5 de enero de 2016, 5:14 AM

¡Y se nos fue el 2015 en un abrir y cerrar de ojos! Estrenamos calendario de vida y muy posiblemente ya lo llenamos con nuestros propósitos para este 2016. Al repasarlos nos damos cuenta que... ¡son los mismos del año pasado, antepasado, etc, etc, etc!

No quiero desmeritar ninguna de las metas que cada uno de ustedes se ha propuesto para este nuevo año, sin importar si son las mismas de los calendarios pasados. 

Yo los tengo y, si me lo permiten, rápidamente los comparto con ustedes. Quizá coincidamos: cuidar más de mi salud, ser mejor profesional y seguir dando la talla y hasta más en mis quehaceres laborales, estar más pendiente de la gente que quiero, sonreír más, leer más, cocinar más (y comer menos afuera), jugar más con mis perritas, abrazar más, cuidar más el ambiente, viajar más (para ellos tengo que ahorrar más) y dormir mejor.

Estos propósitos me los planteo cada 31 de diciembre/1 de enero y cuando hago el balance me doy cuenta de que logré cumplir algunos (quizá la mayoría) y otros quedaron en el tintero.

Pero, ¿por qué insistimos en repetirlos año con año? ¿será que nos invade un sentido de frustración si alguno o muchos quedan sin cumplir y entonces nos consolamos con la noble idea de que este año sí lo lograremos? ¿O será porque nos quedó tan buen sabor de boca con lo que logramos que queremos repetirlo?

Tiendo a pensar en que hay una combinación de ambas cosas. Por ejemplo: la persona que cada año se propone perder peso; quien confía en ser menos celosa o celoso; aquella persona que se promete llevarse mejor con sus compañeros de trabajo, o en la que se asegura -a sí misma- que será más ordenada con sus finanzas y no gastará más de lo que recibe mensualmente. 

También están las que auguran una mejora en las relaciones con sus seres queridos o quienes esperan -con un interés genuino- en que las condiciones socioeconómicas, ambientales y políticas del país mejoren para el bienestar de todos sus habitantes. Aunque esta última está fuera de su control, el deseo es válido y ojalá todos lo tuviésemos. 

Y de verdad quiero desearles lo mejor a quienes repiten, como se lo deseo a una conocida que cada año le pide a Dios, a los santos y cuanto chamán puede que le consiga novio a como dé lugar.

Primero ella pedía que fuera alto, algo fornido, velludo, buen conversador, profesional, divertido e independiente. Años después ella solo pide a un hombre que sea compañero y la haga feliz, sin importar si es trigueño, blanco o negro o lampiño o velludo o flaquito o gruesito.

Y cada muerte de obispo cuando nos vemos y hablamos de nuestros amores o desamores ella me dice que no pierde la fe y que ese es su propósito de cada año. Confieso en que admiro su tenacidad y fe y espero que este 2016 la vida le depare un buen hombre que la haga feliz, porque ella se lo merece.

Así que usted repite en sus propósitos no pierda de vista una cosa: usted es el que se labra su destino y lo demás vendrá por efecto de ley de atracción. En la medida en que actúe con responsabilidad, ética, lealtad y sin hacerle daño a los demás la vida le devolverá con creces.