Deutsche Welle
Harris advierte que Trump es "un gran riesgo" para EE. UU. si gana las elecciones
La candidata demócrata a la Casa Blanca cargó contra su rival republicano por proponer usar las Fuerzas Armadas contra los estadounidenses.
En el vestíbulo del templo de paredes blancas impolutas hay unos folletos con el dibujo de lo que parece ser un bebé sin vida.
“Mientras lees este párrafo, tres niños son injustamente masacrados en Estados Unidos”, se lee, refiriéndose al aborto como el “holocausto” de nuestros tiempos, un tema controvertido y clave en la campaña de cara a las próximas elecciones del 5 de noviembre.
Esos folletos son un vínculo claro entre religión y política, cada vez más unidas para parte del electorado en Estados Unidos.
La mayoría de los asistentes al servicio religioso son familias blancas jóvenes, con muchos hijos, que comparten todos los domingos el mismo ritual.
A las 10:45 comienza la ceremonia religiosa, con Deevers tocando la guitarra y cantando junto a los feligreses, para luego dar paso a un sermón basado en un pasaje bíblico del Evangelio de Juan.
Deevers, senador nacido en Elgin con seis hijos, un máster en Divinidad y un negocio en el sector inmobiliario, predica los domingos desde el púlpito y los lunes propone leyes como senador del Capitolio de Oklahoma, donde más del 80% de los legisladores son republicanos.
Él representa la dualidad político-religiosa que caracteriza a la mayoría de los líderes locales.
Una dualidad común en el llamado Cinturón Bíblico de Estados Unidos, al que pertenece Elgin: una vasta parte del país de fuertes convicciones religiosas y conservadoras donde pocos discuten quién ganará la disputa entre el republicano Donald Trump, que se presenta como protestante, y la demócrata Kamala Harris, una mujer que creció en un hogar de tradición protestante e hindú y que está casada con un judío.
Ubicado en el sur de Estados Unidos, el Cinturón Biblico es un extenso territorio que incluye al menos nueve estados de mayoría protestante en el que Trump arrasó en las últimas elecciones presidenciales.
Y así se espera que suceda de nuevo el 5 de noviembre.
Es un cinturón mayoritariamente rojo -el color que identifica al Partido Republicano-, en el que la influencia política de los líderes religiosos ha crecido en los últimos años y cuya hebilla está en el conservador estado de Oklahoma.
"¿Qué le pareció el servicio?", me pregunta Deevers, en un primer intento por descubrir quién soy mientras conversamos en una oficina de la iglesia sentados alrededor de una mesa junto a otros miembros de su círculo cercano.
"¿Le puedo hacer yo unas preguntas antes de iniciar la entrevista?", me dice. “Por supuesto”, le contesto.
Tras una larga conversación sobre asuntos religiosos, me cuenta que en el corto plazo su agenda política busca terminar con el aborto, eliminar la pornografía y poner fin al cobro de impuestos a la renta y a la propiedad.
Son ideas del sector conservador más ultrarreligioso, cada vez más influyente dentro del Partido Republicano que lidera Trump.
Pero en el largo plazo, su objetivo es mucho más ambicioso: convertir en una nación cristiana a Estados Unidos, considerado como el primer país explícitamente laico de la historia.
Y para llevar a cabo esa misión, una parte esencial de la estrategia es ocupar cargos políticos hasta llegar a los más altos niveles.
"¿Quiere convertir la Casa Blanca en el reino de Dios?", le pregunto. "Todo lo que está en la Tierra es el reino de Dios", esquiva.
Su visión política es que "hay que cambiar las estructuras de poder”.
“La mayor esperanza de esta nación, y la mejor persona para llenar el vacío de liderazgo es Cristo", explica.
Así también lo cree Aaron Hoffman, padre de cinco hijas que, a sus 37 años, se está preparando para ser el pastor de una nueva iglesia bautista.
Separar la iglesia del Estado, desde su punto de vista, no tiene sentido. “No hay manera de desconectar el cristianismo de la política”, dice.
