Por Jose Ernesto Herrera |13 de noviembre de 2024, 18:55 PM

En Turrialba se respira algo especial, un aire de santidad que todos sienten al recordar al querido Padre Placita. La historia de este sacerdote comienza en 1978, cuando llegó a Costa Rica con la intención de viajar a Cuba, aunque su camino tomó otro rumbo al no obtener la visa para su destino. 

Fue así como Turrialba se convirtió en su hogar, y desde 1980 hasta el 2000, dejó una huella profunda en la comunidad (ver historia completa en la nota adjunta). 

El Padre Placita, siempre conversador, sonriente y atento, hacía que todos los que se acercaban a él se sintieran como “su favorito”. Fue un guía espiritual, un amigo y un consuelo para muchos, y su memoria sigue viva. 

Tras su fallecimiento en 2018, sus restos fueron trasladados nuevamente a Turrialba, llenando a la comunidad de una presencia que para muchos tiene un aroma a santidad. En la tradición católica, este “olor a santidad” representa el reconocimiento popular de una persona que irradia una conexión genuina con Dios.

Personas de Turrialba tienen historias que hablan del impacto espiritual del Padre Placita en sus vidas. La doctora Carmen Rodríguez, médica local, recuerda a varios pacientes que, con diagnósticos reservados, experimentaron cambios notables tras orar y hablar con el sacerdote. 

Para muchos, sus palabras y oraciones fueron un bálsamo sanador. Otoniel Díaz, quien trabajó junto al Padre en la pastoral social y económica, da fe del profundo amor que tenía por el pueblo y su entrega a las causas locales. Ligia Torres, vecina de Turrialba y católica devota, mantiene una foto del Padre en su hogar y recuerda su carisma y amabilidad con gran cariño.

Hoy, la iglesia de Turrialba recibe testimonios de favores atribuidos a la intercesión del Padre Placita, manteniendo su legado espiritual vivo. 

Quienes deseen compartir sus experiencias pueden hacerlo a través del correo [email protected] o comunicarse al 4002-1406.

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