POR BBC News Mundo | 11 de octubre de 2024, 17:15 PM
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El ayatolá Alí Jamenei, sucesor de Jomeini, es el líder actual de la República Islámica.

Cuando el presidente de Rusia, Vladimir Putin, se reúna este viernes por primera vez con el nuevo mandatario de Irán, Masoud Pezeshkian, habrá un tema ineludible en su agenda: la crisis en Medio Oriente y la posibilidad de una guerra entre Irán e Israel.

La confrontación actual entre Israel y los aliados de Irán, iniciada con el sorpresivo y sangriento ataque lanzado por el grupo palestino Hamás el 7 de octubre de 2023, ya afecta de lleno Líbano -donde Israel combate a la milicia chiita Hezbolá- y amenaza con llegar hasta Irán, luego que ese país disparó centenares de misiles contra Israel el pasado 1 de octubre.

La posibilidad de una guerra abierta entre Irán e Israel causa preocupación en la comunidad internacional, tanto por los daños humanos y materiales que puede generar como por sus posibles efectos en la economía mundial, pues se teme que Israel ataque las instalaciones petroleras de Irán o que Teherán interrumpa el flujo de barcos petroleros por el estrecho de Ormuz, por dónde circula diariamente más del 20% del petróleo que se consume en el planeta.

Pero el encuentro entre Putin y Pezeshkian en Turkmenistán, al margen de una cumbre de naciones de Asia Central, es especialmente importante para Irán, un estado que cuenta con muy pocos apoyos en la comunidad de naciones.

Irán tiene muy pocas opciones porque, si dejamos de lado a sus socios no estatales como Hamás o la milicia libanesa Hezbolá, coopera con un pequeño número de estados, pero en todos los casos esa cooperación es limitada”, dice Thomas Juneau, profesor de la Escuela de Posgrado de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Ottawa, a BBC Mundo.

Mansour Farhang, profesor emérito de ciencias políticas en el Bennington College (Vermont, EE.UU.), asegura que Irán es uno de los países “más aislados del mundo”.

Irán no tiene ningún estado socio o partidario que se identifique con su posición ideológica o con su política expansionista en la región”, dice Farhang a BBC Mundo.

Ese aislamiento de Irán no es nuevo -aunque se ha exacerbado por las políticas adoptadas desde el triunfo de la revolución islámica en 1979- y constituye un fenómeno que los expertos en relaciones internacionales han denominado como “soledad estratégica”.

Solo en el mundo

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Masoud Pezeshkian llegó a la presidencia en julio de este año, en una elección especial convocada tras la muerte del anterior mandatario Ebrahim Raisi en un accidente de helicóptero.

En un artículo académico publicado en 2014, Juneau explicaba esta “soledad estratégica”.

“Irán está solo en el mundo. Su aguda soledad estratégica es principalmente el resultado de factores estructurales inherentes a su lugar en los sistemas regional e internacional y es en gran medida independiente de las acciones de quien gobierna el país”, escribía.

“Su postura internacional no hace imposible la cooperación con otros estados, ni predetermina una condición de conflicto permanente con sus vecinos. La soledad estratégica, sin embargo, explica por qué Irán tiene intereses comunes muy limitados con sus vecinos y por qué la cooperación es difícil y costosa de lograr”, agregaba.

Distintos factores contribuyen al aislamiento de Irán, incluyendo el hecho de que se trata del único Estado étnicamente persa del mundo.

Adicionalmente, aunque se estima que hay medio centenar de países con mayoría de población musulmana, solamente en un puñado de ellos el grueso de la población es chiita, la rama del Islam en la que se inscribe Irán.

Este país también se ve afectado por su situación geográfica, pues se encuentra en un vecindario con estados fuertes con grandes ambiciones que han llevado a importantes guerras y rivalidades en el pasado.

Así, en su frontera norte (marítima) está Rusia; en el noroeste está Turquía, cuna del antiguo Imperio otomano y uno de los rivales históricos de los persas; en el oeste, está Irak, con el que comparte una larga frontera y con el que estuvo en guerra durante casi un década en 1980; al sur se encuentra Arabia Saudita, un país de mayoría sunita que alberga las dos ciudades más sagradas para el Islam y que junto a Irán es una de las dos potencias de referencia en la zona del Golfo.

