POR AFP Agencia | 23 de septiembre de 2015, 3:11 AM

En la estación de Chiasso, una pequeña ciudad suiza limítrofe con Italia, un puñado de guardias fronterizos, enguantados, entran en un tren procedente de Milán y salen al rato con una decena de migrantes que llevan a la comisaría.

Aquí no se viven las escenas de caos del este de Europa por la llegada de miles de migrantes procedentes en su mayoría de Siria y de Afganistán.

Pero, como varios países han entrecerrado las puertas, Suiza teme que los migrantes intenten llegar al norte de Europa pasando por su territorio, una vez cruzada Italia.

En la Organización Internacional de Migraciones (OIM) los expertos se hacen la misma pregunta, reconoce un portavoz, Joël Millman.

"Finalmente estos flujos podrían continuar a través de Italia, Milán y llegar a Tesino", explica a la AFP Norman Gobbi, del partido de La Liga de Ticino, y jefe del gobierno regional.

"Estamos haciendo una planificación para gestionar la eventual llegada de miles cada día", añadió, sin dar detalles.

El pasado mes de junio, Gobbi pidió una suspensión temporal del espacio Schengen (acuerdo que suprime los controles en las fronteras comunes). Berna se negó, aunque aceptó reforzar el número de guardias fronterizos.

El alcalde de Chiasso, Moreno Colombo, pide "más presencia" de guardias fronterizos, así como una mayor cooperación de los municipios de la región en términos de alojamiento.

Por el momento cada día llegan entre 30 y 150 migrantes a Chiasso, que sólo cuenta con 134 plazas. La mayoría son jóvenes africanos, sobre todo de Eritrea.

"¿Por qué han venido? ¿saben dónde están? ¿a dónde quieren ir?", pregunta un guardia fronterizo en la estación de Chiasso, hablando despacio y alto para que lo entiendan.

Los migrantes se dejan tomar las huellas dactilares y se ponen un brazalete amarillo con un número que los identifica.
 
5.000 llegadas  
 
Las llegadas se han duplicado en un año, según las autoridades. Y entre junio y agosto han llegado 5.000 personas al centro de Chiasso, un municipio de poco más de 8.000 habitantes.

Pese a todo, los migrantes llegan con cuentagotas en comparación con lo que Chiasso vivió durante la guerra de los Balcanes en los años 90, con cientos de llegadas diarias, y durante las revoluciones de la Primavera Árabe.

"En este momento, todo está bajo control, estable, pero mañana puede cambiar", advierte Patrick Benz, encargado de los temas de migración en la guardia fronteriza.

En Berna, varios diputados han pedido esta semana un control sistemático en las fronteras con la presencia del ejército. Una demanda rechazada por la presidenta suiza, Simonetta Sommaruga, quien estima que el país no está en peligro.

En Chiasso nadie quiere revivir el infierno de la primavera árabe, cuando el consumo de alcohol en las calles degeneró en numerosos incidentes entre los migrantes, explica el alcalde.

Otros municipios suizos también están preocupados. El de Oberwil-Lieli, en el cantón de Argovia (norte), decidió pagar 290.000 francos suizos (267.500 euros) a Berna con tal de no recibir solicitantes de asilo.

Melekot Woldemichael, solicitante de asilo etíope que lleva cinco años en Chiasso, entiende que los suizos tengan "miedo" pero está convencido de que el flujo de migrantes no va a parar a corto plazo.

Este exingeniero de telecomunicaciones de 50 años estima que los medios de comunicación en África transmiten informaciones falsas sobre la acogida de migrantes en Europa, lo que empuja a la gente a vender sus bienes para poner rumbo al continente europeo.