POR Juan José Herrera | 15 de octubre de 2016, 4:00 AM

La Municipalidad de San José desecha cerca de dos toneladas de comida todos los meses como resultado de sus operativos de control de ventas ambulantes.

La cifra pone en dimensión la estadística de 60 decomisos que, como mínimo, realiza todos los días la Policía Municipal de ese cantón josefino; y enmarca, además, la guerra sin cuartel que el alcalde Johnny Araya le declaró desde hace ya varios años al comercio ilegal.

“Los decomisos a los vendedores ambulantes siguen, no hay permisos, no hay tolerancia, no hay zonas de tregua”, afirmó tajante Araya en su cuenta de Facebook a principios de esta semana.

De eso son prueba esos 2.000 kilos de comida que en su gran mayoría van a parar al centro de acopio de la Municipalidad en Barrio Luján, donde son desechados.

“Hace más una década que se dejó de donar esa comida principalmente por el enorme de riesgo de salud que representa. Los estudios han detectado bacterias peligrosas en muchos de los productos que se decomisan, lo mismo que procedimientos insalubres en el manejo de estos”, explicó el director de la Policía Municipal de San José, Marcelo Solano.

La exposición al humo, escasos o nulos controles y en muchos casos avanzada descomposición hacen de estos decomisos material de desecho en prácticamente todos los casos.

“Hay una fracción muy pequeña que es autorizada para ser donada a organizaciones de bien social y que pasa los controles, pero sin duda estas situaciones son las menos”, añadió Solano.

Cambio de negocio

El aumento en la cantidad de producto perecedero que es decomisado por las autoridades no es ni mucho menos antojadizo: responde directamente al giro que el comercio ambulante ha tomado en San José y el resto del país.

En la pasada década los discos y películas piratas reinaban en las calles como el principal núcleo económico de la mayoría de vendedores informales, un dominio que llegó a su fin con el auge de la era digital y la dependencia cada vez menor a cd’s y dvd’s.

“Llegamos a decomisar más de un millón de fonogramas en cinco años, ahora los discos y películas piratas son apenas el tercer grupo de la mercadería que más incautamos por detrás de los productos perecederos y lo que llamamos tiliches”, afirmó Solano.

Con la comida siendo desechada y los discos destruidos a falta de una solicitud de sus propietarios intelectuales, son los bienes tangibles o artículos de temporada los únicos que regresan a manos de los revendedores en la mayoría de los casos.

“Los bienes tangibles se entregan a un juzgado contravencional donde se judicializa el decomiso. En la gran mayoría de los casos el vendedor va y paga su multa y recupera la mercadería, así es como funciona”, explicó el director.

Esa sanción ronda entre los ₡5.000 y ₡50.000 y va a depender de muchos factores, incluido el bien decomisado, la condición socioeconómica del vendedor y su condición, ya sea comerciante directo o intermediario.

“Como todo en este tema del negocio ambulante esa parte es compleja, el bien es de su propietario y como tal tiene derecho a recuperarlo, eso es lo que dice la ley”, finalizó Solano.