Internacional
Kamala Harris y Donald Trump queman sus últimos cartuchos para las elecciones
La vicepresidenta demócrata y su rival, el expresidente republicano, pelean por los estadounidenses indecisos para desempatar las encuestas.
En Estados Unidos, el ganador de una elección presidencial no lo define el voto popular. Un ejemplo claro de esto fue lo ocurrido en el 2016, cuando la entonces candidata por el Partido Demócrata, Hillary Clinton, obtuvo la mayoría del voto popular (48%) sobre Donald Trump, del Partido Republicano (46%); sin embargo, fue Trump el que resultó electo como presidente.
Lo cierto del caso es que el presidente es escogido por 538 delegados del Colegio Electoral mediante el voto indirecto. Los 538 se establecieron basándose en la cantidad de curules en la Cámara de Representantes (435), en el Senado (100) y del distrito de Columbia (3).
A cada estado le corresponde una cantidad de esos 538 votos, dependiendo del tamaño de la población de cada uno. Por ejemplo, el estado de Florida tiene 30 votos, mientras que Alabama tiene nueve.
En 48 estados y en el distrito de Columbia, se usa el sistema ‘The winner takes it all’, “el ganador se lo lleva todo”, por lo que el voto popular decidirá a cuál de los candidatos se le asignan todos los votos electorales. Por ejemplo, si en el estado de Florida la mayoría de los ciudadanos votaran por Trump, entonces la totalidad de los 30 votos electorales se le asignan a él.
Es por esta razón que para un candidato no es lo mismo ganar en un estado que en otro, hay estados que “valen” más que otros en términos de votos electorales.
En el caso de los estados de Maine y Nebraska, son los únicos que utilizan un sistema de distribución proporcional.
Maine, que tiene cuatro votos electorales, asigna dos al ganador del voto popular en todo el estado. Los otros dos votos se asignan según los resultados en cada uno de sus dos distritos congresionales.
En el caso de Nebraska, que representa cinco votos electorales, asigna dos votos electorales al ganador del voto popular en todo el estado, y los otros tres se asignan según los resultados en cada uno de sus tres distritos congresionales.
De esta forma, en esos dos estados, un candidato puede ganar el voto estatal y recibir dos votos, pero su oponente podría ganar en uno o más distritos y recibir los restantes.
A lo largo de la campaña, los candidatos van haciendo cálculos de la cantidad de votos electorales con lo que contarían a favor, y esto es debido a que históricamente hay estados demócratas y republicanos.
Por ejemplo, Nueva York es históricamente demócrata, la mayoría del voto popular normalmente se inclina a favor del candidato del Partido Demócrata, por lo que, en esta ocasión, Harris podría estar contando con esos 28 votos electorales que “vale” dicho estado. Por supuesto, el panorama siempre podría cambiar.
Existen también los llamados ‘swing states’ o “estados pendulares”, los cuales oscilan en su intención de voto, y por eso los candidatos concentran muchos esfuerzos en ellos durante la campaña. Esos estados son Nevada, Pensilvania, Arizona, Carolina del Norte, Georgia, Wisconsin y Michigan.
Para ganar la presidencia, Donald Trump o Kamala Harris necesitan obtener 270 votos electorales.
El ganador, normalmente, es proyectado la noche de las elecciones en noviembre, cuando termina el conteo de los votos del ciudadano, pero la decisión final se define con los votos del Colegio Electoral, a mediados de diciembre, cuando los electores se reúnen en sus estados respectivos.
¿Un sistema muy poco democrático?
Muchos sectores consideran que el sistema de elección presidencial de Estados Unidos se aleja del concepto real de democracia, tanto así que, de acuerdo con los Archivos Nacionales de Estados Unidos, durante los últimos 200 años, han existido 700 propuestas para eliminar el Colegio Electoral.
De acuerdo con analista y consultor político del estadounidense Affila Group, Andrés Pazmino, la existencia de este sistema recae en los padres fundadores de los Estados Unidos, como John Adams, Thomas Jefferson o Benjamin Franklin, quienes, una vez que pelearon contra los británicos durante el siglo XVIII, no se ponían de acuerdo en cómo se debería de elegir el presidente.
“Unos decían que el Congreso debía elegirlo, otros que debía ser elegido por voto popular. El único acuerdo al que llegaron fue el de crear un sistema que no fuera enteramente voto popular y que fuera un sistema que representara a los estados grandes y pequeños de la unión”, afirmó el analista.
Para Pazmino, la manera que tenían los padres fundadores de los Estados Unidos de mirar la democracia era distinta a la forma en la que la vemos hoy.
“El tema de que si los padres fundadores querían un sistema puramente democrático o no, yo diría que la filosofía en ese entonces y la relación que tenían con el concepto de democracia era más compleja y, por ende, llegamos a un sistema en el cual el voto popular se mide, pero no es el sistema que elige al presidente, sino el Colegio Electoral”, explicó Pazmino.
En marzo de 1977, el expresidente Jimmy Carter pidió al Congreso una propuesta para una enmienda constitucional que pudiera abolir el sistema de voto indirecto del Colegio Electoral, y así sustituirlo por uno de voto popular por mayoría simple.
Hace un mes, el candidato a la vicepresidencia de Kamala Harris, Tim Walz, indicó que el Colegio Electoral debía ser eliminado.
"Creo que todos sabemos que el Colegio Electoral debe desaparecer". Estados Unidos necesita un voto nacional popular", afirmó Walz durante un evento de recaudación de fondos en Sacramento, California.
Días después, la campaña de Harris moderó el discurso y afirmó que no estaba en sus planes eliminar al Colegio Electoral.
“Ha habido muchos intentos para reformar este sistema porque no se alinea con principios democráticos y de una sociedad moderna”, concluyó el analista.