En esa región también hay varios países gobernados por sunitas y que, además, tienen acuerdos de seguridad con EE.UU.: Kuwait, Omán, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin. Este último es la sede de la 5ta flota de EE.UU., mientras Qatar alberga el cuartel central de las fuerzas estadounidenses en la zona.

Otros países importantes con los que Irán comparte fronteras son India, Pakistán y Afganistán.

Por si fuera poco, en su texto Juneau destacaba que “la República Islámica no es miembro de ninguna organización regional importante ni de ningún acuerdo de seguridad, a diferencia de dos de sus principales rivales: Turquía, miembro de la OTAN; y Arabia Saudita, miembro de la Liga Árabe y del Consejo de Cooperación del Golfo”.

De los límites de la geografía a los de la política

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El rechazo a Estados Unidos y la negación del derecho a existir de Israel son elementos que definen la política exterior de Irán.

Más allá de las condiciones geopolíticas, de las rivalidades históricas y de las ambiciones de poder de cada Estado, las propias políticas adoptadas por Irán desde el triunfo de la revolución islámica han contribuido a su aislamiento internacional.

“Desde 1979, Irán ha adoptado una postura de rechazo al orden regional dominado por Estados Unidos. Aunque Teherán hizo algunos esfuerzos por cambiarlo violentamente en los primeros años de la revolución, desde entonces se ha convertido en un actor revisionista de objetivos limitados en lugar de ilimitados”, explicaba Juneau.

En aquellos primeros años, la revolución iraní definió algunas de las líneas maestras como su choque frontal con Washington, así como su rechazo a la existencia del Estado de Israel.

Mansour Farhang afirma que esa política contra Israel no tenía un sustento ideológico, sino que más bien era una jugada oportunista.

El principal objetivo del ayatolá Jomeini era exportar su revolución. Estratégicamente, él pensó en explotar el sentimiento antiisraelí que había en los países árabes. Creía que atacar a Israel, cuestionar su legitimidad y, de hecho, referirse a Israel como un cáncer que debe ser eliminado de la geografía de la región iba a ayudarle a ganar apoyos”, dice Farhang, apuntando que la revolución islámica había sido muy popular en sus inicios entre la población de los países árabes.

“Jomeini pensaba que enfrentarse a Israel era un llamado indirecto al público en general del mundo árabe, lo que también amenazaría a los gobiernos árabes”, agrega.

Explica que para ese momento, ya la mayor parte de los gobiernos árabes de la región habían llegado a la conclusión de que la confrontación con Israel no les iba a dejar nada de provecho.

Meses antes de la revolución islámica, Egipto firmó un acuerdo de paz con Israel y se convirtió en el primer país árabe en reconocer a Israel. Jordania, que tardaría 15 años en hacer lo mismo, mantenía desde la década de 1970 una cooperación informal con Israel en asuntos de mutuo interés.

En esos primeros años, los intentos de Jomeini de exportar su revolución hacia los países de la región no ayudaron a cosechar amistades. Uno de los primeros choques se produjo con el Irak de Saddam Hussein, donde la existencia de una mayoría chiita bajo un gobierno sunita parecía brindar una oportunidad para Teherán que terminó en una larga y desastrosa guerra.

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El ayatolá Jomeini quería exportar la revolución islámica.

“Hussein era legalmente responsable por invadir Irán, pero políticamente fue Jomeini quien antes envió dinero y agentes de inteligencia para promover actividades anti-Hussein en Irak”, señala Farhang.

Esa guerra, iniciada en 1980, pudo haber concluido en 1982, cuando Irán logró expulsar a las tropas iraquíes de su territorio y se presentó una oportunidad para la paz, con una resolución aprobada por unanimidad en el Consejo de Seguridad de la ONU llamando a un cese el fuego.

“Arabia Saudita y los estados del Golfo, ofrecieron a Irán US$20.000 millones para la reconstrucción de los daños causados por la guerra, si Irán aceptaba esta resolución la ONU, pero Jomeini la rechazó y dijo que querían ir de Kerbala a Al-Quds, es decir, de Irak a Jerusalén. Y la guerra continuó durante seis años más”, apunta Farhang.

