¿Qué es ser una buena madre y cuáles son límites de la libertad de las mujeres que tienen hijos?
"Lo más importante en la vida de uno, es la vida de uno".
"Lo más importante en la vida de uno, es la vida de uno".
Valerie Meikle, Val, es tajante cuando lo dice y mira desafiante a su hija, Clare Weiskopf*, quien busca entender cómo pudo su madre escoger adentrarse en lo más profundo del Amazonas y dejar que ella, que solo tenía 11 años, y su hermano menor, Diego, enfrentaran la soledad en una ciudad a la que no estaban acostumbrados, apenas aliviada con una presencia paternal intermitente.
Décadas después y embarazada, para hacer frente a esos fantasmas de la infancia y preguntárselo, la documentalista colombiana decidió hacer una película, "Amazona".
"El documental no es un reproche íntimo", aclara Weiskopf. "Yo no quería juzgar a mi madre, sino hacer un repaso de su vida para entender".
Así, con la excusa del viaje a la selva de Weiskopf y a partir de la conversación entre madre e hija, la cinta descubre al espectador la inusual historia de Meikle, una octogenaria inglesa que encarna la búsqueda de la felicidad y de la libertad a ultranza.
Y, mientras, le hace preguntarse al espectador qué es lo que convierte a una mujer en una buena madre y si es necesario que renuncie a sus sueños porque tiene hijos. Lo sitúa, al fin, ante un dilema moral sobre los límites de la libertad y la responsabilidad.
BBC Mundo habló con Weiskopf en el contexto del Hay Festival de Cartagena, que se celebra esta semana en la ciudad colombiana, donde presenta su film.
En varios puntos del documental, confrontas a tu madre y la cuestionas. Son momentos tensos. ¿Estuvo siempre de acuerdo con que la filmaras?
Empecé con el proyecto con mi esposo hace unos siete años. Solíamos grabar durante las vacaciones. Cuando le puse una cámara por primera vez a mi madre, le expliqué que quería hacer una película sobre ella y se mostró orgullosísima. Pero luego le dije: "Mamá, va a contar las cosas buenas y las malas". "¿Qué cosas malas?", me preguntó.
Fue ahí donde arrancó realmente el documental. Porque al principio iba a ser algo más biográfico, pero entonces fue que me di cuenta que tenía que ser sobre las dos, que yo tenía que estar en él.
Cuando la grabación dio un giro y el material empezó a volverse más fuerte, le dije a Nico —Nicolás van Hemelryck, su marido y productor de la cinta— que se lo tenía que mostrar a mi mamá.
Cuando lo vio, me dijo: "Podrías haber sido más dura". Fue su modo de darme permiso.
¿Qué pensabas de Valerie antes de hacer el documental? ¿Y qué piensas ahora? ¿Cambió en algo la idea que tenías de ella como madre?
La relación entre ambas mejoró. Más bien se alivianó, por enfrentarme a esos sentimientos de la niñez que nunca había sido capaz de confesarle. ¡Le dije lo que le tenía que decir, y lo hice con una película!
Nuestra relación evolucionó a otro nivel. Yo había pasado por distintas fases, desde la admiración por una mujer tan fuerte y libre al rechazo, anterior a hacer el documental, y después a la confrontación, aunque sin dejar de lado nunca la admiración.
Cuando en el documental le preguntas si cree que fue y es buena madre, dice que sí. ¿Tú qué piensas?
Ella está convencida de que fue y es una buena madre. Y yo creo que sí, que lo fue, pero que lo fue en la medida que ella pudo.
Ahora, si me preguntas qué madre seré yo... Mi hija tiene 3 años y todavía, día a día, estoy aprendiendo a serlo. Pero te puedo decir que sabía que lo haría de otra forma, dándole un centro, una estabilidad.
¿Qué es ser una buena madre, entonces?
No tengo la verdad para eso. Y después de hacer la película y ser madre yo misma, cosas que hice prácticamente a la vez, me cuesta aún más responder.
En realidad, no existe eso de ser buena o mala madre. Es una cuestión muy compleja, porque somos mujeres que tenemos una vida más allá de la de ser mamá.
Creo que sí se pueden hacer ambas cosas: ser una madre presente y cumplir los sueños. Hay una forma en la que se puede lograr.
Con el documental abordas la cuestión del sacrificio, de si es necesario sacrificarse por los hijos. Tu madre es muy tajante al respecto: "Hay cosas que no se pueden sacrificar. ¿De qué sirve una mamá sacrificada? Es un continuo, en el que yo me sacrifiqué por ti y ahora eres tú el que se tiene que sacrificar. Hay que romper con eso". ¿Cuál es tu posición al respecto?
