POR | 18 de julio de 2023, 18:18 PM

Dr. Alexander López / Académico-Universidad Nacional de Costa Rica. 

Guatemala se encuentra en una tormenta política en medio del proceso para la elección del nuevo presidente, debido a lo que se ha denominado un intento de golpe de Estado técnico por parte del Ministerio Público, quien ha pedido la suspensión de uno de los partidos políticos, Movimiento Semilla, y así evitar que su candidato pueda convertirse en el próximo presidente de Guatemala. Sin embargo, la Corte de Constitucionalidad de Guatemala amparó al Movimiento Semilla bloqueando la controvertida suspensión.

¿Qué enseñanzas nos está dejando este proceso electoral guatemalteco? Dos tendencias destacan y preocupan: en primer lugar, el continuo desencanto del electorado con las opciones a su disposición, y en segundo lugar, el franco retroceso de la democracia en Guatemala y en general en América Central. En el primer caso, los resultados electorales muestran que la candidata más votada, Sandra Torres, del Movimiento de Unidad Nacional obtuvo solo el 15% de los votos emitidos, y el segundo lugar, ocupado por Bernardo Arévalo, candidato del Movimiento Semilla, obtuvo solamente un 13%. Es sorprendente que los votos en blanco fueron superiores a los obtenidos por cualquiera de los candidatos individualmente. Los guatemaltecos se encuentran entre los ciudadanos que menos confían en los procesos electorales, una reciente encuesta daba cuenta que solo uno de cada tres guatemaltecos confiaba en el proceso electoral.

La erosión de las instituciones democráticas en Guatemala ha ido avanzando cada vez a mayor velocidad, allí al igual que en Nicaragua y en El Salvador, se está experimentando una cooptación del Estado por un grupo de interés, que además de su poca capacidad para dirigir el Estado, ha incurrido en graves casos de corrupción, es decir la combinación de la ignorancia con las conductas delictivas es el peor “combo” que puede experimentar la región. Esto ha hecho que los diferentes índices que miden la calidad de la democracia en América Latina sitúen habitualmente a Guatemala y Nicaragua en los últimos lugares.

Igualmente, Guatemala puede ser caracterizado como un país altamente fragmentado políticamente, como lo denotan los 26 partidos inscritos para competir por la presidencia, pero también es un país, donde realmente no existen los partidos políticos, es así como posiblemente de esos 26 partidos, en cuatro años cuando de nuevo se tengan elecciones (esperemos), la mitad de ellos ya no existan.

Ahora bien, esta situación política viene acompañada de una realidad económica que es la otra cara de la moneda, se está frente a un país con un grado de pobreza que según el Banco Mundial para el 2022 alcanzaba la cifra de 59%, y con un grado muy alto de desigualdad y exclusión social, es de destacar que esta misma fuente señala que el 35% sobrevive con las remesas enviadas desde el exterior, Guatemala es después de México, el país que más remesas recibe en Latinoamérica. Lo anterior, pese a que Guatemala es la mayor economía de la región, con un PIB total de cerca de US$86.000 millones, y a pesar de que su crecimiento ha sido bastante estable, cerca del 3.5% en los últimos años. Sin embargo, es claro que esta “estabilidad macroeconómica” solo ha favorecido a un pequeño sector de la población.

Finalmente, el caso guatemalteco se torna más complicado si se apunta a un país con una intensa penetración del narcotráfico. Según cálculos de diversas entidades, el 90 por ciento de las drogas que se dirigen hacia Estados Unidos transitan por Guatemala y durante la campaña fue muchas veces escuchado que políticos vinculados al narcotráfico fueron avalados para competir en los comicios por parte del Tribunal Supremo Electoral.  Así, por ejemplo, el exministro de Gobernación (2010-2011) Carlos Menocal ya había advertido que:

 “en estas elecciones hay narcotraficantes que no solo están financiando a los partidos, sino que también están compitiendo por llegar a un cargo público”.

En conclusión, tal y como señalan Levitsky & Ziblatt, (2018) en el libro Cómo mueren las democracias, la democracia está muriendo por el rechazo o débil aceptación de las reglas democráticas del juego, la negación de la legitimidad de los adversarios políticos, la tolerancia o fomento de la violencia y la predisposición a restringir las libertades civiles de la oposición, incluidos los medios de comunicación, este parece ser el caso muy claro de Guatemala, y ya sabemos lo que también pasa en Nicaragua y El Salvador.

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