelto el país el tema de la conectividad, estaríamos ante un problema país bastante serio. Ya sabemos que durante los años anteriores, y con un 40% de los estudiantes desconectados, las brechas se ampliaron y se profundizaron. Hay muchos que solo tienen acceso a la tecnología en los centros educativos y cuando están en sus casas tienen problemas de hacinamiento tecnológico porque no tienen los dispositivos suficientes.
Tenemos que encender todas las alarmas para que, mientras se vaya desarrollando el curso lectivo presencial, el país resuelva el tema de la conectividad.
¿Hay algo positivo que se pueda rescatar?
Mucho; la pandemia dejó lecciones muy importantes. Sometió al sistema educativo a una prueba de esfuerzo donde los actores del sistema tuvieron que hacer, en un cortísimo plazo, lo que no habían hecho antes: tener el correo electrónico, ingresar a plataformas digitales para desarrollar clases remotas, trabajar en equipo, darse cuenta de la importancia de los recursos educativos para llegarle al estudiante. Nos recordó la importancia de habilidades que no estábamos enseñando, como el trabajo autónomo. Todo eso hace que hayamos tenido un aprendizaje de lecciones cruciales que tenemos que mantener. Lo que tenemos que hacer en 2022 es potenciarlo, por eso hay que acompañar a las familias, a los estudiantes y a los docentes. Este ciclo 2022 es una oportunidad para hacer una corrida hacia la educación del siglo XXI.
¿Qué podemos esperar para el curso lectivo 2022?
No tengo una bola de cristal, pero todo puede pasar. Lo que yo sé es que nos espera mucho trabajo a los actores del sistema educativo, mucho compromiso, porque vamos a navegar una crisis de dificultades, ya que la crisis fiscal ha hecho mella en los recursos del sistema y vamos a tener que ser más eficientes en el uso de esos recursos para tener los resultados esperados. Lo importante es que las nuevas autoridades que asuman el gobierno a partir de mayo sepan establecer prioridades y precisar acciones respecto a cómo seguir avanzando en estos planes de nivelación para la recuperación de los aprendizajes.