Los días en que Manuel Noriega estuvo refugiado en la nunciatura en Panamá y cómo terminó rindiéndose ante Estados Unidos
En diciembre de 1989, EE.UU. invadió Panamá con el objetivo de deponer al entonces gobernante de facto, el general Manuel Noriega. Este se refugió en la nunciatura (embajada de El Vaticano) donde finalmente se rindió. Un testigo cuenta la historia.
Madrugada del 20 de diciembre de 1989. En medio de la noche, tropas de EE.UU. invaden Panamá con el objetivo de sacar del poder al entonces gobernante de facto, el general Manuel Noriega, quien murió este lunes a los 83 años.
Enrique Jelenszky no sólo estuvo en Ciudad de Panamá para el asalto, sino que sirvió de traductor entre Noriega y las autoridades estadounidenses en la negociación para su rendición.
El entonces estudiante de Derecho y hoy conocido abogado habló en 2010 con el programa Witness de la BBC. Esta es su historia, contada en sus propias palabras.
La invasión
Escuchamos un ruido, despertamos y mi hermano gemelo me grita que EE.UU. estaba invadiendo Panamá
Ciudad de Panamá es pequeña. Así que fuimos al segundo piso de la casa de mi madre y desde allí vimos el fuego en la noche.
Me sentí aliviado. Estuvimos viviendo una dictadura por 21 años, sabíamos que era parcialmente producto de EE.UU., así que en ese momento pensé que era la única manera de que Panamá avanzara.
Hubo caos por dos días, sin ley. Yo estaba muy enojado porque los estadounidenses invadieron Panamá pero no tomaron ninguna medida para proteger a los civiles en dos días.
[Hasta que] pasó un tanque justo frente a nuestra casa. Era surrealista, casi una película de David Lynch. Me puse contento, no puedo negarlo.
Refugio en la nunciatura
Estaba totalmente sitiado. Nadie podía entrar o salir de la nunciatura sin un pase especial. Fuera de Noriega había muchos otros de su gobierno allí.
Mi habitación estaba junto a la suya. Él nunca dormía con la puerta cerrada, así que podía verlo cada vez que iba hacia mi pieza.
Vi a un ser humano muy asustado. Veía televisión todos los días. Mostraban gente patinando en el Rockefeller Center y disfrutando de la época de Navidad. Se veía realmente triste y con temor. Justo fuera de su ventana había un soldado estadounidense armado las 24 horas del día apuntándolo con una ametralladora.
Yo me despertaba en medio de la noche con lo que hoy puedo describir como un ataque de pánico.
Los estadounidenses nos dieron una señal, por si algo iba mal y Noriega decidía tomarnos como rehenes. Nos dijeron que cerráramos la cortina de la habitación del nuncio si algo pasaba. Yo les dije que no, que una señal no era suficiente. Porque, si algo pasaba, ellos entrarían y terminaríamos todos muertos.
Así que hubo dos señales: la de cerrar la cortina en una habitación específica y la de bajar una bandera que estaba ubicada cerca de otra ventana. Esas dos señales realizadas al mismo tiempo significaban que nos había tomado de rehenes.
Conversación existencial
Hubo una noche que fue terrible. Pensamos que había sido un terremoto, se sentían temblores. Yo salí de mi habitación y él me pidió que bajara a ver qué estaba pasando.
Cuando bajé, supe que los estadounidenses estaban aplanando el terreno de la casa del lado para permitir a los helicópteros aterrizar.
Pedirme que bajara a averiguar qué estaba pasando fue el primer contacto de Noriega conmigo.
Así que el día siguiente me acerqué a él y le pregunté cómo estaba de ánimo, cómo se sentía y qué había aprendido de esta experiencia. Me dijo que se sentía como un átomo en el universo, o sea, como si fuera nada.
Yo le respondí: "Efectivamente, esa es la tragedia humana. Nacemos pensando que descendemos de este universo y nos toma muchos años darnos cuenta de que el mundo sigue girando sin nosotros". Fue una conversación muy existencial.
Los estadounidenses pusieron música muy fuerte en un lado de la embajada, hacia la habitación del nuncio. Así que él les pidió que apagaran la música porque al único que estaban despertando era a él y que Noriega ni se percataba.
Año nuevo y comienzo del fin
[Durante la noche de año nuevo, quienes estaban en la nunciatura] cantaban, fumaban, tomaban, hacían shows. Uno de los refugiados dijo que iba a vivir a Perú y a trabajar en un cabaret y entonces empezó a mostrar cómo lo haría en Lima para ganarse la vida. Fue todo muy gracioso.
Pero no para Noriega.
Había una presión psicológica sobre él. A todos se nos había instruido recordarle lo que pasó en Italia con Mussolini y lo que le había pasado al dictador de Rumania quien había sido asesinado por una turba de gente el mimo mes, diciembre de 1986.
Estaba presionado porque sabíamos que la multitud iba a rodear la embajada y no teníamos certeza de que los soldados de EE.UU. fueran a bloquear el acceso.
El 3 de enero de 1990 Noriega se rindió y se entregó a las fuerzas de EE.UU. El objetivo había sido logrado y en un mes las tropas ya habían vuelto a EE.UU.