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Por qué tu optimismo podría ser tu peor enemigo
¿Quieres ser exitoso y estás seguro de que lo lograrás? Quizás tu naturaleza optimista sea, en realidad, un obstáculo para alcanzar esa meta. Te contamos por qué.
Renuka Rayasam
Da BBC Capital
Taparse los ojos y los oídos y pensar que todo va a salir bien no es una buena estrategia.
Cuando hace 15 años el emprendedor danés Michael Stausholm comenzó un negocio con un amigo, su socio le pintó un panorama color de rosa, asegurándole que tendría un gran éxito.
Stausholm le creyó y se sintió muy animado como si, con sólo decirlo, el camino hacia el triunfo fuera a hacerse realidad.
Y es que pensar positivamente, después de todo, es un paso habitual para llegar al éxito. ¿Cierto?
"Es algo que está en el ADN de la mayoría de los emprendedores", señala Stausholm, quien se formó trabajando en la compañía naviera Maersk y luego se convirtió en asesor de grandes empresas en materia de sostenibilidad.
"Si no piensas positivamente, nunca arrancarás un negocio", apunta.
Sin embargo, el negocio fracasó y él aprendió una lección importante: el poder del pensamiento positivo tiene sus inconvenientes.
"Simplemente ser positivo y despreocupado no va a funcionar. Eso tiene que mezclarse con una buena dosis de realismo", señala.
Tradición positiva
El poder del pensamiento positivo ha sido un principio rector para los líderes empresariales desde por lo menos 1936, cuando el escritor estadounidense Napoleon Hill publicó Think and Grow Rich ("Piense y hágase rico").
Michael Stausholm aprendió de la forma más dura que pensar positivamente puede tener grandes desventajas.
Dos décadas más tarde, el también estadounidense Norman Vincent Peale escribió The Power of Positive Thinking ("El poder del pensamiento positivo"), un libro que ha vendido más de 21 millones copias en todo el mundo.
Y más recientemente, The Secret ("El secreto"), de la australiana Rhonda Byrne, cautivó a líderes empresariales y otros lectores con sus promesas de éxito basadas en el pensamiento positivo.
Según esas obras, los pensamientos negativos o las dudas se interponen en el camino hacia el éxito.
El seductor poder de la fantasía
Sin embargo, una nueva corriente de investigación ha encontrado que el pensamiento positivo tiene sus límites e incluso acarrea sus propios obstáculos.
Es lo que argumenta Gabriele Oettingen, profesora de psicología de la Universidad de Nueva York y autora de Rethinking Positive Thinking: Inside the New Science of Motivation ("Repensar el pensamiento positivo: dentro de la nueva ciencia de la motivación").
Oettingen dice que cuando comenzó a estudiar el pensamiento positivo descubrió que la energía, medida por la presión arterial, baja cuando las personas generan fantasías felices sobre su futuro.
"El problema es que no suben su energía para cumplir sus deseos", dice Oettingen.
En sus estudios Oettingen encontró, por ejemplo, que tras dos años de fantasear sobre la obtención de un empleo, los graduados universitarios de su muestra terminaron ganando menos dinero y recibiendo menos ofertas que los egresados que tenían más dudas y preocupaciones al principio.
Y esos graduados optimistas también enviaron menos solicitudes de empleo.
"Fantasean sobre eso y entonces se sienten realizados y relajados", señala Oettingen, pero pierden la motivación necesaria para esforzarse y lograr que sucedan las cosas.
Especializada en orientación profesional, la psicóloga británica Nimita Shah dice que frecuentemente las personas se sienten frustradas por no poder manifestar sus deseos y luego se sienten culpables por tener pensamientos negativos, creyendo que ese pesimismo es parte del problema.
"Es parecido a tener una dieta rápida de efecto inmediato", dice Shah. Fantasear sobre el futuro puede ayudar a crear un impulso a corto plazo pero "a la larga hace que la gente se sienta peor".
