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Santa Teresa, el "barrio argentino" en Costa Rica
Una paradisíaca playa costarricense es conocida por algunos como "la pequeña Argentina". ¿Qué es lo que les atrae tanto de este lugar?
Durante un atardecer en la playa costarricense de Santa Teresa, jóvenes venden alfajores caseros, empanadas y happy brownies entre la gente reunida frente al mar para disfrutar de unos colores de ensueño.
Quienes están en el agua apuran las últimas olas del día para surfear. En la arena, se ven varios treintañeros con el pelo rubio y la piel quemados por el sol bebiendo mate.
Tanta seña de identidad argentina no es casualidad: este paradisíaco rincón en la península de Nicoya de Costa Rica se ha convertido en un gran punto de atracción para cientos de ciudadanos del país sudamericano.
"Santa Teresa es como una pequeña Argentina, literal. Acá se encuentra un argentino cada cinco o 10 metros", resume Daniel Sánchez, un masajista tico que trabaja en el pueblo.
La manera más rápida de llegar hasta aquí es en ferry o avioneta desde San José, a menos de 200 km.
Una carretera es la columna vertebral del pueblo por donde transitan decenas de cuatrimotos. A un lado, empinadas cuestas conectan con verdes montañas. Al otro, una zona selvática de grandes árboles da entrada a una playa sin fin de furiosas olas.
En ambos lados de la vía abundan las combinaciones. De hoteles "boutique" con hostales de mochileros. De parrillas argentinas con fondas tradicionales donde degustar un gallo pinto costarricense.
Marcos González
Una carretera repleta de negocios es la vía principal (y casi única) del pequeño pueblo de Santa Teresa.
Surf y naturaleza
Las autoridades de Cóbano, distrito al que pertenece Santa Teresa, no cuentan con una cifra exacta de los argentinos que viven aquí pero todos coinciden en que no dejó de aumentar en la última década junto a la de israelíes o estadounidenses.
"Es la conexión de mar, arena y selva lo que nos atrae. No es como en Argentina, que vas a la playa y tienes sombrillas y gente amontonada. La verdad que acá se vive como en ningún lado", dice Juan Aragona, un joven de Buenos Aires que llegó a Santa Teresa hace 10 años.
Marcos González
Matías Etchenique, quien coordina a los guardavidas voluntarios en la playa, llegó al pueblo en 2005 atraído por las olas. "En Argentina hay muchos surfistas pero no tenemos clima tropical ni océano Pacífico. Yo vine para surfear, pero después me di cuenta de que no quería esto solo de vacaciones, sino todo el tiempo", recuerda.
Muchos jóvenes argentinos llegan solo por los meses de temporada alta para trabajar en restaurantes o vendiendo productos artesanales, pero otros se establecieron aquí para siempre.
Marcos González
Matías Etchenique llegó atraído por las olas y nunca se fue de Santa Teresa.
Alejandro Morales es uno de los argentinos veteranos en Santa Teresa y por eso es conocido como "el ché". Cuenta que de niño fue "alcanzapelotas de Maradona" y que la crisis de 2001 le hizo abandonar su país.
Fue entonces cuando dejó su trabajo en una empresa de tecnología con "traje de marca, maletín, anteojos de sol y peinado para atrás" para dedicarse en Santa Teresa a vender pan con su bicicleta y a fabricar productos con plástico reciclado, su verdadera pasión.
"Venir aquí me hizo cambiar mi forma de ver todo. Yo digo que ya soy 'argentico'. Si me alejo mucho de la playa, no me hallo. Realmente, me adapté y me adoptó", dice Morales, quien asegura haberse ido de fiesta con Matthew McConaughey durante la visita al pueblo del actor estadounidense.
Marcos González
Alejandro Morales se define ya como "argentico".
Éxito boca a boca
El "boca a boca" se encargó de popularizar este destino entre los argentinos y quienes viven hoy en Santa Teresa reciben por redes sociales decenas de mensajes de compatriotas desconocidos pidiéndoles consejos.
A través de un amigo fue que llegó hasta aquí Luciano Otabiano en 2012. Músico de profesión, regenta un negocio de algo tan típico como los "choripanes" llamado Chori Not Dead.
"Acá no necesitas más que un pantalón y una remera, y la sensación es de libertad y tranquilidad. La forma de ser del tico, sus tiempos... es de 'llego a las 10', pero son las 11.30 y no te estresas. En Argentina llegarías a las 10 en punto, pero aquí… pura vida",dice riendo.
