La historia de la madre que roció con gasolina y quemó vivos a sus hijos en San José
Se cumplen siete años de un macabro hecho que estremeció las fibras de una sociedad costarricense.
La madrugada del 6 de abril de 2018, una madre encerró a sus dos hijos en su habitación, roció gasolina y prendió fuego, dejándolos morir calcinados en San Francisco de Dos Ríos, San José.
Una llamada de emergencia al 9-1-1 alertó a los bomberos sobre un incendio en un apartamento. Al llegar, encontraron el infierno desatado en una habitación cerrada con seguro. La madre estaba afuera, ilesa, mientras que los cuerpos calcinados de los niños, de 8 y 10 años, yacían dentro.
Vecinos declararon que la mujer salió de la vivienda cuando escuchó las sirenas y fríamente informó a los rescatistas que "sus hijos estaban dentro de la habitación en llamas". Sin embargo, los peritajes forenses y declaraciones de expertos confirmaron que el incendio no fue accidental: se identificaron múltiples focos de fuego y se hallaron rastros de acelerantes, como gasolina, tanto en la habitación como en la ropa de los niños.
Rodrigo Leandro Quesada, teniente del Cuerpo de Bomberos, relató el horror vivido esa noche: "Un niño estaba cerca de la puerta. Una vecina dijo que lo escuchó gritar 'se quema, se quema, fuego'. La escena mostraba que el fuego fue provocado para calcinar exclusivamente la habitación, mientras que el resto de la vivienda quedó intacto".
"Cuando llegamos ya se había incendiado todo y se había quemado. Lo que se quemó era lo que estaba en ese aposento, lo demás no se quemó. El fuego estaba hecho para que se quemara en esa área.
"La puerta estaba trancada con un trapo, de manera particular, cuando se iba a abrir desde adentro no se podía porque estaba trancada con el trapo y la parte interna de la puerta se quemó completamente", dijo Quesada.
Uno de los detalles más estremecedores fue el testimonio de la fiscal Alejandra Arce.
"El dormitorio ardió a 1.038 grados centígrados, una temperatura superior a la necesaria para incinerar drogas. El sillón donde descansaba la madre impedía abrir la puerta de los niños, bloqueando su única vía de escape.
"El desarrollo de ese fuego no transcurrió como si hubiese sido de manera accidental, porque el resto de los aposentos de la vivienda no tuvo ningún daño en la proporción que tuvo esa habitación", contó Arce.
Otro dato clave que generó indignación fue la actitud de la madre tras la tragedia.
"Durante el periodo de investigación de ocho meses, nunca se presentó a denunciar como víctima ni quiso requerir información sobre el avance de la investigación.
"Uno de los bomberos y un cruzrojista que la atendieron señalaron que la mujer tenía los signos vitales normales, lo cual no es común para este tipo de situaciones. La mamá de los menores siempre estuvo en un lugar seguro", señaló Arce.
El peritaje confirmó que hubo líquido inflamable en un lugar donde no hay carros, ni motos, ni ningún motivo para tenerlo ahí. Además, el humo negro y denso saliendo de un solo punto indicaba que "el material que lo estaba acelerando con fuerza subía de manera vertical". Todo esto, junto con los cuatro focos de incendio identificados, confirmó que "se usaron acelerantes para provocar ese gran incendio".
Los testimonios también indicaron que cuando los rescatistas llegaron, la mujer estaba vestida con ropa para salir y oliendo a perfume, lo que despertó más sospechas. "Es interesante que una madre no comparta el lecho con sus hijos", apuntó el teniente Quesada.
Las pruebas fueron contundentes: rastros de gasolina en la habitación, en la ropa de los niños y la evidencia de que el fuego fue iniciado intencionalmente. Por ello, la mujer fue condenada a "60 años de prisión".
Durante el juicio, Batista mostró una inquietante falta de emoción. Un testigo clave narró que, tras la tragedia, vio a la mujer sentada en un sillón revisando su teléfono, mientras su propia madre lloraba desconsolada. En ese momento, le dijo fríamente: "Deja de hacer el papel".