POR | 8 de junio de 2023, 8:00 AM


Dr. Alexander López/ Académico de la Universidad Nacional. 

Este 8 de junio se celebra el Día Mundial de los Océanos, momento propicio para reafirmar la necesidad de avanzar en una mayor y mejor gobernanza de estos espacios marinos. Tal gobernanza es fundamental para garantizar la sostenibilidad, conservación y uso de los recursos marinos, así como para abordar los desafíos y conflictos relacionados con los océanos a nivel global, ello implica el desarrollo de un conjunto de estructuras, políticas, leyes, regulaciones y procesos para gestionar adecuadamente los océanos y sus recursos.

Para Costa Rica el tema es de relevancia, porque somos un país mayormente oceánico, e igualmente Costa Rica, con Francia, son los Estados liderando la tercera Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre los Océanos, que tendrá una primera actividad en Costa Rica el próximo año y la cumbre en Francia en el 2025. Por todo ello, vale la pena rescatar el esfuerzo que la Universidad Nacional está haciendo por desarrollar una cátedra de diplomacia azul, liderada por la Escuela de Relaciones Internacionales y centrada en la gobernanza de los océanos, que precisamente venga a fortalecer la participación de Costa Rica como país dentro de ese marco global de discusión.

Vale la pena rescatar el reciente debate del Tratado de Alta Mar que pretende regular esa porción del océano que está más allá de las aguas territoriales de cualquier país (después de las 200 millas náuticas de la zona económica exclusiva) y que, por tanto, no está sujeta a la jurisdicción de ningún estado en particular, siendo considerado un bien común de la humanidad. Estas aguas representan cerca del 65% del total de los océanos y el 45% de la superficie del planeta.

Esta porción de los océanos se ha venido usando de múltiples maneras, desde el transporte de mercancías, que con el proceso de globalización se ha incrementado, siendo así que, hoy día, cerca del 90% del transporte se hace por medio marítimo.

Lamentablemente, los océanos se han empleado como descarga de desechos, a pesar de que en los años noventa se prohibió el uso de alta mar como “basurero”, la contaminación de origen terrestre continúa y se ha acelerado, siendo el tema de plásticos, una manifestación muy visible de ello. 

Asimismo, las comunicaciones desde el telégrafo, pasando por los teléfonos y ahora internet, dependen de los cableados submarinos, finalmente, alta mar se ha convertido en parte de nuestra despensa, donde la actividad pesquera constituye toda una industria que precisamente ha venido operando en alta mar con poca regulación, contribuyendo a la sobreexplotación de los recursos marino-costeros. Es interesante hacer notar que los recursos “vivos” de alta mar no fueron considerados como un bien común de la humanidad bajo la Convención de Naciones Unidas de Derecho del Mar de 1982.

Dos temas emergentes importantes de analizar dentro de éste esquema de gobernanza global son, el uso de tecnologías de exploración y explotación de los recursos marinos en alta mar, como la minería de minerales del fondo marino, siendo actualmente la explotación de manganeso, níquel, cobre y cobalto de importancia para algunos países que tienen la capacidad tecnológica para hacerlo. 

Estas actividades plantean preocupaciones ambientales significativas, ya que pueden tener impactos negativos en los ecosistemas marinos y las especies que los habitan, por ello Costa Rica, en conjunto con algunos otros países, ha llamado a una moratoria en la explotación minera. En fin, existe un fuerte debate sobre si estas actividades deben ser permitidas y en qué condiciones, así como sobre la regulación y supervisión de las tecnologías utilizadas.

Un segundo tema emergente es la mitigación del cambio climático: los océanos desempeñan un papel crucial al absorber grandes cantidades de dióxido de carbono de la atmósfera. Sin embargo, el aumento de las actividades humanas en alta mar, como la explotación de recursos y la contaminación, está afectando negativamente la capacidad de los océanos para actuar como sumideros de carbono.

De la misma manera, existe algún área de debate en términos de gobernanza de los océanos que la discusión del tratado ha evidenciado. En primer lugar, el tema de la propiedad de los recursos genéticos y su explotación por el sector biotecnológico. El Grupo de los 77 ha argumentado la propiedad común de la humanidad. La desigualdad en el aprovechamiento se ve claramente reflejada en que 10 países concentran el 90% de las patentes del mar, estos son Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia, Reino Unido, Dinamarca, Bélgica, Países Bajos, Suiza y Noruega.

Lo anterior está vinculado, en segundo lugar, a todo el asunto del acceso a los recursos de alta mar de manera equitativa y justa. El nuevo tratado tiene como objetivo establecer mecanismos para garantizar que los beneficios de la explotación de los recursos marinos en alta mar sean compartidos de manera equitativa y que se evite la explotación descontrolada y la inequidad en la distribución de los beneficios.

En tercer lugar, la delimitación de las áreas protegidas: el tratado propone establecer áreas marinas protegidas en alta mar para conservar la biodiversidad y los ecosistemas marinos. Sin embargo, hay debates sobre cómo se deben delimitar y gestionar estas áreas. Algunos argumentan que las áreas protegidas deben ser lo suficientemente grandes y estrictamente reguladas para garantizar una protección efectiva, mientras que otros sostienen que estas restricciones pueden afectar a las actividades económicas, como la pesca o la explotación de recursos.

Finalmente, también hay debate sobre el tema de la implementación y el cumplimiento, ya que existe preocupación de la capacidad real de hacer cumplir las regulaciones en alta mar, lo que podría dificultar la aplicación efectiva del tratado.

En conclusión, la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (1982) representó un hito importante en la gobernanza de los océanos, pero han transcurrido ya cuatro décadas y desde luego la realidad de los océanos no solo ha cambiado, sino que partes como alta mar se encuentran con muy poco nivel de regulación y protección. En ese sentido, el Tratado de Alta Mar viene a ser un instrumento más que necesario para una mayor y mejor gobernanza de nuestros océanos.

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