Misionera narra experiencias en África: "El hecho de que nos amenacen no nos va a robar la fe"
Uno de cada siete misioneros son perseguidos en todo el mundo. Lorena Ortiz Arce narró a Teletica.com algunas de las hostilidades a las que se ven expuestas.
Uno de cada siete cristianos en el mundo sufre de una persecución por profesar su religión y su fe.
Así lo demuestra la Lista Mundial de la Persecución que realiza la Organización Puertas Abiertas.
Esta lista clasifica anualmente a los 50 primeros países donde los cristianos se enfrentan a la persecución más extrema. Explora los perfiles de cada país para encontrar más información sobre su situación individual, historias conmovedoras y hostilidades a las que se exponen los misioneros.
Pese a que asegura no haber vivido situaciones tan extremas, la hermana Lorena Ortiz Arce, de 55 años, narró a Teletica.com algunas de las situaciones a las que se enfrentan los misioneros en su ideal de predicar la fe cristiana.
La hermana Ortiz pertenece al Instituto de los Misioneros Combonianos y ha dedicado 30 años de su vida a la vocación que la ha hecho estar en diferentes partes del mundo como Sudán del Sur, país más pobre del mundo.
Enfrentar otras creeencias, enterrar sus pertenencias para evitar que se las despojen, ver el éxodo masivo de un pueblo y combatir al hambre, destacan entre las principales dificultades que vivió.
¿En pleno Siglo XXI cree que todavía existe la persecución a cristianos en los diferentes países del mundo?
-Yo siento que existe una persecución, no solo a los cristianos, sino en general a una escala de valores que para los cristianos es muy normal, pero para alguna gente no es así.
Esto es lo que hoy está siendo perseguido de alguna forma. El nuevo orden mundial, por ejemplo, propone una serie de filosofías que están minando esta escala de valores.

Según la Lista Mundial de la Persecución de la fundación Puertas Abiertas, la palabra persecución se trata de «cualquier hostilidad experimentada como resultado de la identificación con Cristo» ¿Cuáles son esas otras “hostilidades” a las que se exponen?
-El hecho de ser miembros de una iglesia nos pone casi a la par de las Naciones Unidas o las organizaciones no gubernamentales que tienen capital y que, por ejemplo, si hay un desastre o algún tipo de situación tensa, ellos están obligados a evacuarlos, pero nosotros los misioneros tenemos por opción la posibilidad de no salir.
Por ejemplo, cuando hay guerra decidimos quedarnos con el pueblo y, muchas veces, hasta se nos fuerza para salir y se nos acusa de que nosotros no hacemos lo que la seguridad internacional manda. Muchas veces no viene entendido el valor del fondo que, para nosotros, tiene compartir la vida y acercarnos al pueblo.
¿Se vio expuesta usted a algún tipo de persecución durante su vida como misionera o alguien cercano a usted vivió algún momento tenso?
-Mi experiencia en los Montes Nuba (Sudán del Sur) fue un poco más que todo con los representantes del Islam que tenían en mira a los miembros de la iglesia católica, entonces tuvimos problemas con la seguridad.
Muchas veces los militares, que eran islámicos, no nos daban ciertas libertades que teníamos como derecho. Por ejemplo, tuvimos un sacerdote que fue tomado prisionero por una presunta causa que nadie tuvo pruebas y sin poder defenderse. A él lo tuvieron prisionero y todos los domingos íbamos a la prisión que era en las montañas para visitarlo y poder celebrar la eucaristía, pero muchas veces esto fue negado.
A veces nos decían que el padre no estaba, que andaba recogiendo agua en el valle. Pero esto era mentira porque lo escondían.
Una de las cosas que no me gustaban de Unicef es que excluían de sus presuntas ayudas a las iglesias de la misión, porque éramos católicos y ayudaban a otros.
Ese tipo de cosas, yo no las llamo persecución, pero sí he sentido que nos han marginado de alguna forma por ser iglesia católica.

