POR | 20 de agosto de 2024, 18:15 PM
Dra. Johana Alvarado/ ICF Young Leader Award.
Durante 17 días, París fue testigo de la grandeza humana en su máxima expresión. Los mejores atletas del mundo se reunieron para competir en 45 deportes olímpicos, enfrentando más de 300 competencias. Cada uno de ellos recorrió un camino con múltiples sacrificios, superando innumerables obstáculos, todo en pos de un sueño: alcanzar la gloria olímpica. Pero, ¿qué es lo que realmente define a estos atletas? ¿Es su destreza física? ¿Su velocidad? ¿O es algo más profundo, más intangible?
Consideremos el caso de Simone Biles, quien en Tokio 2020 demostró al mundo que la fortaleza mental es tan crucial como la física. En medio de la competencia, Biles decidió retirarse de varias finales para cuidar su salud mental. Este acto, lejos de ser una muestra de debilidad, se convirtió en un hito de valentía y autoconciencia. Para los Juegos Olímpicos de París 2024, Biles regresó no solo para competir, sino para redefinir lo que significa ser una campeona. Su historia es un recordatorio de que los obstáculos más difíciles a menudo no son físicos, sino internos.
En contraste, podemos reflexionar sobre la trayectoria de Eliud Kipchoge, el maratonista keniano que desafió los límites humanos al correr una maratón en menos de dos horas. Kipchoge no solo se enfrentó a la dureza del entrenamiento físico, sino que también luchó contra la incredulidad de quienes pensaban que su meta era inalcanzable. Su éxito en romper esta barrera demuestra que, aunque los objetivos altos pueden parecer imposibles, el verdadero fracaso radica en no intentarlo.
Nelson Mandela dijo una vez:
“El mayor peligro no es apuntar demasiado alto y no lograrlo, sino apuntar demasiado bajo y alcanzarlo”.
En la vida, como en los deportes, es fácil conformarse con lo seguro, con lo que sabemos que podemos lograr. Pero, ¿qué nos dice esto sobre nuestras aspiraciones? ¿Estamos poniendo nuestros sueños en un pedestal lo suficientemente alto como para inspirar nuestra grandeza, o nos estamos limitando por miedo al fracaso?
La comparación es inevitable: los atletas que se han reunido en París no llegaron aquí eligiendo el camino fácil. Han puesto sus metas en lo más alto, sabiendo que el riesgo de no alcanzarlas es grande, pero también conscientes de que el verdadero fracaso sería no haber intentado llegar tan lejos. En sus historias, encontramos lecciones valiosas para nuestra propia vida. ¿Qué tan alto están dispuestos a apuntar? ¿Qué sacrificios están dispuestos a hacer para alcanzar sus sueños?
Los Juegos Olímpicos no solo son una celebración del deporte, sino una celebración del espíritu humano, de la perseverancia frente a la adversidad y de la capacidad de soñar en grande. Como espectadores, no solo aplaudimos las victorias, sino que también somos testigos del coraje y la determinación que impulsa a estos atletas a superar sus límites.
Entonces, ¿qué aprenderán de ellos? ¿Se atreverán a fijarse objetivos tan altos que les asusten, sabiendo que, incluso si no los logran, habrán crecido en el proceso? ¿O se conformarán con lo seguro, con lo que ya saben que pueden lograr?
Al final, la pregunta no es si alcanzarán la meta más alta, sino si tendrán el valor de intentarlo.
Como Kipchoge, Biles y tantos otros, pueden elegir ser definidos no por los obstáculos que enfrentan, sino por cómo los superan. La verdadera gloria no reside en la victoria fácil, sino en la lucha constante, por lo que parece imposible. Y en ese viaje, descubrirán su verdadera capacidad para transformar sus sueños en realidad.
La próxima vez que se enfrente a un desafío, pregúntese: ¿Estoy dispuesto a arriesgarme a fracasar por la oportunidad de alcanzar la grandeza? ¿Estoy apuntando lo suficientemente alto? En la vida, como en el deporte, es en esos momentos cuando descubrimos de qué estamos realmente hechos.
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