Marcos González
Luciano Otabiano no se olvida del mate ni cuando está al frente de su negocio de choripanes.
Daniel, masajista costarricense en el pueblo, opina que la relación con los argentinos es muy cordial. "El argentino es amable y el tico también, no hay choque de culturas. Quizá pensamos que no son problemáticos, que si se fuman un porrito, van a la playa, unas cervezas… todo bien", afirma.
Juan Aragona cree que los ticos "tienen una conexión muy fuerte con la naturaleza. Acá se come mejor y se reduce el consumo de carne, el cambio de alimentación me cambió para mejor", dice pese a ser socio propietario de una parrilla argentina.
Marcos González
Juan Aragona es socio propietario de tres negocios muy argentinos en Santa Teresa: la heladería Gaucha, la pizzería Muzza y el restaurante de carnes El Facón.
Sin embargo, en internet pueden encontrarse foros y páginas a los que acuden argentinos con preguntas sobre cómo vivir en el pueblo, y donde algunos costarricenses se muestran reacios a su llegada si no lo hacen con todos los permisos en regla.
"El argentino es muy buscavidas y aprende rápido a trabajar en lo que sea. Puede haber un poco de celos o resistencia porque seamos tantos, pero no creo que se le quite empleo a la mano de obra local. Aún hay trabajo para todos", opina el guardavidas Matías.
Trabajadores informales
Para Favio López, intendente (alcalde) de Cóbano, los argentinos vienen a cubrir carencias de parte de la población local como el no dominar un segundo idioma para atender a los visitantes, pero también ve un punto negativo en su presencia.
"La mayoría de argentinos que trabajan en la zona no aportan nada al Estado, están contratados de manera informal y algunos trabajan solo por las propinas. Usan el sistema del pueblo pero no tienen permiso de trabajo ni cargas sociales", le dice a BBC Mundo.
Marcos González
Es muy habitual escuchar acento argentino entre los trabajadores de bares y restaurantes de Santa Teresa.
Uno de los temores más recurrentes entre quienes viven en Santa Teresa es que, de algún modo, la zona pueda "morir de éxito" y que el entorno natural se vea perjudicado por la llegada cada vez mayor de turistas.
Durante la pandemia, por ejemplo, fueron muchos quienes aprovecharon las ventajas del teletrabajo para desplazarse a vivir por unos meses aquí, lo que encareció notablemente los precios de los alquileres.
"Es como que el pueblo creció muy de golpe y ahora tiene que resolver cosas, hacer caminos, canaletas. Algunos dicen que esto puede ser el próximo Tulum [el famoso balneario del Caribe mexicano]. Ojalá que no pase", reflexiona Luciano de Chori Not Dead.
Marcos González
Sobre la carretera es fácil también ver monos caminando sobre los cables.
Sin planes de regreso
El intendente reconoce que esto es una preocupación y desvela que, en el último año, promotores inmobiliarios extranjeros "muy poderosos" invirtieron en compra de terrenos por más de US$200 millones en todo el distrito.
Para equilibrar el desarrollo con la conservación de la zona, López asegura que todos los proyectos deben cumplir requisitos en cuanto a su impacto en el terreno y no sobrepasar una altura máxima de dos o tres pisos.
"Queremos seguir siendo exclusivos. El turista que llega paga entre US$200 y US$800 la noche en un hotel. Para mantener ese tipo de clientes (de nivel adquisitivo) medio-alto, lo importante es conservar la naturaleza que nos hace atractivos", expone.
Marcos González
La naturaleza junto a la playa de Santa Teresa es exhuberante.
¿Y entran los argentinos en este perfil de visitante? "En realidad, no. Personalmente los veo como migrantes de fuerza laboral que hacen un servicio, pero no vienen a gastar en tours u hospedajes medio-altos", opina el intendente.
Los argentinos con los que BBC Mundo habló durante su visita a Santa Teresa reconocen echar de menos a su familia, la comida, el fútbol o la cultura de una ciudad tan vibrante como Buenos Aires.
Sin embargo, y pese a los cambios que va viviendo el pueblo, ninguno se plantea su futuro lejos de este paradisíaco enclave en el litoral de Costa Rica.
"Estoy bien enraizado porque incluso tengo un hijo costarricense de 4 años. En 2010 volví a Argentina pensando que era el momento y a las pocas horas me di cuenta que me había equivocado", recuerda el guardavidas Matías.
"Quise volver a lo que soy ahora porque necesitaba y necesito vivir acá".