¿Es más marginación que persecución lo que se sufre en algunos lugares?
-Sentí más eso. En primera persona no he vivido la persecución por ser discípula de Jesús, pero sí de alguna forma esa marginación o excluirte de algún beneficio o sentirse no grato, eso sí.
Cuando estuve en Sudán del Sur por segunda vez llegamos a un lugar llamado Kago Kaju que está en la frontera con Uganda y ahí estuvimos los primeros seis meses bien hasta que llegó la guerra y salimos al campo de las Naciones Unidas al norte de Uganda como refugiadas
Vivir ese éxodo fue muy duro, ver cómo la gente deja su tierra, su cultura, sus cultivos y su cotidianidad para irse a un lugar completamente baldío a las orillas del río Nilo, con presencia de serpientes y escorpiones.
Toda esa transición y acompañar al pueblo en esas cosas fue muy difícil, además de que el hambre empieza a azotar (estamos hablando de la nación más pobre del mundo).
¿Llegó en algún momento a vivir alguna situación complicada o comprometedora?
-Cuando vivimos esta situación con este sacerdote que estuvo en prisión, crecieron este tipo de antipatías y antagonismos entre este grupo de militares islámicos y la misión nuestra.
Ellos vinieron a la comunidad de los padres, que eran unos padres africanos y les requisaron todo, los autos, las casas, pues se inventaban muchas cosas y pensaban que teníamos máquinas para hacer dinero falso, muchas cosas sin sentido. Tal vez una serie de prejuicios hacia la iglesia católica, tal vez porque teníamos escuelas y una mejor educación, ellos no.
Todo eso no les gustaba. Entonces esa vez, nos había amenazado que después de la comunidad de los padres venían a saquearnos a nosotros las mujeres y esa vez si estuvimos toda la noche en alerta y tuvimos que salvar lo poco que teníamos de valor, que era un poco el dinero que la diócesis necesitaba para la escuela y en ese momento tuvimos que ir al bosque a enterrar la plata y cosas de esas que un poco de alguna forma te dejan a la expectativa de que puede pasar lo peor a cualquier momento, pero bueno no se dio y no llegaron. Ellos respetan mucho a la mujer consagrada generalmente. Pero si se vivió un tiempo de zozobra de certeza.
¿En estos casos la iglesia les brinda algún tipo de apoyo?
-De alguna forma como iglesia y como representantes somos la misma congregación y ellos proveen lo que sea necesario. Digamos si hay que evacuar a las personas, ellos buscan los medios para hacerlo.
¿Cree que ha aumentado esta persecución en países latinoamericanos?
-Yo acá no tengo mucho conocimiento en Latinoamérica, pero sé que en otra orden ellas me comentaban que en Nicaragua a las hermanas costarricenses las importunaban con una especie de persecución y ellas sí me decían eso, ellas iban de la escuela a la casa y muchas veces eran perseguidas por alguien que les pedía documentos.
¿Qué la ha mantenido firme en su convicción de seguir con su misión pese a todas las dificultades vividas?
-Nosotras tenemos esta frase como fondo de la espiritualidad comboniana y es el hecho de hacer causa común y hacer mías sus propias penas y esta compenetración es algo como un legado que nos acompaña a nosotras cada vez que interactuamos con un pueblo, es hacer nuestra su propia suerte, es algo que nos mantiene unidas a ellos.
Las personas vienen engañadas porque son iletradas y vienen con cosas muy banales y eso es una parte de pobreza que nosotras asumimos, el permanecer con ellos para nosotros es importante. El hecho que nos amenacen no nos va a robar la fe y la esperanza.
En México hace unos meses mataron a unos jesuitas y aparentemente fue el narcotráfico, pero ellos habían sido amenazados de lo que estaban haciendo en el pueblo y ellos no dejaron de hacer sus cosas.
Muchas ideologías pretenden intimidarnos para dejarnos cobardemente silenciosos, pero creo que el espíritu del Resucitado es aquel que nos hace seguir enraizados en la fe, eso es lo que nos mantiene a nosotros los cristianos.

¿Siente que acá en Costa Rica hay una disminución de misioneros?
-A nivel de vocaciones siento que en Costa Rica están en declive. Esta cultura nuestra está muy centrada en el sujeto. Basta abrir redes sociales para ver como en la persona está centrado en sí mismo, creo que todo esto hace que el ser humano se vuelva miope y sordo a muchas realidades que nos rodean.
Muchas personas no quieren perder su zona de confort y muchos jóvenes me han dicho, qué hermosa es la vocación misionera, pero yo dejar mi tierra, mis bienes no y creo que este es el principal impedimento.
¿Qué le diría a un misionero que está pensando iniciar su viaje?
-Que comience por centrarse en Dios y que escuche a las personas. Que conozca realidades diferentes a su situación.