Por Natalia Jiménez Segura |14 de julio de 2021, 13:32 PM

Una semana después de ser nombrado y a cinco días de entrar en funciones, Ottón Solís anunció su renuncia irrevocable a la representación de Costa Rica ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Lo hace en medio de los fuertes cuestionamientos que su designación originó pero especialmente de la presión de los diputados de oposición por traerse abajo el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional si ese nombramiento no era revocado.

En una amplia carta dirigida al presidente Carlos Alvarado, el excandidato presidencial y fundador del Partido Acción Ciudadana dijo que los intereses del país siempre debían estar "en primerísimo lugar".

"En el tira y afloja de los procesos políticos nunca debe tirarse ni aflojarse hasta el punto en que se hiera al país, aunque los otros no tengan la razón", aseguró.

"Espero que esta decisión, la cual tomo pensando exclusivamente en el bien de Costa Rica, al atender la verdadera e impresentable razón de los diputados, extermine sus excusas, les haga deponer sus amenazas y procedan a votar favorablemente y con celeridad, el préstamo del FMI y otros importantes proyectos de ley que esperan el trámite legislativo", añadió.

Guerra

El nombramiento de Solís, que el propio presidente Alvarado defendió a inicios de esta semana como un tema de "criterio", había desencadenado una guerra abierta entre el Ejecutivo y el Legislativo.

Desde el lunes, la oposición sacó el crédito de $1.778 millones con el FMI de la orden del día pese a que se había acordado que ese día recibiría segundo debate.

Ese mismo lunes se aprobó una moción para dejar sin efecto el nombramiento del también exdiputado y se presentó una propuesta de censura contra prácticamente todo el gabinete actual, a excepción del Ministerio de Comercio Exterior.

La razón es que los diputados aseguran que el Gobierno violó la ley al elegir a Solís sin el respaldo técnico del COMEX, tal y como está retratado en la ley de adhesión a la OCDE.

Pero además se esconde detrás la profunda enemistad que hay entre la oposición y la figura del excandidato, al que ya habían pedido su renuncia inmediata al Banco Centroamericano de Integración Económica por la estafa del PAC contra el Tribunal Supremo de Elecciones.

Las presiones del Congreso, que hasta ahora no habían tenido ningún eco en el Gobierno, amenazaban con romper el delgado hilo que hasta ahora mantiene unido a esos dos poderes de la República, con toda la agenda del FMI por delante y a 15 días de que el Ejecutivo pierda el control de la convocatoria de proyectos de ley.

Exministros, empresarios, analistas y otros sectores levantaron la voz por el enorme daño que esa guerra política tendría finalmente en la ciudadanía, golpeada por la pandemia y el desequilibrio fiscal que precisamente busca combatir el acuerdo con el Fondo.

Hoy, luego de una semana de guerra, es Solís el que se hace a un lado para poner un alto al conflicto, pero habrá que esperar el paso de los días para hacer la evaluación final de los daños.