Por AFP Agencia |12 de junio de 2018, 3:11 AM

En el corazón de Moscú, a dos pasos del Kremlin y de la Plaza Roja, un gran reloj gigante va descontando el tiempo que falta para que llegue el primer partido de la competición. En los alrededores, los hinchas empiezan a elevar la fiebre mundialista en Rusia, a dos días del inicio del torneo.

Con cada segundo que baja en el reloj, la 'futbolmanía' va en aumento y el número de aficionados es cada vez mayor, mezclándose sin problemas con la riada de gente que acude a ver los lugares más emblemáticos de la ciudad, entre ellos las cúpulas características de la catedral de San Basilio.

A los hinchas se les suele reconocer fácilmente entre la multitud: banderas anudadas al cuello, sombreros coloridos y llamativos y, evidentemente, la camiseta de su selección nacional.

La Plaza Roja está ahora con las instalaciones y los preparativos para el concierto de los tenores Plácido Domingo y Juan Diego Flórez este miércoles, pero en las calles vecinas comienzan a fluir aficionados de todo el mundo.

Se dejan notar ya aficionados por ejemplo de Perú, uno de los regresos al gran torneo, que se cruzan por la calle con unos jóvenes marroquíes que se fotografían con mujeres rusas, en un ambiente cordial y por ahora sin incidentes reseñables.

El fervor mundialista se traslada en ocasiones a los campamentos base y los centros de entrenamiento de los distintos equipos, que en su mayor parte han llegado ya a Rusia.

El entrenamiento de la Argentina de Messi el lunes, pese a ser a 55 kilómetros de Moscú, atrajo a varios centenares de espectadores y se convirtió para muchos en una caza del autógrafo de la gran estrella del Barcelona.

Para el de Brasil, en el calor de Sochi este martes, fueron 5.000 las personas que se reunieron en la grada del pequeño estadio Yug Sport.

Entusiasmo y curiosidad

Pero no sólo hay expectación alrededor de los favoritos, también con equipos más pequeños.

Centenares de hinchas croatas asistieron al entrenamiento público de Luka Modric, Ivan Rakitic y compañía en Roshchino, en las afueras de San Petersburgo.

El volante del Real Madrid cumplió el sueño de un joven admirador, con el que intercambió unos pases, mientras que otros saltaban en busca de los balones, banderas y bufandas lanzados al público.

En Kazán, los australianos recibieron el apoyo de 3.500 espectadores entusiastas.

La mayor parte de ellos eran habitantes de los alrededores, que aprovecharon el día festivo para ver en acción a jugadores de un país lejano a los que la mayoría no conoce.

Las autoridades locales habían preparado bien esta práctica con público de Australia, con voluntarios para encargarse de la animación y una distribución de banderas amarillas, agitadas con vehemencia por hinchas cantando "Aussie, Aussie, Aussie, go, go, go!".

Otro equipo pequeño carismático, Islandia, que sorprendió en la Eurocopa de 2016 llegando a cuartos de final, tiene ya el apoyo de centenares de curiosos del lugar que se acercaron a ver al equipo nórdico en su base a orillas del Mar Negro.

Tras unos días en los que la frialdad parecía la tónica dominante en la cuenta atrás mundialista, la fiesta del fútbol va subiendo grados y ya aparece en el horizonte la apertura del jueves, con el duelo entre el país anfitrión, Rusia, y Arabia Saudí.