21 de diciembre de 2020, 14:54 PM

Alexander López / Director del Instituto Centroamericano de Administración Pública (ICAP)

La designación de John Kerry como enviado climático para liderar la respuesta estadounidense y el compromiso de unirse al Acuerdo de París sobre Cambio Climático -en su primer día de mandato- son señales alentadoras para fortalecer el sistema multilateral en materia de cambio climático a cinco años de la firma del acuerdo de París. A la par de la crisis generada por la pandemia global, cada vez son más las voces, que a nivel internacional llaman a declarar la crisis climática. Los impactos negativos del cambio climático han sido sentidos de forma especialmente devastadora este año, grandes incendios forestales en Australia y California, una de las temporadas de huracanes más extremas en nuestro continente, con dos huracanes directamente afectando Centroamérica, ciclones igualmente dañinos en el Sudeste Asiático y uno de los años con temperaturas más altas jamás registradas.

Desde mediados del siglo XX nuestras economías e industrias han prosperado gracias a la producción y consumo de energías fósiles como el petróleo y el carbón, sin embargo, los impactos negativos de tal proceso hacen necesario una transición a energías limpias como la solar, eólica, la geotérmica entre otras; permitiendo una rápida descarbonización, a la vez que nuestras sociedades invierten decididamente en adaptación a los nuevos patrones climáticos, y en proteger y ampliar la cobertura forestal del planeta.

Esta transición ha sido sobre todo impulsada por el Acuerdo de París y el compromiso de la casi totalidad de países por reducir el uso de las fuentes fósiles para incentivar el uso de las renovables. En términos de tecnología, las renovables en los últimos dos lustros han mostrado una curva descendente en el costo y ascendente en su eficiencia para producir energía.

La actual crisis sanitaria y económica ha venido a tener un impacto profundo en esta transición, dicho impacto se presenta por el lado de la demanda de energía con una contracción estimada de 6 % a nivel global, la demanda de petróleo caerá un aproximado de un 9 %, el carbón un 8 %, gas natural alrededor de 2 %. Mientras tanto, la demanda de las renovables es la única que proyecta un crecimiento para este año, y en total se estima una caída de 8 % en las emisiones de C02, lo cual es comparable a los niveles de emisiones de 10 años atrás, según la Agencia Internacional de Energía.

Sumado al impacto desde la demanda, aquí también es clave valorar que la capacidad que tendrán los planes de reactivación de sumarse, generando una oportunidad única para la transición hacia energías renovables y tecnologías limpias. La Agencia Internacional de Energía documentó un monto aproximado a 9 trillones de dólares estadounidenses, el monto total comprometido por gobiernos como ayuda financiera y económica que en muchos casos están vinculando a la descarbonización de sectores de la economía. A esto se le ha sumado la reciente cumbre virtual para celebrar cinco años desde la ratificación del Acuerdo de París, cumbre que buscaba aumentar el compromiso internacional por ampliar las metas de reducción. Dentro de los nuevos compromisos han destacado el hecho por Dinamarca de poner fin a la exploración petrolera.

En esta misma dirección la elección de Joseph Biden y Kamala Harris será un elemento determinante para avanzar en la dirección correcta, el plan de estímulo económico anunciado que tendrá una importante concentración en acelerar la transición energética para lograr la neutralidad en emisiones para 2050 será una herramienta clave en dicho esfuerzo.

Es claro que el reto de lograr una reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que nos permita mantenernos por debajo de los 2 grados es monumental. En un contexto, de fragilidad ante las crisis planetarias y sus secuelas, declarar y atender la crisis climática es una labor impostergable que en la actual coyuntura demanda un accionar decisivo y una capacidad innovadora de la sociedad.