Tía Zelmira: ¿El último vals con Sabina en la Sabana?
El concierto de Joaquín Sabina no fue un velorio ni una despedida, fue una sorpresa, casi un milagro.
Por Rogelio Benavides / benapresa@gmail.com
Cumpleañeros
Realmente me complace saludar a tres amigos muy queridos que celebran su cumpleaños este viernes 14 de marzo; se trata del ex Presidente de la República Rafael Ángel Calderón Fournier, el periodista e historiador Armando Vargas Araya y del catedrático Fernando Leñero. También celebran su natalicio esta semana la empresaria Holly Peraza (cumple el 16 de marzo), el excelente fisioterapeuta Jorge Enrique Tenorio Madrigal (16), la embajadora Marcia Montes Cantillo (17), el Dj Doctor Leo (17), la escritora Maybelline Reyes (17), el locutor y animador Tony “El Tigre” Bertarioni (18), el empresario Alfredo Sasso (18), el comentarista taurino Michael Bleak (18), la zarina de la moda Amanda Moncada (18), la DJ Oriana Chacón (18), la funcionaria María José Chueca (18), el abogado Raymundo Macís (18), la modelo Laura Méndez (18), la productora Jendry Marín (19), la periodista Nayuribe Vargas (19), la presentadora Keyla Sánchez (20) y la modelo Nella Chase (20). ¡Felicidades!
¿El último vals con Sabina en la Sabana?
El 8 de marzo había subido hasta la tierra alajuelense de los carrizos, a festejar el cumpleaños de mi mejor amigo. Subí cerca del mediodía, con la idea de bajar al atardecer, para llegar a tiempo al Estadio Nacional al esperado último vals con Joaquín Sabina —¿esta vez sí?— y ocupar mi asiento en Calle Melancolía, gracias al boleto que me regaló un buen amigo.
Llegué repleto de dudas. No sabía si iba a un entierro, a un velorio o a ver cómo le practicaban la eutanasia al pobre de Joaquín, en su ¡Hola y adiós! “De pronto me vi, como un perro de nadie, ladrando, a las puertas del cielo”, pero el cielo no respondió, estaba parcialmente nublado. El orden, la educación y la solidaria pena de los dolientes, nos permitió acomodarnos rápidamente en nuestros asientos.
La cara —de melancolía— de todos no se podía obviar. Allí estábamos reunidos para esperar lo peor, si es que no había posibilidad de algo mejor, sin olvidar el último concierto que habíamos escuchado en este mismo escenario y que fue casi un caos, pero callamos, sabidos de que este rosario de cuenta infelices, calla más de lo que dice, pero dice la verdad.
Así las cosas, acudimos con dudas y con abejón en el buche, sin olvidar que, como Antonio Machado, Sabina habla en verso y piensa en poesía. Sí, todos sabemos que él es mucho más que un cantautor, es un poeta que no ha dejado de sorprendernos con versos románticos sobre la vida, el amor, la amistad, las ilusiones y de cualquier cosa sin importancia. Algunas de sus frases más célebres han pasado a la posteridad de la historia de la música y merecen ser recordadas generación tras generación. Esa llama mantuvo vivo siempre nuestro espíritu.
Y llegó el momento más esperado de la vela. En las pantallas apareció el video:
“Cuando no salga mi jeta en los diarios
Ni los novios bailen ya noches de boda
Cuando solo esté de moda si me caigo otra vez del escenario
Cuando el otoño esté más loco que una cabra
Cuando cenes en el bar del hospital
Cuando ensayen los colegas las palabras que dirán el día mi funeral
Cuando no sepa la orquesta la canción que te escribí
Cuando las casas de apuestas no den un euro por mí
Cuando cierran las cantinas y el laurel de mi corona sea de espinas
Aún voy a guardar un último vals para ti…"
Después de todas esas verdades, apareció Joaquín, más vivo que nunca. Entró caminando por sus propios medios, sin silla ni camilla. No se repartan nada que hay Sabina para rato, parecían decir muchos con signo de interrogación.
“Tú, que corriste a rescatarme de las llamas
Tú, que pusiste paz en mi ciudad sin ley
Tú, que aprendiste en mis electrocardiogramas
Que hace tiempo que no sigo siendo el rey…"
Ahí estaba el monarca de carne y hueso, tirando más de un beso, porque prefiere ser un donnadie que un Don Juan. Arriba estaba la Luna que a veces se escondía —para no verlo sufrir— y que a veces se dejaba ver en una noche incomparable, hecha a la medida de tan singular despedida, “deshojando margaritas que nunca dicen que sí”.