Configurados positivamente
¿Deberíamos entonces estar más preocupados y pensando que lo peor está a la vuelta de la esquina?
Pensar positivamente puede llevar a la flojera.
Es difícil que eso suceda, dice la neurocientífica Tali Sharot, autora del libro Optimism Bias ("La predisposición al optimismo"), ya que el optimismo está incorporado a la psiquis humana.
Sharot estudiaba el impacto de los acontecimientos negativos sobre las emociones cuando se cruzó con la idea de que las personas están naturalmente programadas para pensar positivamente.
En sus experimentos iniciales pidió a los participantes que se imaginaran escenarios futuros negativos, como rupturas de relaciones o pérdidas de empleo.
Y encontró que las personas automáticamente transformaban su experiencia negativa en una positiva. Dirían, por ejemplo, que terminaron con su pareja y encontraron una incluso mejor.
Aunque "arruinó mi experimento", según dice Sharot, confirmó que las personas tienen una parcialidad inherente que las predispone hacia el optimismo. "Se imaginan el futuro mejor que el pasado".
Esa especie de sesgo optimista, que Sharot calcula existe en el 80% de la población sin importar cultura o nacionalidad, ayuda a que la gente esté motivada desde un principio.
Los estudios también muestran que los optimistas viven más tiempo y tienen probabilidades de ser más saludables.
Y los pensamientos positivos, destaca Sharot, también pueden convertirse en una profecía autocumplida.
Así, quienes creen que van a tener una larga vida posiblemente terminen teniendo una dieta más saludable y haciendo más ejercicio.
Cuando lo ves todo color de rosa puedes dejar pasar detalles importantes.
Y un optimismo arraigado también puede ayudar a que la gente supere circunstancias terribles.
Sin embargo, también suele provocar que las personas subestimen los riesgos. Lo que los lleva, por ejemplo, a infravalorar la cantidad de tiempo o dinero que tomará un proyecto.
Al final, demasiado optimismo es peligroso y puede interponerse en tu camino, parece ser el consejo de los expertos.
Aprovechar lo negativo
Pero si nuestra inclinación natural es a ser positivos en nuestra forma de pensar, requiere de práctica incorporar suficiente negativismo para compensar esa inclinación.
Tras dos décadas de investigación, Oettingen desarrolló una herramienta llamada WOOP, también disponible como un sitio de internet y una aplicación para celulares inteligentes, que conduce a las personas por una serie de ejercicios diseñados para ayudarlos con estrategias concretas.
La idea es que consigan sus objetivos a corto o largo plazo, mezclando pensamiento positivo con llamados de atención a inconvenientes y barreras.
Por ejemplo, quizás quieras arrancar una compañía, pero entonces te das cuenta de que odias pedirle dinero a la gente o no quieres trabajar largas horas.
Puedes darle vuelta a esos obstáculos creando un equipo, por ejemplo con un vendedor, o limitando de antemano la cantidad de horas de trabajo que dedicarás al proyecto.
O puedes decidir que el obstáculo es demasiado grande y, antes de tener un mal rendimiento, reconocer que después de todo el objetivo no vale la pena.
"Entonces por lo menos puedes dejarlo de lado sin sentirte mal y puedes decir: 'No. Lo he estudiado y en este momento no tiene cabida en mi vida'", dice Oettingen.
Cuando hace unos años Stausholm comenzó la compañía de lápices sostenibles Sprout, aprendió lecciones de sus fracasos empresariales previos.
Puso todos los acuerdos sobre el papel y desarrolló planes de contingencia para los peores escenarios posibles.
Ahora la compañía vende más de 450.000 lápices al mes en 60 países, unos resultados que han sorprendido incluso al propio Stausholm.
"Se habla mucho de ser positivo cuando se es dueño de un negocio", señala el emprendedor.
"Sin embargo, lo opuesto de positivo no es negativo. Es tener un sentido realista sobre lo que puedes lograr y cumplir".