25 de junio de 2024, 11:36 AM

Dra. Johana Alvarado/ ICF Young Leader Award. 

Recordando mi visita a Roma y viviendo algunas experiencias con líderes en estas últimas semanas, surgió este texto que confío les exhorte algo potente desde el lugar que ocupen.

En la Capilla Sixtina, Miguel Ángel pintó una de las obras más icónicas de la historia: La creación de Adán. En esta obra, Dios extiende su dedo para tocar al hombre, mientras Adán extiende su brazo desde la tierra para encontrarse con el toque divino. Esta imagen no solo captura la esencia del momento de la creación, sino que también simboliza la relación entre la decisión concreta, nacida de un pensamiento determinado, y la acción necesaria para alcanzar objetivos aparentemente imposibles.

En el ámbito del liderazgo, esta metáfora es especialmente relevante. La conexión entre nuestra capacidad de decidir y nuestra habilidad para actuar es lo que nos permite transformar ideas en realidades, superar obstáculos y alcanzar nuevas alturas. Los dones del poder, la sabiduría y los logros pueden considerarse regalos divinos, del universo o de cualquier otra entidad en la que creamos. Sin embargo, para recibir estos dones, debemos asumir la gran responsabilidad de actuar con determinación y propósito.

En la Biblia, el libro de Proverbios 16:3 dice: “Encomienda tus obras al Señor, y tus pensamientos serán afirmados”.

Este pasaje nos recuerda que nuestras decisiones y acciones deben estar alineadas con una visión más elevada y un propósito claro.

En el Corán, el versículo 3:159 destaca: “Consultad con ellos en los asuntos; y cuando tomes una decisión, confía en Alá”.

Ambos textos sagrados nos enseñan que el liderazgo efectivo requiere una combinación de reflexión, consulta y acción decidida.

Los líderes verdaderamente inspiradores son aquellos que comprenden que la toma de decisiones es solo el primer paso, porque es la acción decidida, la implementación meticulosa de esas decisiones, lo que realmente marca la diferencia. La clave está en no temer a los desafíos y en tener la valentía de dar el siguiente paso, incluso cuando el camino parece incierto.

En nuestra vida cotidiana y profesional, enfrentar decisiones difíciles es inevitable. Sin embargo, es esencial recordar que cada decisión debe ir acompañada de una acción concreta y bien pensada. Esta combinación nos permitirá no solo alcanzar nuestros objetivos, sino también inspirar a otros a seguir nuestro ejemplo.

Creemos que a través de la reflexión y la acción decidida, todos podemos alcanzar nuestras propias versiones de tocar el cielo.

En síntesis, el liderazgo efectivo requiere una intersección armoniosa entre la decisión y la acción. Al igual que en la obra maestra de Miguel Ángel, donde el toque divino simboliza la transferencia de potencial, nuestros actos de liderazgo deben ser impulsados por decisiones valientes y ejecutados con determinación. Así, podemos transformar nuestras visiones en realidades tangibles y dejar una huella duradera en nuestro mundo.

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