POR Daniel Quesada | 28 de agosto de 2016, 11:14 AM

El atroz asesinato de Kendall Martínez, de 8 años, cuyo cuerpo fue hallado el sábado sin cabeza en Guácimo, es parte de una serie de crímenes brutales, que han terminado arrebatándoles la vida a menores indefensos.

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El más reciente de los casos ocurrió en junio anterior, cuando un niño de 12 años fue asesinado por dos hombres para robarle una motocicleta en Pocosol de San Carlos.

Los sujetos degollaron al menor Samuel Francisco Orozco, y luego lo arrastraron por unos 600 metros. Un primo suyo logró escapar.

En Matapalo de Santa Cruz, Guanacaste, se presentó en febrero pasado uno de los crímenes más sangrientos en la historia del país.

El nicaragüense Adrián Salmerón asesinó a sangre fría a una pareja y sus tres hijos, Shantal, de 12 años; Jack, de 8, y Alison, de tan solo 6 años.

Una bebé de 6 meses y su hermana de 3 años, fueron las únicas sobrevivientes.

Mayo del 2015 será recordado por otro brutal crimen. Ocurrió en Copey de Dota, donde otra familia completa fue masacrada. Cuatro personas murieron, entre ellas una niña de 9 años y su hermano de 11. Todos asesinados con arma blanca.

El cuatro caso nos remonta a febrero del 2015. En Los Chiles de Alajuela, un pequeño de 2 años fue torturado, abusado sexualmente y asesinado. Todo bajo el cuidado de su propia madre.

El niño fue golpeado brutalmente hasta producirle hemorragias internas. Además, le introdujeron varias agujas. Al parecer, las agresiones se habían dado durante varios meses.

Para los expertos, los responsables de estos crímenes muestran conductas evidentes, que son motivos suficientes para mantenerlos recluidos.

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