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Seis aspectos que debe conocer sobre el regreso presencial a las aulas
Los estudiantes tendrán que adaptarse a nuevas reglas para evitar un posible contagio, así como a estilos de aprendizaje diferentes para reducir el rezago educativo.
Christopher Caseres trabaja como unidocente en la Escuela La Pastora, ubicada en las faldas del Volcán Irazú.
Él enseña todas las materias básicas (Español, Matemáticas, Ciencias y Estudios Sociales) a estudiantes de preescolar y primaria de todos los niveles.
Este año tiene estudiantes de kínder, primero, tercero, cuarto, quinto y sexto grado; son 13 estudiantes en total.
Caseres también es el director de la escuela, por lo que también se encarga de toda la parte administrativa e incluso de las labores de limpieza.
La escuela está a 28 kilómetros del centro de Cartago.
Al igual que él, 1.200 centros educativos unidocentes de todo el país arrancaron clases este jueves 17 de febrero.
"Esto nació por vocación, los que estamos en esto lo hacemos por el amor a la enseñanza y la dedicación a los estudiantes. Es un trabajo muy complejo al que hay que dedicarle mucho tiempo, requiere que un mismo docente haga lo que hacen hasta seis.", aseguró.
Tiene que hacer y presentar los planeamientos de todos los grados, planificar el trabajo diario de cada uno y explicarle la materia individualmente.
Durante el día su trabajo va desde ayudar a los niños de primer grado a aprender lo más básico de los números, hasta hacer sumas y restas de fracciones con los de sexto grado.
"Cuando empezamos, todos sacamos el cuaderno de matemáticas, por ejemplo. Tomamos cinco minutos para asignar tareas y cuando uno va poniendo a trabajar a los más pequeños, los más grandes ya van adelantados", explicó.
El docente saca la basura y paga recibos, entre otras tareas.
Para Caseres, lo más difícil es el tiempo adicional que debe invertir en alistar las actividades de todos los días. Así como la elaboración de las pruebas y exámenes.
Sin embargo, estos retos no opacan la satisfacción de enseñar con el corazón.
"Es muy bonito, con los chicos de primer grado, por ejemplo, empezar a verlos leer o sumar. Llegar a trabajar con ellos y saber que las cabecitas están abiertas y que están aprendiendo un montón de cosas. Uno está en la educación por eso.
"Yo tenía tres estudiantes de sexto y ahora van para Colegios Técnicos Profesionales y ellos saben hacer muchas cosas y no hay una gran brecha entre uno de esa escuela tan rural y uno que esté estudiando en Cartago centro, por ejemplo", añadió.
"Ahí no se puede hablar de internet"
Esta escuela unidocente vivió la pandemia desde otra perspectiva: para ellos las clases virtuales no fueron una opción.
En las faldas del Volcán Irazú, el internet no llega, además de que las familias no cuentan con los recursos para adquirir estos dispositivos. Según el profesor, todos los estudiantes son hijos de campesinos, agricultores o trabajadores en lecherías.
Los niños reciben Inglés, Religión y Educación Física.
Cuenta que durante 2020, él iba a dejar y recoger material personalmente dos veces a la semana.
En 2021 arrancaron igual pero, después de Semana Santa, el Ministerio de Educación (MEP) les dio permiso de abrir ante las dificultades de enseñanzas que afrontaban. Además, volvieron a habilitar el servicio de alimentación dos veces al día.
Pese a esto, el docente destaca un elemento que supuso una enorme mejoría para sus alumnos: el Gobierno le donó una computadora a cada estudiante para hacer las tareas dentro del centro educativo.
Todos estos obstáculos no fueron un impedimento para que Christopher Caseres hiciera lo que más le gusta, enseñar y educar al futuro de nuestra país.
"Mi experiencia como docente se la puedo resumir como gratificante y profesional. Es sumamente enriquecedor trabajar con todos los niveles, todas las materias, con estudiantes de distintas edades", concluyó el funcionario.