Por Andrés Martínez |22 de septiembre de 2015, 9:20 AM

El tiempo en silencio, sin contacto con sus antecesores, no impidió que escapara a llamadas de atención.

Luis Guillermo Solís recibió regaños de Óscar Arias, Abel Pacheco y Laura Chinchilla, a cambio del apoyo a su reforma fiscal.

La más fuerte fue quien le entregó el poder. Chinchilla dijo que le expresó su preocupación por las críticas y acusaciones que el mandatario hizo a su Gobierno.

Este lunes fue ese último encuentro. El cierre del ciclo de consejos de los exmandatarios ya venía con el tinte de tensión entre Chinchilla y Solís.

Esto porque Solís no había desaprovechado oportunidad para calificar de finca encharralada lo que había heredado del gobierno anterior. Además de algunas acusaciones y denuncias que hizo en su informe de los 100 días.

Oscar Arias también le llamó la atención. No solo por el manejo de su política económica, sino por los resultados que podría tener con la reforma fiscal.

“Soy escéptico, se lo acabo de decir al presidente, porque ya se fracasó, se fracasó con don Abel, fracasé yo, fracasó doña Laura, y creo que ahora sencillamente no nos podemos dar el lujo de que Luis Guillermo no tenga éxito en la aprobación de estos nuevos tributos”, apuntó.

Y unos días después lo hizo Abel Pacheco, a su estilo, también hizo el llamado de atención sobre el gabinete.

“Le conté la anécdota de que en política la cosa no es por cariño ni por amistad, la cosa es por efectividad de los ministros. Hasta le conté la anécdota cuando dije que si fuera por cariño tendría a mamá en el ministerio de Hacienda”, dijo en aquella ocasión.

Solís se llevó a Zapote los regaños, al tiempo que sí alcanzó que los otros exmandatarios le tendieran una mano para impulsar los nuevos impuestos.

Pero además con la advertencia de que en el Congreso y otros sectores los nuevos tributos no tienen el clima muy favorable.