POR José Fernando Araya | 25 de noviembre de 2023, 22:38 PM

Los Juegos Olímpicos de 1936 estuvieron marcados por la presencia de un nazismo que cada vez era más fuerte en Europa y amenazaba con conquistar el mundo.

En medio de ese ambiente de guerra, Berlín fue sede unos juegos que esperaban a los alemanes brillar, pero que al final terminó robándose Jesse Owens con cuatro medallas de oro.

Owens, norteamericano hijo de esclavos en una finca algodonera de Alabama, ya se había consagrado campeón en los 100 metros cuando el 4 de agosto de 1936 coincidió con el alemán Luz Long en la pista del estadio Olímpico de Berlín.

Long por aquel momento era el atleta favorito de Hitler, representaba en todo su físico a la raza aria. Alto, musculoso, rubio y de ojos claros, eso sí, no se identificaba con las ideas del partido nazi.

Ese día el Führer atestiguaba con mucho detalle el resultado de la prueba de salto largo que ponía cara a cara a Long y Owens. Hitler no soportaría otra derrota de sus atletas ante el afroamericano.

En las semifinales pasaron dos saltos y Owens no registró marca, pues los árbitros locales lo castigaron con dos nulos.

Pero sucedió lo impensable. Long aconsejó a Owens que saltara desde un poco más atrás y que utilizara su buzo como marca para el salto y así no hiciera nulo.

Tras el consejo, Owens registró el mejor tiempo de la manga y clasificó a la final, donde se batió en un duelo codo a codo con el alemán.

Primero fue el estadounidense que registró el récord olímpico con 7 metros 87 centímetros, luego Long lo sorprendió igualando el registro.

La tensión se sentía y los nazis no soportarían otra derrota más a manos de Owens. Sin embargo, el atleta norteamericano se consagró con el oro al registrar la extraordinaria marca de 8m 06.

Un abrazo para la historia.

Lograda la marca, Long salió corriendo a abrazar a Owens e incluso lo paseó con el brazo alzado en señal de triunfo frente a un público alemán que ya coreaba el nombre del atleta afroamericano y sobre todo ante la molestia de un Hitler como testigo.

Owens ganó dos oros más en 200 metros planos y 4X100 para sellar el récord de cuatro medallas en Berlín 1936.

Mientras que las críticas vinieron para Long y su abrazo efusivo con su amigo.

“Se especuló mucho sobre las consecuencias que tuvo sobre Long este abrazo. Se dijo que le prohibieron volver a competir y que lo habían destinado al frente ruso, lo que fue desmentido por el propio Long en un artículo publicado en la prensa. Sin embargo, la madre del atleta aseguró que Rudolf Hess, uno de los colaboradores más próximos a Hitler, le dijo que a su hijo no se le ocurriera abrazar a un negro nunca más”, menciona una publicación de la RTVE de España.

Pero la amistad de ambos continuó más allá de los Juegos e incluso se intercambiaron cartas hasta la muerte de Lutz en la Segunda Guerra Mundial, esto según lo revela el documental español Jesse Owens y Lutz Long: un abrazo que hizo historia.

Y es que el hecho de ser deportista ayudó para que el alemán no combatiera en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en 1943, ante las sucesivas derrotas del ejército del Reich, fue considerado apto para combatir y lo destinaron a Sicilia, donde falleció en un hospital de campaña de las tropas británicas.

En su última carta que intercambiaron estas leyendas del deporte, Lutz tuvo una petición especial para Owens: “Quiero que le cuentes cómo eran las cosas en otros tiempos, cuando no nos separaba la guerra; quiero decir, que sepa que distintas pueden ser las cosas entre los hombres”.

El estadounidense no solo cumplió, sino que participó en el documental que lo reunió al hijo de su amigo titulado Jesse Owens returns to Berlin de 1966 y que incluso se puede observar completo en Youtube.

En dicho documental, Owens describió con asertivas palabras la relación que tuvo con Lutz Long.

“Tuvo mucho coraje al confraternizar conmigo enfrente de Hitler. Se podrían fundir todas las medallas y copas que gané, y no valdrían nada frente a la amistad de 24 quilates que hice con Luz Long en aquel momento”.