Yo no estoy de acuerdo con que use el término sacrificio. Cuando uno tiene hijos lo que siente es tanto amor que esa palabra no cabe. No hay sacrificios. Evidentemente dejas de hacer cosas, pero es algo natural. Es amor.
Pero la entiendo, en cuanto a que se refiere a esas mujeres que nunca cumplieron sus sueño por tener hijos. Se dan cuenta cuando ya son viejitas. Y entonces piden o asumen que son los hijos los que las tienen que cuidar, los que se tienen que sacrificar.
Le puede parecer raro a más de uno, pero hay muchas mujeres mayores que se identifican con mi mamá al ver la película.
En cierto momento del documental le hablas de culpa, de responsabilidad. Y ella insiste en que de lo único que se puede hacer responsable es de haber vivido su vida. Sin embargo, y sobre todo cuando le preguntas sobre tu hermano Diego, quien también aparece en la cinta y cuenta cómo se metió en la droga y conoció "el infierno en la Tierra", aunque tu madre siga insistiendo en que no tiene ninguna responsabilidad sobre ello, su lenguaje corporal parece decir algo distinto.
Diego es lo que mi mamá no logró que funcionara bien. Es su karma, lo único que no le permite sentirse completa y feliz.
Pero no creo que ella tenga la culpa de las circunstancias de mi hermano. Obviamente influyó, pero también hubo otras cosas. Además, hay papás perfectos de los que salen hijos desastrosos y al revés.
No se puede hablar de culpa. No se la puede juzgar por eso.
¿Crees que la cambió en algo la idea que tenía de ella misma como madre después de que la confrontaras?
La que cambió soy yo. Ella, a sus 80 años, sigue siendo la mujer fuerte que es, con un modo de actuar coherente con lo que piensa.
Aunque en cierto momento sí hizo referencia a cuán furiosa me responde en la película cuando le pregunto sobre su responsabilidad como madre. "No sé por qué me puse tan furiosa", me dijo. "Algo de culpa debo sentir".
Hay una escena que, aunque no tiene que ver directamente con la relación entre ustedes, sí es en cierta medida simbólica. Cuando la gata de tu madre pare, ella dice que no es bueno que se quede con todos los gatitos, así que selecciona uno y se lo da de comer a una serpiente.
Es una escena fuerte. Y la incluí porque es muy simbólica, porque muestra muy bien cómo es mi madre. Es muy fría, muy inglesa, pero algo selvática también. Piensa: así es la naturaleza y hay que sobrevivir. No hay sentimentalismos que valgan. Hay que hacer lo que hay que hacer. Y es exactamente así como vive su vida.
¿Buscaste a tu padre para la película? ¿O no sentías la necesidad de confrontarlo por haber puesto su vida por encima de sus hijos, como sí lo sentiste con tu madre?
La película que tenía que hacer era sobre mi madre. Eso lo tenía clarísimo. Y ahí no tenía cabida mi padre. Obviamente, puede parecer machista: pedirle cuentas a la mamá por haber vivido su vida, y no al papá. Pero, la verdad, si el tema hubiera sido sobre un padre que deja atrás a sus hijos, no hubiera habido documental. Es tan común. Lo tenemos demasiado aceptado.
Hacer la película fue, entonces, algo terapéutico.
Es bonito pensar en películas que son terapéuticas, pero no pueden ser solo eso. Aquí lo chévere es que es un tema universal. La gente ha tenido mamás muy distintas a la mía, pero se conectan a la película a través de su propia experiencia.
Es curioso, porque pensábamos que en Colombia iba a parecer muy chocante el tema, pero la verdad es que ha funcionado muy bien.
En un principio el libre albedrío de una madre pareciera un tema tabú, pero nos dimos cuenta que existe la urgencia de hablar de ello, de qué ocurre con la libertad de uno cuando tiene hijos y los límites de la responsabilidad.
*Clare Weiskopf es una directora de cine y periodista centrada en temas sociales, desde el conflicto armado en Colombia y la violencia sexual como arma de guerra, hasta la difusión de la cumbia en América Latina y Europa. Ganó dos veces el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar de Colombia y fue seleccionada para la IDFAcademy y Dok.Incubator. Recientemente ha dirigido dos series documentales, 2012: Chronicles of the End of the World y Los Colores del Fútbol. Amazona es su primer largometraje.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombiana entre el 25 y el 28 de enero.