Teherán también rompió relaciones con Egipto en 1980, luego de que ese país otorgara asilo al derrocado sha Mohammad Reza Pahlavi. Pero las diferencias han ido más allá. Teherán rechaza que Egipto haya hecho la paz con Israel, mientras en El Cairo han visto con recelo los vínculos y afinidades entre el régimen iraní y los Hermanos Musulmanes egipcios.

Más socios que aliados

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En las calles de Teherán se exhiben imágenes alusivas a sus aliados de Hamás y Hezbolá.

Pero si sus relaciones con los estados de su entorno no son las mejores, Teherán ha cultivado toda una red de organizaciones no estatales que le sirven de aliados y que componen lo que se ha dado a llamar el eje de la resistencia.

Se trata de una alianza liderada por Irán en la que también participa Siria y que incluye a las milicias de Hezbolá en Líbano, a Hamás y a la Yihad Islámica en Gaza, a los hutíes en Yemen, así como las milicias chiitas en Irak, Afganistán y Pakistán, entre otros.

Estas organizaciones son percibidas no solamente por Israel, sino también por Estados Unidos y por los países árabes del Golfo como una amenaza.

Sus acciones pueden tener impacto global como se ha visto con los ataques lanzados por los hutíes durante el último año contra barcos mercantes que atraviesan el mar Rojo, obligando a las navieras a tomar rutas alternativas más largas y costosas.

Estos desvíos han impactado los ingresos que obtiene Egipto por el tránsito de barcos a través del Canal de Suez, que han caído en torno a 50% en los últimos ocho meses, generando pérdidas de hasta US$6.000 millones, de acuerdo con el presidente egipcio, Abdel Fattah al Sisi.

Más allá de los actores no estatales, Irán tiene relaciones con multitud de naciones -de hecho, al menos 162 países tienen embajada en Teherán-, pero tiene pocos aliados reales, la mayor parte de los cuales están muy limitados en cuanto al apoyo que le pueden prestar.

Veamos cuáles son algunos de sus apoyos más importantes.

SIRIA

Es considerado como el único aliado real que tiene Irán en Medio Oriente. Sin embargo, el gobierno de Bashar al Asad tiene capacidades muy limitadas para respaldar a Teherán.

El gobierno sirio es extremadamente débil, no controla todo el territorio del país y está muy centrado en sí mismo debido al legado de la guerra civil. Por lo tanto, en términos de contribución potencial, Siria está bastante limitada más allá de servir como un trampolín geográfico desde el cual Irán pueda proyectar su influencia en el Levante”, dice Juneau.

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Tras la muerte del líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, el gobierno de Siria colocó vallas en las calles con un mensaje de condolencia del presidente Bashar al Asad.

IRAN Y LÍBANO

Aunque los analistas aseguran que Irán tiene gran influencia sobre lo que ocurre en estos países vecinos, esta no se ejerce a través de las relaciones formales entre gobiernos sino a través de los partidos y milicias chiitas que hacen vida en esos países.

Hezbolá ha gozado de una autoridad de facto que es autónoma del gobierno de Líbano. Aunque cuenta con legisladores en el Parlamento y ha tenido ministros en el gabinete, no representa formalmente al gobierno de ese país.

“En Irak, los partidos y milicias chiitas han infiltrado el gobierno y parte del aparato de seguridad, pero su lealtad en la práctica es hacia sus movimientos más que hacia el gobierno nacional”, comenta Juneau.

“El gobierno iraquí, por su parte, intenta hacer equilibrios en sus relaciones con Irán y Estados Unidos”, agrega.

RUSIA

Los lazos entre Teherán y Moscú se han reforzado en los últimos años, en especial, tras la invasión rusa de Ucrania. Irán se ha convertido en un proveedor de armamento para la ofensiva rusa, en especial, de drones.

“Ambos se han acercado mucho en el ámbito militar y de la seguridad”, apunta Juneau.

Moscú tendría muchas formas para devolver el favor, incluyendo la venta de aviones caza de última generación SU-35 o del poderoso sistema de defensa antimisiles S-400, que Irán ambiciona desde hace tiempo.

