POR | 17 de diciembre de 2024, 16:32 PM
Dr. Alexander López / Académico de la Universidad Nacional de Costa Rica.
La dinastía Assad se ha consolidado por más de medio siglo en el poder; controlando el poder político, económico y militar en Siria con mano de hierro. El presidente depuesto, Bashar al Assad, tomó el poder tras la muerte de su padre Hafez al-Assad quien había liderado el Partido Baath desde 1970. Durante su mandato, Assad y su gobierno han sido acusados de graves violaciones de los derechos humanos y brutales ataques contra civiles. El pueblo sirio y sus defensores han sido víctimas de desapariciones forzadas, asesinatos, bombardeos deliberados de gran magnitud, tal como aquellos que involucraron armas químicas en 2013 y 2017, y hasta del hambre como arma de guerra.
Tras la Primavera Árabe que sacudió a muchos gobiernos de la región, el gobierno sirio continuó reprimiendo brutalmente las multitudinarias propuestas, desencadenando la muerte de más de 250.000 personas y el conflicto más grave de la región, sin embargo, pudo mantenerse en el poder gracias al apoyo externo principalmente de Rusia e Irán. Este conflicto en Siria ha implicado que alrededor de 7 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares dentro de Siria y otras más de 4 millones de personas han buscado refugio en países vecinos como Turquía, Jordania y Líbano (Amnistía Internacional, 2016).
Si bien el gobierno Assad ha sido fuertemente criticado por la comunidad internacional, lo cierto es que se mantiene en el poder gracias al apoyo de actores externos aliados como Rusia e Irán. Durante la Primavera Árabe, contaron con la Guardia Revolucionaria de Irán, así como su aliado libanés Hezbollah; quienes contribuyeron en el combate de los grupos rebeldes armados sobre el terreno. Por su parte, Rusia, ha proporcionado armas y cobertura militar al régimen sirio. Esto con el objetivo de afianzar su posición como potencia regional sosteniendo a un dictador alauí.
No obstante, este 2024 ser aliado de estos países jugó en su contra. En primer lugar, “la agotadora guerra que Rusia libera en Ucrania desde 2022 ha absorbido mano de obra y recursos, dejando pocos aviones y tropas para su aliado clave, Siria” (Regan, 2024) y, en segundo lugar; si bien durante tres décadas Irán impuso sus condiciones en todo el Medio Oriente debido a su imagen de potencia militar, reforzada por su alianza estratégica con Rusia, el debilitamiento de Hezbollah (patrocinado por Irán), por los ataques y bombardeos aéreos israelíes ha impactado el apoyo de Irán a Siria.
Este debilitamiento por parte del gobierno de Assad cuyos aliados están preocupados por otros conflictos, sumado a un pueblo sirio cansado y devastado por la guerra civil y la violación de derechos humanos por parte del gobierno de Bashar al Assad; ha provocado nuevamente que los rebeldes lanzaran un ataque sorpresa el cual ha concluido en el derrocamiento del presidente Bashar al Assad, declarando así el 8 de diciembre que Damasco había sido liberada.
Pero, ¿cómo pasó esto? A causa de lo anterior la coalición rebelde siria denominada Comando de Operaciones Militares, liderada por el grupo militante Hayat Tahrir al Sham (HTS), “avanzó por Siria durante 11 días, arrasando importantes ciudades y reavivando un conflicto que había permanecido prácticamente estancado desde un acuerdo de alto el fuego de 2020” (Regan, 2024). Desde el 30 de noviembre avanzaron por ciudades importantes tales como Aleppo, Hama y Homs, ciudad denominada “la puerta de entrada a la capital”. Desde allí, avanzaron hacia Damasco, donde declararon la caída del Bashar al Assad y la liberación de su régimen autoritario.
Esta situación permite apreciar varios factos. En primer lugar, la sorprendente rapidez con la que colapsó el régimen de Assad. Esto demuestra que, si bien Assad era el líder más importante de la región, su poder pendía de sus aliados vecinos. Además, la caída de Assad es gravísima para Rusia, Irán y Hezbollah. Rusia puede perder su principal base naval (Tartus), la que le daba acceso estratégico al Mediterráneo. Por su parte, Irán ya no podrá financiar ni armar a Hezbollah, el cual en consecuencia quedará manco y cojo ante Israel.
La situación real de este conflicto interno apenas se está empezando a visualizar. Surgen muchas preguntas alrededor de este derrocamiento y la huida de Bashar al Assad hacia Rusia en búsqueda de refugio político con su familia.
En primer lugar, ¿quién es HTS? Hayat Tahrir al Sham (HTS) es un grupo militante islamista que se creó en 2012 bajo el nombre Frente al Nusra. En sus inicios juró lealtad a Al Qaeda y fue considerado “uno de los grupos más eficaces y letales que se oponían al presidente Al Assad, pero su ideología yihadista parecía ser su fuerza motriz más que su celo revolucionario” (Gritten, 2024).
Para el año 2016, este grupo militante rompió vínculo con al Qaeda, adoptó el nombre Hayat Tahrir al Sham y se fusionó con otras facciones un año después. Sin embargo, la comunidad internacional lo siguen considerando como una filial de este grupo terrorista.
Lo anterior conduce a una segunda interrogante: ¿es este grupo quién tomará el poder de Siria? Si bien es muy pronto para predecir qué pasará, los sirios mostraron júbilo después de que una de las dictaduras más feroces del mundo fuese derrumbada en tan pocos días; por lo que no es de extrañar que permitan que el grupo militar que derrocó a Assad se haga con el poder.
Lo cierto del caso es que la coalición rebelde está desmantelando el ejército de Assad y están construyendo una propuesta de su visión para una Siria post-Assad. Sin embargo, lo que viene ahora no necesariamente es mejor; pero no sabemos, debe recordarse que, en Medio Oriente, cuando un dictador cae en manos de rebeldes, esto suele implicar una nueva dictadura igual o peor.
En conclusión, la política futura de Siria dependerá no solo de las intenciones y capacidades de grupos como HTS, sino también de los intereses de las potencias externas que han estado involucradas en la historia reciente del país. Entre estas potencias destacan Irán y Rusia, que han apoyado al régimen de Assad; Turquía, que ha respaldado a las facciones rebeldes; y Estados Unidos, que aún mantiene una presencia militar en el este del país, en las áreas controladas por los kurdos.
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