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Después de varios años de relativa calma, Jerusalén Este se convirtió nuevamente en el foco de tensiones entre israelíes y palestinos.
Lo que comenzó con disturbios por los planes de desalojo de familias palestinas por parte del ejército israelí ha tomado la forma de violentos enfrentamientos que se han multiplicado en Gaza y en varios pueblos y ciudades israelíes.
La ONU llegó a advertir que se está avanzando hacia "una guerra a gran escala".
Y el historiador Vincent Lemire también lo piensa.
El experto en Medio Oriente, específicamente en Jerusalén, asegura que la ciudad atraviesa por un momento de violencia que no se veía desde la segunda intifada, a principios de siglo.
En ese entonces y, en realidad, desde hace mucho tiempo, Jerusalén ha sido un tema sensible para ambos pueblos.
Para Israel, toda la ciudad es su capital y esto no es negociable, mientras que los palestinos quieren hacer de Jerusalén Este la capital de la nación que algún día aspiran tener.
Sin embargo, la ciudad ha cambiado muchísimo demográficamente y esto ha tenido un impacto en el conflicto israelí-palestino.
Vincent Lemire es autor del libro "Jerusalem, Histoire d'une ville-monde" (Jerusalén, historia de una ciudad-mundo) y desde aquella ciudad milenaria explica, en entrevista con BBC Mundo, la situación actual y analiza por qué la ciudad vuelve a estar en el corazón de un conflicto que no parece tener solución.
Desde Jerusalén, ¿cómo describes la escalada actual en las calles de la ciudad?
En términos de intensidad, no habíamos visto tal nivel de violencia desde la última guerra en Gaza, en 2014. Y en cuanto a disturbios urbanos, esto no se había visto desde la segunda intifada.
Esta intensa crisis comenzó en Sheij Jarrah y la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén, tras una movilización organizada por la juventud palestina que intentaba hacer retroceder a los agentes de seguridad israelitas en la Ciudad Vieja el lunes.
Pero a las 6pm, la crisis dio un giro completo cuando Hamás disparó un aluvión de misiles e Israel respondió.
Por un lado tenemos a Jerusalén, que se encuentra bajo una movilización inédita y sorprendente, por otro tenemos a Gaza, y luego están las ciudades mixtas, donde hay muchos israelíes y palestinos y vemos disturbios de gran magnitud y enfrentamientos comunitarios.
Eso no se había visto desde la segunda intifada.
Hablando de 2014, ¿en qué se parece la crisis actual a la de aquel año?
En 2014 fue la guerra de Gaza. Fue una guerra que se limitó a Gaza. Hamás lanzaba misiles mucho menos sofisticados que los que vemos hoy y la armada israelí contraatacaba.
Hubo movilizaciones y ataques menores fuera de Gaza, pero Gaza fue el epicentro.
Hoy pasa lo contrario. Las movilizaciones comenzaron en Jerusalén, durante semanas en diferentes puntos, y Gaza finalmente se unió más tarde.
Gaza y Hamás estaban fuera de foco por semanas, pero trataron de meterse en el asunto y lo lograron.
¿Qué problemas hay actualmente en Jerusalén Este y por qué volvió a convertirse en el epicentro del conflicto?
Jerusalén representa el retorno de lo reprimido. Estuvo un poco fuera de la mesa de negociaciones del proceso de paz de Oslo, porque era demasiado complicado y se pensaba que no se podría resolver.
En Oslo se habló principalmente de refugiados, de colonias, de fronteras, etc.
Ahora que culminó el proceso de Oslo, que oficialmente este paréntesis llegó a su fin, Jerusalén regresa al centro del conflicto y recupera esa posición central, como el corazón del nacionalismo palestino y también de la identidad judía.
La demografía de la ciudad también ha cambiado bastante en las últimas décadas…
Totalmente. Una segunda razón es que actualmente el 40% de la población de Jerusalén es palestina, hay 300.000 palestinos dentro de las fronteras del municipio de Jerusalén.
El porcentaje de palestinos en Jerusalén apenas era de 25% luego de la guerra de los Seis Días (en 1967).
Así que vemos una curva demográfica ascendente en Jerusalén Este de la parte de los palestinos.
Esto juega un rol porque actualmente la extrema derecha supremacista está ganando terreno en Israel.
A la extrema derecha supremacista le molesta ver cómo Jerusalén se escapa de la soberanía israelí, que el 40% de la población de la ciudad es palestina y que 90% de la Ciudad Vieja es palestina. Esto crea tensiones.
Lo vimos en las últimas semanas con las manifestaciones de la extrema derecha israelí en la Puerta de Damasco de la Ciudad Vieja.
Allí se encontró frente a una población palestina que generalmente trata de ignorar, pero con el ramadán y las movilizaciones de los palestinos se le hizo imposible.
¿Cómo resumes el conflicto actual entre israelíes y palestinos?