El tema lo afecta tan profundamente que le corren unas lágrimas por las mejillas, mientras explica que los estadounidenses se han rebelado demasiado tiempo contra Cristo, pero advierte que aún pueden arrepentirse. Su visión sobre el futuro es que las leyes del país sigan las de la Biblia.
Caminando por el patio de la iglesia, con 35 grados en este domingo de julio, una de las fieles que asistió al servicio, Gina Desmarais, una mujer blanca de ojos claros, me cuenta que ha sido bendecida con cuatro hijos.
En vez de enviarlos a la escuela, ella prefiere educarlos en la casa, para que sigan los valores cristianos. Y si fuera posible, le gustaría vivir en un país gobernado según las enseñanzas de la Biblia.
"No se puede obligar a las personas a ser cristianos, no se puede obligar a sus corazones. Pero las políticas y las leyes que están alineadas con las Escrituras son buenas para todos, incluso para los que no son creyentes", dice con una voz muy serena.
Esa visión política del cristianismo protestante ha tenido manifestaciones bastante concretas en el Cinturón Bíblico este año.
En el estado de Luisiana, por ejemplo, se ordenó que todas las aulas de las escuelas tengan colgados en las paredes los Diez Mandamientos, mientras que en Alabama, la Corte Suprema determinó que los embriones congelados son "bebés", provocando el cierre temporal de algunas clínicas de fecundación in vitro por temor a que el personal médico sufriera consecuencias legales.
Y en Oklahoma, la Superintendencia de Instrucción Pública emitió un mandato en junio que hace obligatoria la enseñanza de la Biblia en las escuelas públicas del estado, generando una amplia controversia.
Siendo Oklahoma uno de los estados con la mayor escasez de profesores del país, la noticia no fue bien recibida por muchos maestros que, cansados de los salarios y el bajo presupuesto con el que funcionan las escuelas, reclaman que el mandato de las autoridades va contra la libertad religiosa garantizada en la Primera Enmienda de la Constitución del país.
Susie Stephenson, protestante y profesora de primaria de 44 años, denuncia que existe un clima hostil contra los profesores.
Aunque es religiosa, su postura es clara: “Hay que separar la iglesia del Estado".
Frustrada con la gestión del superintendente de Instrucción Pública, el republicano Ryan Walters, quien en mayo de 2023 calificó al sindicato de profesores de Oklahoma como una “organización terrorista”, Stephenson renunció a su cargo.
"Yo soy cristiana, la fe es muy importante en mi vida, pero no me gustaría que otra persona le enseñara la Biblia a mis hijos, ¡cómo voy a saber de qué manera la interpretan!".
Walters, quien ocupa un cargo elegido por votación popular, declinó una entrevista con BBC Mundo.
Stephenson piensa que la medida es parte de una agenda política de líderes conservadores que promueven el nacionalismo cristiano en Oklahoma.
Pero, ¿qué es el nacionalismo cristiano?
Samuel Perry, profesor de la Universidad de Oklahoma, experto en nacionalismo cristiano, explica que se trata de una ideología que idealiza y promueve una fusión entre la vida civil estadounidense y una etnocultura conservadora anglo-protestante.
En la práctica, agrega, existe una estrategia política para activar esa ideología en las personas que sienten que su influencia está disminuyendo en el país, principalmente entre los miembros de la clase trabajadora blanca.
Los ejemplos de Luisiana y Oklahoma ilustran cómo las escuelas se han convertido en uno de los campos de batalla de las llamadas "guerras culturales" que mantienen ultraconservadores y progresistas en todo el país.
"En vez de imponer la Biblia, deberían preocuparse de la pobreza en las escuelas", dice Erika Wright, fundadora de la Coalición por las Escuelas Rurales de Oklahoma, una organización de padres que busca mejorar la educación pública.
En Oklahoma la pobreza alcanza al 15% de la población, algo que parece impensable en el país más rico del mundo.
Estableciendo pequeñas iglesias en las comunidades más pobres, los pastores del Cinturón Bíblico tienen mucha influencia entre los creyentes y muchos la orientan hacia el sector más conservador del Partido Republicano.