El tema es que decisiones de este tipo podrían dañar los vínculos de Rusia con otros países relevantes de la región como Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos o, evidentemente, Israel, país con el que Putin ha tenido relaciones cordiales y que pese a su alianza con EE.UU. ha permanecido hasta ahora al margen del conflicto ucraniano.

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China ayudó a que Irán fuera admitido en el grupo de los Brics.

CHINA

China ha sido durante años el principal comprador de petróleo iraní y, a pesar de las sanciones internacionales, todavía lo era a finales de 2023, de acuerdo con la agencia Nikkei. También es el mayor cliente de las exportaciones no petroleras de Irán.

Pero Pekín es una potencia con intereses globales que evita que conflictos ajenos afecten sus intereses.

China tiene mucho cuidado en equilibrar sus relaciones y en no acercarse tanto a Irán como para dañar sus vínculos con los rivales de Teherán. China no ha querido tener un rol importante en la política y seguridad de Medio Oriente porque quiere concentrarse en el lado comercial y quiere evitar verse afectado por estas disputas”, señala Juneau.

Mansour Farhang coincide: “China tiene muy buenas relaciones comerciales con cada país de la región. Su política exterior en Medio Oriente es similar a la de un empresario o a la de un comerciante”, apunta.

COREA DEL NORTE

Corea del Norte e Irán tienen una historia de intercambio de armas por petróleo que data desde la década de 1980, durante la guerra Irán – Irak.

Pyongyang enviaba armas y misiles, mientras Teherán enviaba petróleo y fertilizantes.

De hecho, los expertos creen que el misil iraní de medio alcance Shahab-3 es una versión que desarrolló Teherán a partir el misil norcoreano No Dong 1, que adquirió en la década de 1990.

El nexo entre ambos países se ha mantenido hasta ahora, pero tiene sus limitaciones debido a las fuertes sanciones a las que ambos países están sometidos.

Irán y Corea del Norte han colaborado durante años en cuestiones como la evasión de sanciones y la producción de armas, pero Corea del Norte es un Estado muy pobre con un papel reducido en Medio Oriente, por lo que los beneficios para Irán son limitados”, advierte Juneau.

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La Venezuela de Maduro es el principal aliado de Irán en América Latina.

VENEZUELA, CUBA, NICARAGUA Y BOLIVIA

En América Latina, Irán tenía una relación antigua con Cuba, forjada en el marco del Movimiento de Países No Alineados, pero los vínculos más estrechos se han desarrollado en los últimos años, principalmente gracias al establecimiento de una alianza estrecha con Venezuela y sus socios del ALBA, que incluyen a la propia Cuba, así como a Nicaragua y Bolivia.

Estos países comparten con Teherán un fuerte rechazo hacia Estados Unidos y suelen darse apoyo en el campo diplomático, coordinando sus posiciones en el seno de distintas organizaciones internacionales.

Su utilidad práctica para Irán, sin embargo, es limitada.

“Su apoyo es simbólico, pero no más que eso. A los líderes iraníes y de estos países les encanta reunirse y hacer conferencias de prensa en las que critican a EE.UU. y dicen que son socios en la oposición al colonialismo, al imperialismo, etc., pero en la práctica, desde una perspectiva militar y de seguridad, ¿pueden ayudar a Irán en su actual lucha contra Israel y los Estados Unidos? Creo que la respuesta es, en gran medida, no”, afima Juneau.

Así las cosas, en el contexto actual, parece que el apoyo más importante y poderoso que puede recibir Irán puede provenir de Rusia.

En este punto, sin embargo, los expertos no coinciden en sus valoraciones.

Farhang considera que si la crisis con Israel escala, Moscú -al igual que Pekín- optará por hacer llamados al cese el fuego, intentando no implicarse directamente en el conflicto.

Juneau, en cambio, piensa que Moscú podría dar un paso adelante. “Rusia e Irán ya mantienen un comercio muy productivo en materia de armas, tecnología e intercambio de información. Lo hacen en Ucrania. En caso de que continúe la tensión entre Irán e Israel, no tengo ninguna duda de que continuará y podría muy bien intensificarse”, apunta.

Ante esta incertidumbre, habrá que seguir con atención el encuentro de este viernes entre Putin y Pezeshkian en busca de pistas sobre hasta dónde estaría dispuesto a llegar Moscú.

BBC

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