2 de febrero de 2016, 2:37 AM

Me encanta Uber. Así de sencillo. Razones sobran para elegir este servicio a veces por encima de los taxistas rojos, los mismos que no han entendido que los tiempos cambian y que ellos deberían buscar maneras oportunas, adecuadas y competitivas para mejorar su servicio.

Porque tengo clara una cosa: Uber desnudó a los taxistas, a esos mismos que andan su carro oliendo a cigarro, orines o moho; a esos que andan las 'marías' alteradas; a esos que andan el radio a todo volumen y cuando uno les pide que lo bajen se enojan, y a esos que preguntan antes cuál es la ruta para saber si lo llevan o no al destino. Esto sin incluir a los 'lanzahuevos'.

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Reconozco que existen taxistas comprometidos con un buen servicio, que son amables y sumamente honrados.

Me consta porque los uso todos los días cuando salgo de mi casa a las 4:40 a.m. hacia el gimnasio. Los taxistas de CoopeRohrmoser -en su mayoría- chinean al cliente.

Pero en Uber también se esmeran por chinear al cliente con un trato afable y un carro muy bien cuidado. Y mejor aún: con una tarifa mucho más cómoda y no se enojan si uno escoge la ruta. Lo digo con propiedad porque uso Uber todos los días cuando regreso a mi casa tras el fin de la jornada laboral.

Habrá quien diga que esto es competencia desleal, porque los taxistas están sometidos a una serie de regulaciones y pagos que asfixian al sector.

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Hasta donde tengo entendido los conductores de Uber deben contar con un seguro con protección a terceros, contar con la revisión técnica al día y que sus carros sean modelos no menores al 2008.

Ahora bien: es claro que hay taxistas que reclaman por la presencia de esta aplicación en el país porque "les quita clientes" y no logran completar la cuota para el patrón, que muchas veces suele ser alguien que tiene más de una placa y no trabaja como taxistas.

Entonces: ¿no creen ustedes que el Estado debería regular la tenencia de las placas y dárselas a quienes realmente las necesitan y trabajan en la calle? Porque es harto conocido que muchas de estas placas se entregaron tiempo atrás como botines políticos.

También soy un confeso creyente de que debemos, de una vez, regular a los piratas que también constituyen una competencia para los taxistas. Démosle un marco legal adecuado para que operen como Dios manda y no sean vistos como parias.

Igualmente propiciemos el marco legal para que Uber opere en Costa Rica. Porque es un hecho: esta plataforma llegó para quedarse y cada día gana adeptos, entre los que felizmente me incluyo.

El día que haya vehículos Uber en las cercanías de mi casa a las 4:30/4:40 a.m. no dudaré en solicitarlo, y saber quién me recoge, su número de teléfono y la placa de su carro.

Eso me hace sentir muy seguro y muy cómodo... y hasta feliz de saber que muchas personas -como doña Clara, de 69 años, quien me llevó el domingo desde el súper hasta mi casa- se han empoderado y animado a sacar sus carros bien cuidados y oliendo rico para ponerlos al servicio de tanta gente que merece respeto, calidad y honradez.

Reto a los taxistas a replantearse su negocio -y sus exigencias- y buscar maneras competitivas y honestas de mejorar su servicio. Hay una enorme ventana de oportunidad para subirse al carro de los nuevos tiempos y no ver cómo los clientes se les espantan.