4 de septiembre de 2014, 8:59 AM

Don Wilson Monge empezó a pescar más por costumbre que por gusto. Pero luego de algunos años, los costos de los implementos para su labor lo empujaron a cambiar de actividad económica.

Por eso decidió dejar atrás las redes de pesca para convertir su bote en un medio de transporte para los miles de turistas que visitan el Parque Nacional Marino Ballena.

Así fue como las ballenas que veían durante sus viajes de pesca se convirtieron en sus grandes aliadas. Hoy en día, el 95% de la población en ese sector se sostiene gracias al turismo.

Desde guías y capitanes, hasta trabajadores de hoteles y vendedores de artesanías se benefician con la llegada de turistas.

En el hotel La Cusinga, por ejemplo, buscan atraer visitantes ofreciendo una estadía rodeada de naturaleza.

La comunidad también ha entendido la importancia de cuidar a las ballenas, pues actualmente se calcula que quedan apenas 10.000 ejemplares en el hemisferio sur y unos 7.000 en el hemisferio norte.

Durante los tours se rigen por una serie de parámetros de buenas prácticas, que buscan provocar el menor estrés posible en estos cetáceos.

Así se puede lograr que el turismo y la conservación vayan de la mano.