POR | 16 de enero de 2017, 23:46 PM

Pablo Esparza

Especial para BBC Mundo, España

La contaminación encuentra la manera de meterse dentro de los edificios.

La capital de China es notoria por la contaminación crónica del aire. Tal es el nivel de polución que incluso dentro de la casa resulta casi imposible mantener el aire limpio.

Después de haber sellado con cinta casi todas mis ventanas, empecé a hacer lo mismo con las salidas de ventilación del aire acondicionado.

El objetivo es simple: cerrar todos los puntos de acceso por los que el aire tóxico se cuela dentro de nuestra casa en Pekín.

Incluso nuestras ventanas de doble vidrio no sirven para evitar la entrada del humo.

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Las partículas más dañinas -aquellas que tienen un diámetro menor de 2,5 milésimas de milímetro y que se conocen como PM2,5- encuentran la manera de filtrarse por los resquicios diminutos que quedan en las ventanas aunque estén cerradas.

Por eso, la única solución es usar cinta adhesiva.

Parece como si estuviésemos dentro de una de esas películas de las campañas de información gubernamentales de los años 70 sobre cómo sobrevivir un holocausto nuclear.

Sólo que no se trata de radiación lo que estamos tratando de evitar, sino las consecuencias de los combustibles fósiles.

Sala de máquinas

El dispositivo más útil de nuestro armamento es un monitor de PM2,5.

Tenemos dos -uno arriba y otro abajo- que miramos frecuentemente. Fue su llegada lo que nos llevó a cubrir las ventanas frenéticamente con cinta.

Las máscaras se han vuelto un elemento esencial para salir a la calle.

Cuando primero llegué a China, hace cinco años, no había forma de monitorear la calidad del aire en nuestra casa.

Como todos los demás, confiábamos con fe ciega que nuestros purificadores de aire estaban resolviendo la situación.

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Ahora nos damos cuenta de que no es así. Incluso ahora, en los días de contaminación elevada, tenemos dificultades para reducir los niveles de PM2,5 por debajo de los 25 microgramos por metro cúbico, el máximo recomendado por la Organización Mundial de la Salud.

Y eso es con múltiples purificadores de aire funcionando al máximo. Estas máquinas se encuentran en la esquina de cada sala -en algunas hay dos- y el ruido que hacen todas juntas nos da la sensación de estar viviendo en una sala de máquinas o en un avión de carga.

Bajo arresto

El problema de la contaminación del aire en china es tan severo que sus efectos se miden en más de un millón de muertes prematuras al añoyen la reducción marcada de la esperanza de vida -en promedio son más de cinco años- en las regiones más afectadas.

Así se ve Pekín desde el aire.

En las últimas semanas, un período en que la contaminación fue particularmente aguda y prolongada, la calidad promedio del aire en Pekín ha estado por encima de los 200 microgramos de partículas PM2,5 por metro cúbico, varias veces el límite máximo de seguridad del aire.

En los peores momentos, ha sido como vivir bajo arresto domiciliario, nuestros hijos encerrados durante días en nuestra pequeña casa donde el ruido es ensordecedor, pero donde al menos el aire es respirable.

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Y en China, el tema domina las redes sociales. La gente corrobora la calidad del aire con aplicaciones en sus teléfonos móviles.

Un grupo de madres en Pekín, armadas con sus propios medidores de partículas PM2,5, ha estado recorriendo la ciudad en busca de centros comerciales o cafés donde se filtra el aire para compartir esta información en las redes.

Peor que Londres en los 50

Es cierto que nuestra dependencia del petróleo y carbón es anterior al crecimiento económico de China. Pero el gigante asiático presenta un panorama de degradación ambiental que supera con creces al de Londres o Manchester cuando estaban cubiertos de niebla y hollín en los años 50.

Aunque muchos tienen conciencia del problema, no tienen los medios para hacer algo al respecto. Los filtros de un purificador por ejemplo, cuestan cerca de US$120 y hace falta cambiarlos cada seis meses.

Durante la mayor parte de este mes, la nube de aire tóxico sobre este país se ha extendido miles de kilómetros.

Esta nube gigantesca, formada por el hollín de las centrales eléctricas alimentadas por carbón y de los caños de escape de los autos, llena los pulmones de millones de personas.

Si bien hay más conciencia sobre el problema y eso hace que muchos estén tomando medidas para proteger su salud, muchos otros no están bien informados sobre el peligro que representa o no tienen los medios para hacer algo al respecto.

Un set de filtros para un sólo purificador de aire puede llegar a costar US$120 o más y deben cambiarse cada seis meses.

Combinación perfecta

El problema, por supuesto, no es solo responsabilidad de China.

Los teléfonos inteligentes, las computadoras, los televisores, los jeans y los zapatos que han estado produciendo las fábricas chinas en las últimas décadas son baratos en parte, al menos, porque que están hechos sin tomar precauciones sobre el medioambiente.

Los intereses de quienes tienen dinero y la élite comunista china que puede actuar sin rendir cuentas a nadie se han combinado de forma perfecta.

La mayoría de los días en Pekín son cómo el que vemos en la foto. Muy pocas veces el cielo se ve azul.

Occidente obtiene bienes baratos y China se hace rica sin los inconvenientes del escrutinio de un organismo independiente, la regulación o la supervisión democrática de otros mercados.

El verdadero costo se mide en los números que muestras mi monitor de contaminación, y el peso recae desproporcionadamente sobre los ciudadanos chinos.

Después de que desarticularon una rara protesta contra la contaminación en la ciudad de Chengdu, en el centro de China, uno bloguero se atrevió a hablar en favor de los manifestantes.

La policía, decía el blog, debería tener en cuenta de que las élites cuyos intereses protegen han enviado a sus familias a respirar aire limpio en el extranjero.

Lo detuvieron de inmediato.