Tres jóvenes demuestran que es posible estudiar en condición de pobreza
Los tres muchachos sueñan con ser profesionales, consientes, eso sí, de todos los sacrificios que para eso tendrán que pagar.
Para llegar a la casa de la familia Gutierrez Rodríguez, hay que pasar un puente de hamaca y seguir un trillo de unos 200 metros, que gracias a que no ha llovido el día de nuestra visita se puede pasar sin problema.
Unas latas son su casa. Lo que uno llama goteras aquí no hay, son más bien huecos en las paredes y el techo, que aunque se ven tan grandes, los miembros de la familia dicen que uno no se moja aquí adentro.
Antes de conocer a toda la familia, le presentamos su sustento. Una vaca flaca le permite a doña Olga ganarse un poquito vendiendo queso, para ella 5 mil colones que gana con esto es casi una fortuna.
A punta de esta vaca y una pequeña pensión que quedó cuando su esposo murió, la familia hace frente en la medida de lo posible a sus necesidades, nunca suficiente para comprar un diario completo.
En total son 12 hijos, pero aquí viven los cinco menores. Stephanie, Flavio, Gretel, Priscila ,que cuando llegamos no estaba porque andaba en el colegio, y Yasira, quien sufre mínimo una convulsión al día y que vive antojada de atún, un lujo que no puede darse seguido.
Cocinan con leña a falta de una cocina que funcione. En ausencia de sillas, el juego de mesa lo completan dos baldes. Y una computadora regalada es un adorno que prende de vez en cuando. Lo único que hay de sobra son muñecas y peluches que han acumulado a través de los años.
Flavio y Stephanie son los mayores en la casa. Los dos estudian. Él está terminando su bachillerato y ella cursa Terapia Física en la UCR, donde aunque con beca, a veces tiene que aguantarse las ganas de comer.
Le preguntamos a Flavio por sus necesidades y nos dejó claro que no pide grandes cosas. Él asegura que requiere de un trabajo que le permita ayudar a su familia y sacar su profesión. Su sueño es ser médico.
Los tres muchachos sueñan con ser profesionales, consientes, eso sí, de todos los sacrificios que para eso tendrán que pagar.
La Fundación Monge decidió que es hora de darle un poquito de comodidad a esta familia.
Con la ayuda del Club de Leones, la fundación atravesó todo y puente con refrigeradora, mesa, colchones, cofeemaker y pantalla entre otras cosas, para alegrar a esta familia.
Las palabras sobraron y la emoción de esta familia se desbordó.
Estamos seguros que este fue un buen día del niño y que doña Olga nunca antes tuvo un día de la madre, aunque fuera por atrasado, con tantos regalos.