18 de octubre de 2016, 4:46 AM
Mujer sentada en una cama lleva una venda sobre la cabeza. Se observa el brazo en una expresión de pesadumbre.

Refugiada del cáncer. Se llama Huang y viajó cientos de kilómetros en busca de un tratamiento que no existe en su pueblo. Pocos pasos la separan de un hospital que no puede pagar.

Los llaman hoteles pero en realidad son construcciones ruinosas desparramadas alrededor del hospital más importante de Pekín dedicado al tratamiento contra el cáncer.

Sus "huéspedes" son cientos de pacientes, la mayoría migrantes de poblaciones lejanas y empobrecidas, que no pueden pagar una habitación de hospital y deben alquilar pequeños cuartos a la espera de un turno para ser atendidos.

Hombre sale en muletas de una casa semiderruida de ladrillos rojos.

Cada mañana Yuan Yunping camina hacia el hospital desde este sencillo edificio de ladrillos rojos . Lucha contra un melanoma en el pie izquierdo.

Las fotografías de este reportaje retratan el enorme coraje de quienes luchan contra la enfermedad: sus pequeñas alegrías y sus grandes batallas en un barrio que se ha convertido en una enorme sala de espera.

Pero las imágenes también reflejan algo más: el enorme contraste entre el espectacular crecimiento económico de China y las penurias que aún deben soportar enormes sectores de su población.

Edificios altos y modernos en el fondo y construcciones sencillas en primer plano.

Los hoteles del cáncer son un conjunto de construcciones ruinosas e interconectadas a pocos metros del hospital oncológico más importante de la capital China.

El sistema de salud de China no sólo resulta muy caro para los pacientes, sino que está colapsado por los casi 3 millones de enfermos de cáncer que se diagnostican cada año.

Esta enfermedad no sólo puede resultar físicamente devastadora, sino también demoledora a nivel financiero.

Mujer revisa su teléfono celular detrás de una cortina que hace las veces de puerta.

Se llama Wang y padece de cáncer cervical. Antes de dormir revisa su teléfono para estar en contacto con su familia que vive en Mongolia. Una cortina traslúcida es la puerta de su habitación.

Un cuarto en los "hoteles del cáncer" puede costar el equivalente a 10 dólares por noche, mientras una habitación en el hospital supera los 20 dólares por noche, unos 150 yuanes.

Para los miles de campesinos que viajan cientos de kilómetros en busca de un tratamiento que no existe en sus pueblos, cualquier posibilidad de ahorro representa una diferencia fundamental.

"Debemos de contar cada centavo", señala Liu Dajiang a CNN. Su esposa Wang padece de cáncer cervical.

Dos ciudadanos chinos de espaldas. Caminan de la mano.

Algunos pacientes no luchan solos. Los "hoteles del cáncer" reciben también familiares que comparten la misma habitación, y la misma ilusión.

Según datos oficiales, un 44% de las familias chinas que fueron empujadas a la pobreza debieron afrontar gastos excesivos en tratamientos médicos.

"Nosotros somos granjeros y ya hemos gastado más de 270.000 yuanes (US$40.500)", dice a la agencia Reuters un hombre de 60 años que se identifica sólo como Pan.

Zanahoria, queso y algunas legumbres cuelgan en bolsas plásticas de una ventana enrejada.

Los pacientes pueden pasar meses, o incluso años, en cuartos que apenas tienen lo mínimo. Una cama y una silla suele ser todo el mobiliario. Las refrigeradoras son un lujo.

El sistema de salud público de China alcanza casi a la totalidad de sus 1.400 millones de habitantes, pero la cobertura suele ser básica y para enfermedades crónicas o costosas resulta insuficiente.

Los miles que padecen la enfermedad recorren el país, como si se tratara de refugiados del cáncer, en busca de un lugar donde puedan costear el mejor tratamiento posible.

Paciente con cáncer

Yuan Yunping se limpia el sudor antes de empezar a cenar. Luego de los largos tratamientos del día, él mismo debe de prepararse la comida en una cocina comunal.

"He pagado 15.000 yuanes sólo para registrarme (US$2.200), pero eso no incluye el tratamiento", señala a CNN un hombre que padece de un tumor en la quijada y llegó a Pekín con su esposa e hija.

"Me están matando", agregó.

Edificios uno al lado de otro y con las luces encendidas.

Las noches son largas en los "hoteles del cáncer". Los pacientes regresan después de quimioterapias o radioterapias extenuantes y muchas veces dolorosas.

Cerca al hospital oncológico más importante de Pekín son nueve los edificios que albergan a quienes no pueden pagar una habitación en el centro de salud.

Todos están conectados por pasadizos angostos y oscuros que a veces son simples huecos en las paredes.

Mujer come sobre la cama. Se ve convaleciente.

El desayuno de Wang es apenas un puré de papa. Rara vez tiene apetito.

Según la Organización Mundial de la Salud, los índices de cáncer en China están creciendo de manera alarmante. Se calcula que más de dos millones de personas mueren cada año por la enfermedad.

En hombres el cáncer más común es el de pulmón, mientras en mujeres lo es el cáncer de mama.

Bajo un frondoso árbol de hojas verdes se levanta un cobertizo en el que una paciente con la cabeza cubierta está sentada.

Si no están en el hospital los pacientes suelen pasar el día en los "hoteles del cáncer" para reponerse. Algunos de ellos describen que el ambiente puede ser deprimente.

La OMS señala que no siempre la mejor decisión para un tratamiento de cáncer es mudarse a una gran ciudad, porque la calidad de los periodos de reposo puede resultar muy baja.

"Sin embargo, los buenos doctores no están en los pueblos pequeños", señala a la agencia Reuters Liu, de 46 años. El debió viajar más de 750 kilómetros para llegar a Pekín.

Mujer levanta sus placas radiográficas en las que se refleja su tumor. Ella está sentada en su cama.

No es sólo un problema económico. Los hospitales tampoco tienen capacidad suficiente y muchos de los pacientes señalan que no reciben correcta asesoría de los doctores.

El dueño de una parte de los "hoteles del cáncer" en la capital de China se identifica como Meng.

En 2010 él alquiló un edificio y acondicionó en él 70 habitaciones y 10 baños comunales.

"Algunos de los huéspedes se curan, pero otros salen un día hacia el hospital y no regresan nunca más", señaló Meng a CNN.

Hombre empuja una silla de ruedas a través de unas cortinas oscuras, al final de un pasillo.

La luz al final del túnel. Curarse y regresar a casa es el anhelo que comparten aquellos que se hospedan en los "hoteles del cáncer". Según su administrador, muchos lo consiguen.

En medio de las imágenes de miseria y aparente abandono, cada una de las fotografías de los "hoteles del cáncer", es también un testimonio del enorme coraje humano por sobrevivir incluso en las condiciones más adversas.