Y Trump se ha convertido en los últimos años en el mejor vehículo para que este grupo logre avances.
Sin embargo, el pastor y senador Dusty Deevers cree que Trump no va tan lejos como a él le gustaría. "Está inclinando al Partido Republicano hacia la izquierda", argumenta. Por ello, cuando le pregunto por quién va a votar, me dice que aún no lo tiene claro.
Otros pastores de Oklahoma, como por ejemplo Jackson Lahmeyer o Paul Blair, apoyan al candidato republicano incondicionalmente, al igual que la mayoría de la población en Oklahoma.
“Trump fue enviado por Dios a gobernar este país”, explica por teléfono Lahmeyer, fundador del grupo Pastors4Trump (Pastores por Trump), cuyo objetivo es “movilizar al bloque de votantes evangélicos”.
Lahmeyer considera que “fue un milagro divino” que el expresidente sobreviviera al intento de asesinato en un mitin político a mediados de julio. “Estuvimos a un paso de una guerra civil en nuestro país”.
Excandidato al Senado de Estados Unidos por Oklahoma (perdió la contienda electoral frente a otro republicano), Lahmeyer rechaza ser identificado como un nacionalista cristiano.
“Eso no es más que una etiqueta que nos ha puesto la prensa para representarnos como una amenaza a la democracia”, afirma. "No es verdad".
Tampoco se define de esa manera el pastor Paul Blair, líder de la Iglesia Bautista Fairview en Edmond, un suburbio de Oklahoma City.
“Disculpe la ropa que llevo”, dice Blair vestido deportivamente, mientras caminamos hacia su oficina en el interior de la iglesia.
Sentado en su escritorio, el pastor me muestra sus fotos de la época en que fue jugador profesional de fútbol americano en la línea ofensiva de los Chicago Bears a finales de los 80.
Hoy Blair organiza campos de entrenamiento para pastores (Liberty Pastor Training Camps) donde estudian temas como la influencia cristiana en el gobierno o la defensa ciudadana de la libertad, para que los líderes religiosos “piensen bíblicamente en todas las áreas de la vida, incluyendo los ámbitos del gobierno civil, la economía, la sexualidad humana, la caridad y la familia”.
Se define como un “pastor patriota” y piensa que su país debe regresar a los valores del momento fundacional, cuando en 1776 se firmó la Declaración de Independencia.
“El gobierno no puede controlar a la iglesia”, dice el pastor, quien fue candidato a senador en Oklahoma.
“Sin embargo, los cristianos siempre han influido en el gobierno”, agrega.
Blair cree que el legítimo ganador de las elecciones en 2020 fue Trump y que las personas encarceladas por su participación en el asalto al Capitolio en enero de 2021 son “presos políticos”.
Ahora tiene la esperanza de que este 5 de noviembre Trump, quien ganó en Oklahoma con el 65% de los votos (una de las más altas mayorías en el país), se convierta por segunda vez en presidente de Estados Unidos.
Una esperanza compartida por líderes políticos protestantes conservadores que luchan en sus congresos locales por legislar contra todo lo que consideran progresista, como la diversidad de género, la libre orientación sexual o la defensa del aborto como un derecho.
Trump y su candidato a vicepresidente, JD Vance, son las personas que encarnan esa lucha.
Los seguidores del expresidente le agradecen, entre otras cosas, la histórica nominación durante su mandato de tres jueces en la Corte Suprema, asegurando una mayoría conservadora en el máximo órgano judicial del país por varias décadas.
Gracias a esa mayoría conservadora, la Corte Suprema eliminó en 2022 el derecho al aborto que estaba garantizado en el país desde hacía casi medio siglo, dejando la decisión en manos de cada estado.
Y eso hace que estados del Cinturón Bíblico como Oklahoma y Arkansas tengan leyes muy restrictivas sobre interrupción del embarazo: solo puede llevarse a cabo si la vida de la madre corre peligro.