Y la noche siguió, como siguen las noches que no tienen mucho sentido, pero esta tenía motivos de sobra, para reír, celebrar y también llorar. Nadie lo decía, pero todos estábamos felices de ver a Joaquín mucho mejor que en el penúltimo cuplé.
Joaquín cantó todas las canciones, saludó, bromeó, recordó, recitó miles de versos, lloró y convenció, aun con su voz de lata, que lo aqueja desde hace muchas noches. Artista completo y total, no hizo como muchos, que dicen la primera línea de un verso y dejan que el público termine el párrafo. El flaco no recurrió a esa mala costumbre de quienes ya nos les queda fuerza en los pulmones ni en la voz ni el cerebro. Cantó y encantó.
Eso sí, al capítulo dedicado a Chavela Vargas, le entró con sumo cuidado para no molestar a quienes —por la majadería que sea—, rechazan a la compatriota mexicana. Error. Siendo sus incondicionales, si él quería rendirle tributo a la dama de poncho rojo, mestiza ardiente de lengua libre, gata valiente de piel de tigre, con voz de rayo de luna llena, pudo hacerlo sin explicaciones… y pasó lo que tenía que pasar: al final coreamos que las amarguras no son amargas, cuando las canta Chavela Vargas. No se diga más y nada de caritas.
Sabina sollozó, pero disfrutó. Sabina fue generoso con el público, con Costa Rica y con el pura vida. Hizo todo lo que quiso y hasta habló de amores, sin permiso. Saludó a Nerina, a Ángela y a Marcela y no siguió porque los caballeros no tienen memoria.
En aquella vela multitudinaria, todos andaban con la misma actitud: riendo, disimulando y escondiendo la pena; los que lloraron fue de alegría, de nostalgia o de neuralgia. No hubo despedida, ni nada que lamentar, porque a sus setenta y seis, el ídolo está más vivo que nunca. Es probable que la de aquella noche fuera la del adiós, pero todavía faltan muchas lunas para llorar por última vez.
El concierto me gustó, el repertorio me llenó, la orquesta se pasó —de buena— y Mara Barros nos sedujo y nos cautivó. Sabina hizo, sin duda, su mejor concierto en San José, porque es agradecido y es bien nacido.
Gracias Joaquín por haber guardado ese último vals para los que más te queremos. Gracias por el rocanrol de los idiotas, por el bolero triste y por el tango del quinielista; otros bailarán el reguetón en la oficina, porque todavía hay ritmo y sangre en sus venas.
Eso sí, no nos dieron las diez ni las once, porque a las 9:45 todo el mundo se fue, sin chistar. Por ahora, no se repartan nada, porque aún falta una balada, “cuando ensayen los colegas las palabras que dirán el día mi funeral”. Gracias Joaquín por enseñarnos que hay que ser feliz, aunque solo sea por joder.

