De la A a la Z
Los dos grandes días
El día en que se nace y el día en el que se descubre por qué tienen un valor incalculable en la vida de una persona.
Bernal Fonseca / Empresario, culturepreneur y triatleta competitivo de larga distancia.
Cuando hablamos de emprendimiento en Costa Rica, la motivación parece no ser escasa. Según investigaciones del Global Entrepreneur Monitor (GEM), casi el 60% de los costarricenses se consideran capaces de construir su propio negocio (en comparación con un promedio global de solo el 51%), y el 33% incluso afirma tener la ‘intención’ de iniciar su propio negocio (21% a nivel mundial).
No obstante, tal optimismo no necesariamente se corresponde con la acción; el 2.5% de los costarricenses se describen a sí mismos como propietarios de pequeños negocios establecidos (en comparación con el 9% a nivel mundial), y la ‘tasa de actividad emprendedora’ (que GEM describe como la proporción de empleados involucrados en alguna forma de actividad emprendedora o de creación de negocios) es solo del 0.5%, en comparación con un promedio global superior al 3%.
¿Cómo explicar esta discrepancia? Ciertamente, no se debe a una falta de iniciativas y acciones del sector público y privado de Costa Rica.
Hace una década, se introdujo la Política de Fomento al Emprendimiento de Costa Rica para alentar, fomentar y promover el espíritu emprendedor del país, un compromiso que condujo a iniciativas loables como Expopyme, entre otras.
Costa Rica ya cuenta con al menos 11 incubadoras y aceleradoras, 12 organizaciones que realizan concursos de emprendimiento, 11 entidades de financiamiento especial para pymes y más de 20 empresas que brindan servicios de capacitación a emprendedores.
El desafío y la solución están más cerca de casa
Mi experiencia como emprendedor, y habiendo trabajado en varios medios para alentar y promover el emprendimiento, es que el problema – y la solución – se encuentran cerca del hogar. O ‘en el hogar’ para ser más preciso.
¿Dónde están nuestros modelos a seguir en el emprendimiento?
En EE. UU., los emprendedores son celebrados en películas, programas de televisión y libros. Pensemos en Steve Jobs, The Social Network o Silicon Valley, quizás ya muy conocidos o mencionados, pero creo valioso traerlos aquí, ya que estas representaciones no solo entretienen, sino que también inspiran una cultura de emprendimiento. Todo es diversión y entretenimiento, pero hay un mensaje serio.
Estos ejemplos se complementan con libros, conferencias e incluso influencers en redes sociales que demuestran el valor de trabajar por cuenta propia; de inventar, o al menos construir, algo propio. Yo llamo a estos modelos a seguir culturepreneurs —individuos cuyos logros empresariales también les otorgan prestigio social.
¿Cuántos de nuestros estudiantes o graduados consideran iniciar un negocio en lugar de buscar empleo?
Mi temor es que nuestra sociedad actualmente valora más lo segundo y desmotive lo primero. Este sesgo cultural no se cambiará solo con programas gubernamentales.
Si queremos alentar a la próxima generación a inventar y crear valor, el proceso comienza en el hogar: se trata de lo que vemos en la televisión, a quién admiramos, a quién referenciamos, a quién aspiramos. Hasta que los emprendedores y creadores de negocios comiencen a figurar en esa lista, la ambición emprendedora siempre será tratada con sospecha y duda.
Me tomo muy en serio mi papel como culturepreneur. Creo que es fundamental inculcar una cultura que fomente, nutra y recompense el emprendimiento; y que también reconozca el riesgo de fracaso inherente en cualquier empresa.
Recordemos, las primeras tres misiones de SpaceX fallaron, casi llevando a la empresa a la bancarrota. Elon Musk invirtió su fortuna personal para mantenerla viva para un cuarto intento, que fue exitoso. Hoy, el Falcon 9 cuenta con una tasa de éxito del 99% con solo dos fallos en 232 lanzamientos.
No todos los viajes emprendedores serán tan dramáticos, pero la lección es clara: sin una cultura que apoye nuevas iniciativas, Costa Rica nunca alcanzará su verdadero potencial.
No esperemos a que los programas gubernamentales creen al próximo Elon Musk. La responsabilidad comienza con nosotros, en nuestros hogares, familias y comunidades.
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