En otros estados la ley incluye algunas excepciones como cuando se espera que el feto no sobreviva, en caso de violación o si la gestación tiene un máximo de seis semanas.
Carolina del Norte es el único estado del cinturón que permite el aborto hasta los tres meses de embarazo, una excepción que los protestantes conservadores consideran inaceptable.
El aborto es precisamente uno de los grandes temas en esta elección, ya que el ala más conservadora del Partido Republicano, la de más poder en el Cinturón Bíblico, no se conforma con lo logrado e incluso aboga por una ley que prohíba en todo el país la interrupción del embarazo, algo que quizás sea posible si vuelve al poder Trump.
A pesar de las diferencias que puedan tener con Trump, al que muchos ven como un libertino neoyorquino sin profundos valores religiosos, el magnate le abrió las puertas de la Casa Blanca a conocidos líderes protestantes conservadores durante su gobierno y sigue participando en eventos masivos con pastores evangélicos que le han dado su apoyo.
Con cerca de un 40% de la población estadounidense que se declara protestante, según el centro de estudios Pew Research Center, los republicanos se esfuerzan en tratar de conseguir los votos de quienes no les pueden perdonar a los demócratas su apoyo a que las mujeres decidan libremente sobre la interrupción del embarazo, entre otras cosas.
Pese a negar que vaya a buscar como presidente una prohibición nacional del aborto, lo que le ha costado críticas entre los más ultraconservadores, muchos creyentes ven a Trump como un candidato mucho más cercano a su fe que la demócrata Kamala Harris.
Si bien el Partido Republicano históricamente ha representado los valores conservadores de los estadounidenses, como el respeto a la tradición, la familia y la religión, junto a las ideas de libertad individual y liberalismo económica, la aparición de Trump en la arena política hace una década le ha dado un giro.
Con Trump se ha creado un movimiento dentro del partido con un fuerte componente político-religioso que apela a una base importante del electorado estadounidense.
Por ejemplo, durante su gobierno Trump firmó una orden ejecutiva para crear una nueva oficina en la Casa Blanca llamada Iniciativa de Fe y Oportunidades.
"La fe es más poderosa que el gobierno, y nada es más poderoso que Dios", dijo al firmar el documento.
La cara más conocida de los evangélicos en la Casa Blanca fue Paula White-Cain, quien pronunció la invocación religiosa en su toma de posesión y fue nombrada funcionaria de gobierno en su calidad de asesora especial de la Iniciativa de Fe y Oportunidades en la Oficina de Enlace Público.
Cuando Trump perdió las elecciones en 2020, muchos pastores salieron a proclamar que le habían robado la presidencia y muchos se unieron al recién creado movimiento de extrema derecha ReAwaken America Tour, liderado por el empresario de Oklahoma Clay Clark.
Actualmente, continúan organizando eventos a los que llegan evangélicos, defensores de las las armas, anti-inmigrantes, anti-LGBTQ+, anti-comunismo y todo aquel que siente que su estilo de vida está bajo amenaza y que sólo Trump los representa.
No es raro escuchar o ver pancartas en estos eventos con frases como "estamos en guerra", o "somos soldados de Dios".
Los mismos lemas que se repiten una y otra vez en redes sociales, la perfecta plataforma para la rápida expansión de estas ideas en tiempos en que las organizaciones religiosas han desarrollado una gigantesca industria de comunicaciones online.
Algunas de esas ideas están incluidas en el Proyecto 2025, la polémica propuesta radical de exasesores de Trump para reformar el gobierno federal y aspectos clave de la vida estadounidense.
El proyecto esboza cuatro objetivos principales: restaurar la familia como pieza central de la vida estadounidense; desmantelar el Estado administrativo; defender la soberanía y las fronteras de la nación; y garantizar los derechos individuales otorgados por Dios para vivir libremente.
Aunque el propio Trump se ha distanciado del proyecto, muchos creen que los influyentes grupos conservadores y religiosos detrás de la iniciativa le impondrán esa agenda si el republicano vuelve a la Casa Blanca.