Podemos responder a esto preguntándonos si lo que vemos es una tercera intifada.
Vivimos una nueva guerra de Gaza que no se va a acabar inmediatamente, eso es seguro. Pero, ¿estamos viendo una tercera intifada?
Desde hace años, yo creo que la tercera intifada ya está en marcha. Está en marcha desde al menos 2016-2017, especialmente en Jerusalén.
En julio 2017, la juventud palestina se rebeló en Jerusalén en contra de la instalación de puertas de seguridad en la Explanada.
Ahora estamos en una situación parecida: la defensa del espacio público de la Ciudad Vieja.
Intifada significa levantamiento en árabe. ¿Es un levantamiento? Sí, hay disturbios.
Es mucho menos estructurado que la segunda intifada y hay una menor militarización.
Es más una movilización de la sociedad civil, de la juventud, con la ayuda de las redes sociales y con reivindicaciones muy concretas y pragmáticas.
Gobiernos de todo el mundo le piden a ambos lados moderación, ¿qué más pueden hacer? Y en tu opinión, ¿qué ha hecho bien y cómo se ha equivocado la comunidad internacional?
No soy el único que piensa que la presión internacional no funciona. Sólo tiene un impacto en el gobierno de Israel, en sus gobiernos de derecha y en la opinión pública israelí.
Una prueba de ello es lo que pasó el lunes.
Tras la presión de la ONU, de Europa, pero sobre todo de EE.UU., que retomó una posición clásica, la misma de la administración Trump, el gobierno israelí envió señales para mostrar que deseaba una desescalada.
Dentro de ellas estuvo lo de la Corte Suprema que debía decidir sobre la expulsión de familias palestinas de Sheikh Jarrah, la prohibición de ir a la Explanada de Mezquitas para los judíos israelíes, etc.
Sabemos que los qataríes tienen un poder importante y todos necesitan a Qatar para que sirva de intermediario entre Hamás y el gobierno israelí cuando haya un cese al fuego.
Como Jerusalén, el conflicto israelí-palestino es un retorno de lo reprimido en la agenda diplomática mundial: ha sido ignorado por el mundo.
La era Trump les empañó la vista a los observadores, que terminaron por creer que el conflicto israelí-palestino podría terminarse sin ser solucionado.
Hasta que el conflicto no se resuelva, seguirá resurgiendo periódicamente, de diferentes formas e inesperadamente.
¿Qué queda del deseo de lograr la solución de dos Estados?
La solución de dos Estados murió hace mucho tiempo, sobre todo con los 650.000 colonos israelíes instalados en Cisjordania.
Pero sobre todo murió en el espíritu de los jóvenes palestinos. No está dentro de su agenda ni piensan en ello.
Luchan por sus derechos, por sus espacios públicos, sus condiciones de vida y una forma de igualdad con sus vecinos israelíes.
Y lo mismo pasa con los árabes que viven en Israel.
Del lado israelí, se ve que, debido a el auge de la derecha y de la extrema derecha, una gran parte del cuerpo político y ciudadano aboga por una anexión plena y entera de gran parte de Cisjordania.
En cierta forma, un Estado binacional ya existe. En todo ese territorio hay un solo ejército en acción, una moneda, el séquel y una sola frontera, la israelí.
El Estado binacional israelí-palestino ya existe, pero es un Estado donde cohabitan individuos que no tienen los mismos derechos.
La solución de dos Estados se aleja cada vez más y ya casi nadie habla de ello.
¿Cómo se espera que evolucione el conflicto en los próximos días?
Hasta el lunes, yo habría dicho que era posible una desescalada rápida, porque finalmente los jóvenes palestinos de Jerusalén obtuvieron la victoria que querían, lograron defender la Explanada de las Mezquitas, impidiéndoles la entrada a los israelíes nacionalistas a la Ciudad Vieja.
Entonces, eso pudo haber terminado ahí.
Pero después de lo que pasó el lunes en la noche, del disparo de misiles de Hamás y de la respuesta israelí, entramos en otra fase.
Hay dos partes interesadas en que el conflicto continúe y que sea fuerte.
El lunes a las 6pm Benjamin Netanyahu era un jefe de gobierno humillado, que había pasado el día retrocediendo frente a las reivindicaciones palestinas en Jerusalén.
Fue criticado muy duramente por toda la prensa israelí, de derecha, centrista, de izquierda.
A las 8pm, lo pusieron nuevamente en el puesto que más le gusta: de jefe de guerra.
No veo una desescalada rápida. Al contrario, probablemente en los próximos días veremos una intensificación del conflicto.
¿Y en el largo plazo?
No tengo previsiones particulares. Pero puedo decir que la solución de dos Estados ya no existe, ni siquiera teóricamente.
Vamos hacia un Estado binacional de facto, con combates esporádicos, puntuales, de palestinos para obtener los mismos derechos que los israelíes.