La mejor crónica
El domingo siguiente del sabinazo en el estadio, cuando escuchaba en mi casa El último Vals, cuando pensaba qué putas escribir, me encontré en La Nación la crónica de Juan Pablo Sanabria, titulada Joaquín Sabina lloró al decir ‘hola y adiós’ a Costa Rica. Entonces me olvidé de mi propósito de escribir necedades, tras comprobar que el texto de Sanabria, es de lo mejor que he leído y, además, coincidimos en que el concierto tuvo un aire funerario, sin olor a cala, más bien a cerveza. Por favor, que examinen a ese muchacho, porque no es normal, en estos tiempos, veloces como un Cadillac sin frenos, que un periodista escriba tal poesía. Parte de su relato dice así:
“El concierto de Joaquín Sabina este 8 de marzo —escribió Sanabria— tuvo un aire funerario. O más bien, fue un ambiente como el de una vela de pueblo para el personaje más querido; en el que no faltan los gritos y las carcajadas, y la pena se lleva dentro. En procesión, algunos riendo y otros llorando, el público del Estadio Nacional caminó por la Calle melancolía hasta topar con cerca.
“Y sí, a los 76 años y con algunas complicaciones de salud, pensar en el retiro es una decisión sensata y previsible. Pero es que, en el fondo, nadie pensó que ese día llegaría. Porque Sabina pasó los 40 y 10, los 50 y 10, los 60 y 10... y como los borrachos, amagó una y otra vez con la del zarpe.
Pero por fin le llegó el momento de colgar su sombrero, y lo hizo ante miles que se quitaron los suyos ante él. Entre Lágrimas de mármol entró lleno de emoción al escenario, dispuesto a tomar por los cuernos a ese toro bravo que significa decir adiós a quienes no quieren saber de su despedida. Su voz, más cansada que nunca, daba la sensación de que lentamente arrastraba los pies por la melodía y que la armonía de su banda era el viento que la empujaba a seguir. Porque el tiempo pasa inexorable, y si, como dice en Noches de boda, el escenario le tiñó las canas; las décadas de ser Sabina también cobraron su factura.
“Dominado por la emoción, se secó el llanto y conmovido pedía con señas que el público parara la ovación. Sabina deseaba continuar, sí, pero sobre todo, su orgullo de macho de mil aventuras lo llenaba de un pudor que le dictaba que dejara de llorar frente a la audiencia.
“Contigo y Princesa, clásicos infaltables, cerraron la noche cuando aún faltaba un cuarto de hora para que llegaran las 10 p. m…. Sabina y su banda se despidieron, sin que nadie les reprochara el tiempo que faltaba, y aunque todos querían gritar “otra, otra”, nadie lo hizo. Todos en comunión, entendieron el momento de decir adiós y se marcharon a masticar, cada quien a su forma, el hecho de que nunca más verán a Sabina en concierto. Porque sí, luego del melancólico espectáculo, para todos los sabineros “la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido”.
¿Qué les parece esa forma de escribir de este periodista? Confieso que es de lo mejor que he leído sobre Sabina, es cierto que estaba yo un poco afectado por el inminente adiós, pero esta crónica de Juan Pablo Sanabria me convenció.

Johnny Araya sabinero
Aunque no llevó sombrero, menos bombín, el ex alcalde de San José Johnny Araya es un sabinero confeso, tanto que nunca se ha perdido concierto de Sabina y una vez lo saludó en Madrid y muchas veces más aquí, en san José. Como era de esperar, Araya acudió este 8 de marzo al concierto acompañado por su esposa Sandra León. Al día siguiente, Johnny escribió:
“Anoche asistimos al concierto de despedida de Joaquín Sabina. Hubo muchos aplausos, la gente hizo coros con sus canciones, pero también hubo muchas lágrimas por saber que era la última vez que veíamos a Sabina en un escenario de nuestro país. El sentimiento de nostalgia se apoderó de todos los que asistimos al concierto y cobró verdadero sentido, sobre todo en su parte final. La nostalgia es una palabra que siempre me ha gustado, se compone de dos términos: “nostos”, que en griego significa retorno, recuerdo y “algos” que significa dolor. Pero es un dolor por un recuerdo bonito, memorable, como sucedió anoche en el Estadio Nacional.
Al igual que muchos costarricenses, que mis hijos y casi todos mis sobrinos me considero un Sabinero y lo seguiré siendo por el resto de mi vida.
Tuve el gusto y el honor de compartir con él algunos momentos y conocer a ese ser humano excepcional que ha marcado una de las mejores épocas de la música y de la trova. En una ocasión le dije que él era un monumento a la irreverencia y de inmediato me corrigió para decirme: “oye tío, la irreverencia no tiene monumentos”. Ignacio Santos escribió en 1996 un hermoso artículo de Sabina que tituló “Ódialo o quiéralo” y entre muchas buenas cosas decía que Sabina “desde los 14 años anda diciendo lo que piensa sin pensar en lo que dice”. Llevaré por siempre en mi mente y en mi corazón a este gran artista y a sus canciones. Sabina y Serrat ya van de salida… ¿quiénes siguen? Que triste, aún no los vemos. Muchas gracias a Flor Carreras por promover este concierto cómo buena sabinera, que ha sido desde hace muchos años”.

Calderón Guardia con Escudo Azul
Desde el pasado 10 de marzo el Museo doctor Rafael Ángel Calderón Guardia forma parte de una selecta lista de edificaciones patrimoniales que son reconocidas con el Escudo Azul.
Este es un emblema otorgado por la Cruz Roja Costarricense, para la protección de espacios patrimoniales para que sean protegidos en caso de conflicto armado, desastre natural o humano. Para este acto, se contó con la presencia de Rafael Ángel Calderón Fournier, ex Presidente de la República; Gloria Bejarano, ex Primera Dama de la República; María del Rosario Calderón Fournier; Jorge Rodríguez Vives, ministro de Cultura y Juventud; Dyanne Marenco, presidenta de la Cruz Roja Costarricense y representantes de colegios y del Cuerpo Diplomático. Eugenia Gutiérrez Ruiz, diplomática y presidenta de la Comisión Costarricense de Derecho Internacional Humanitario, resaltó que “este momento marca un compromiso renovado con la protección y preservación de nuestro patrimonio; un legado invaluable que nos conecta con nuestra historia e identidad”.
El acto finalizó con las palabras de Rafael Ángel Calderón Fournier, ex Presidente de la República, quien de manera emotiva recordó la memoria de su padre, su trabajo y esfuerzo por convertirse en el gran reformador social de Costa Rica. Además, aprovechó para agradecer la gestión del Ministerio de Cultura y Juventud, la Dirección de Patrimonio y la Cruz Rojas Costarricense y señaló la importancia de este emblema, para que las próximas generaciones puedan disfrutar del patrimonio costarricense que alberga este museo. Justo el 10 de marzo se conmemoró el 125 aniversario del nacimiento del Reformador Social de Costa Rica, el Doctor Rafael Ángel Calderón Guardia.

Te tengo un vieras…
Vieras que estos días descubrí un maravilloso rincón gastronómico español llamado Castañuelas Flamenco, allá por las inmediaciones del hospital Calderón Guardia, barrio Aranjuez, diagonal a Asembis. El sitio es pequeño, agradable y cuidadosamente decorado. El menú es un fiel reflejo de los platillos más reconocidos de España y los precios son cómodos. Ya he ido cuatro veces a este lindo lugar y siempre he salido satisfecho. Además de su preocupación por ofrecer buena comida, también tienen presentaciones artísticas y culturales.
Este jueves, por ejemplo, se presentó el maestro Roberto Víquez, quien ofreció un especial de guitarra flamenca. Para este viernes 14, a las 7:30 p.m., está anunciada la presentación de la bailaora Fernanda Jara y, el sábado 15, Javier Calderón tendrá un especial de baladas y boleros. En este sitio no cobran “cover” y se pueden hacer reservaciones por medio del 4702-3457. Vayan a probar todo lo bueno que hay en Castañuelas Flamenco, se los recomiendo.

Vieras que el pasado 10 de marzo cumplió 114 años doña Marita Camacho Quirós viuda de Orlich, una mujer que ha marcado la historia del país no solamente como Primera Dama (1962-1966), sino también como un símbolo de compromiso social, elegancia y solidaridad. Nacida en San Ramón de Alajuela en 1911, acompañó a su esposo, el expresidente Francisco José Orlich Bolmarcich, en una época clave para el desarrollo del país.
La labor de la Primera Dama se centró en la promoción del bienestar infantil, apoyando la construcción de escuelas, centros de nutrición y, especialmente, el fortalecimiento del Hospital Nacional de Niños, inaugurado en 1964. La vocación de servicio de doña Marita trascendió su papel institucional, dejando una huella imborrable en la vida de muchas familias costarricenses. Al alcanzar los 114 años, doña Marita Camacho Quirós se consolida como la persona más longeva en la historia de Costa Rica y la ex primera dama más longeva del mundo.

Vieras que la hermosa Jalé Berahimi, imagen y propietaria del centro de belleza Bomboré, publicó unas fotos en las que enseña un cuerpo realmente espectacular, las cuales generaron muchos comentarios positivos. En sus andanzas profesionales y comerciales, Jalé se encontró con su ex compañero de Intrusos, Steven Barahona, y recordaron aquellos tormentosos tiempos en que la gente, donde los veía venir, salían corriendo para que no los metieran en chismes. La verdad es que aquel programa, comandado por el bueno de Gilberto Valencia, fue exitoso y marcó toda una tendencia en las informaciones televisivas de nuestro país. Felicidades a los tres colegas.

Eso es todo, los quiere Tía Zelmira, la que todo lo mira.